Un templo con médico, fisioterapeuta, psicólogo y conexión wifi Parroquia de San Antón: así es la milagrosa iglesia del Padre Ángel en Madrid
Dentro de sus muros, la vida se hace un poco más fácil o, al menos, más digna . Aquí nadie aparta la vista, prefieren mirar a los ojos, tender la mano, amar y dejarse amar
San Antón, más que hogar, es refugio. Entre estas cuatro paredes, nadie juzga ni remueve el pasado. Aquí solo queda tiempo para mejorar el presente y construir el futuro con la fuerza de los voluntarios
Si algo tienen en común todos los profesionales y voluntarios de San Antón, es su vocación de ayudar. En San Antón las dificultades se asumen como retos y así, no solo se mantienen, sino que crecen imparablemente.
Si algo tienen en común todos los profesionales y voluntarios de San Antón, es su vocación de ayudar. En San Antón las dificultades se asumen como retos y así, no solo se mantienen, sino que crecen imparablemente.
| Ana Ranera en El Comercio
(El Comercio).- En la iglesia de San Antón, el ritmo de la calle Hortaleza se para. La prisa que imprime el centro de Madrid en los pasos de sus viandantes no traspasa las puertas de la parroquia. Dentro de sus muros, la vida se hace un poco más fácil o, al menos, más digna. Allí, las historias rotas y los sueños truncados encuentran, si no una solución, sí un consuelo que alivie el dolor instalado en el pecho.
Esta parroquia, dirigida por el Padre Ángel, predica con acciones y bajo la premisa de «da lo que puedas, coge lo que necesites». Y se afana, cada día, en aligerar las cargas emocionales de todos aquellos que necesiten sentir el calor de un techo y de una mano amiga. Para ello, San Antón nunca cierra sus puertas, permanece abierta las veinticuatro horas y, a diferencia de otros templos, no vive con el silencio impuesto, sino que aquí se escuchan las voces de quienes, hasta ese momento, no habían logrado que nadie les prestara atención.
Y es que nunca se debe olvidar que tras los silencios se esconden gritos ahogados pidiendo auxilio. Por eso, el personal de la parroquia se encarga cada día de escuchar esas voces. «Recuerdo que, desde que comencé mi andadura aquí, me explicaron que teníamos que devolver la dignidad humana. Muchas veces, la vorágine de situaciones hace que no se los trate como a personas y, cuando nosotros lo hacemos, a veces se echan a llorar porque hacía mucho tiempo que nadie los trataba así», cuenta Bryan Soto, uno de los médicos voluntarios.
El sacerdote Valentín Bravo también dedica su tiempo a la labor humanitaria que aquí se lleva a acabo, a proyectar una imagen distinta de lo que es un templo cristiano. En San Antón no quisieron conformarse con celebrar misas, bautizos, bodas y comuniones. Para eso ya está cualquier iglesia. Ellos prefieren construir una comunidad, hacer un hogar donde los fieles se sientan a gusto. «Tenemos wifi, médico, fisioterapeuta, psicólogo, abogado, damos desayunos. Cuando hay ropa, damos ropa; cuando hay comida, damos comida. Tenemos baños y tenemos también un Teléfono Dorado para recibir llamadas de cualquiera que necesite hablar», explica el sacerdote. «No pretendemos evitar que vayan al médico, pero los atendemos para cosas menores o los ayudamos a costearse determinadas medicaciones. También preparamos cajas de medicinas para enviar a diferentes lugares como Venezuela o Haití», relata Soto.
Si algo tienen en común todos los profesionales y voluntarios de San Antón, es su vocación de ayudar. «Esto no es un servicio de salud, es amor por la causa», cuentan sus trabajadores. Y es precisamente ese amor el que consigue que este proyecto siga hacia delante, pese a todas las trabas a las que cada día tiene que enfrentarse. Muchos hubieran tirado la toalla y se hubieran conformado con seguir los ritmos de cualquier otro templo, pero en San Antón las dificultades se asumen como retos y así, no solo se mantienen, sino que crecen imparablemente. «Antes solo veníamos los martes y ahora el equipo ha crecido y venimos todos los días de la semana. Cualquiera que se quiera sumar, siempre es bienvenido. Necesitamos un equipo multidisciplinar para cubrir todas las necesidades», apunta Soto.
En San Antón nadie aparta la vista, prefieren mirar a los ojos, tender la mano, amar y dejarse amar. San Antón es un espacio abierto, donde los sentimientos salvan, se imponen y reconstruyen. Los carteles luminosos predican la fe, las mascotas son bienvenidas, los bancos se convierten en un improvisado comedor, los móviles se pueden cargar, el wifi permite mantener conectado con el mundo a todo el que acuda y la máquina de tabaco aquí no vende humo, sino vida.
El corazón de Chueca sigue su ritmo y en San Antón continúa, un día más, sin descanso, el ir y venir de feligreses que encuentran aquí su primera segunda oportunidad. San Antón, más que hogar, es refugio. Entre estas cuatro paredes, nadie juzga ni remueve el pasado. Aquí solo queda tiempo para mejorar el presente y construir el futuro con la fuerza de los voluntarios que escuchan, curan, consuelan y hacen de un sitio normal un lugar extraordinario. Otro de los milagros del cura mierense.
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