"Creo y espero que la Iglesia defenderá siempre el derecho a poder emigrar" Eloy Alberto Santiago: "No tengo dificultad ninguna en pedir perdón por los casos de abusos verificados en el seno de la Iglesia"

"He de reconocer que nunca pensé que sería obispo de Tenerife. Lo de ser obispo tampoco lo pensaba, ni mucho menos lo deseaba"
"Creo que viviendo la vida como servicio, en una Iglesia servidora, nos acerca más a nuestro maestro, Jesucristo"
"Pedí a mis superiores en la Secretaría de Estado regresar a la diócesis movido ciertamente por un deseo de una pastoral más directa con el Pueblo de Dios"
"Creo que todos, también yo, necesitamos ser 'sacudidos' por el Espíritu Santo"
"Pedí a mis superiores en la Secretaría de Estado regresar a la diócesis movido ciertamente por un deseo de una pastoral más directa con el Pueblo de Dios"
"Creo que todos, también yo, necesitamos ser 'sacudidos' por el Espíritu Santo"
* Nota: La entrevista se efectuó antes de la muerte del Papa Francisco
Su lema es “para servir” (en latín “ut ministraret”) y, en esa clave, entiende su ministerio Eloy Alberto Santiago (Las Palmas de Gran Canaria, 1973), el obispo electo de San Cristóbal de la Laguna, la otra diócesis canaria, que aún no cuenta con una provincia eclesiástica propia. El nuevo prelado, que toma posesión este 1 de mayo, llega a Tenerife con ganas de "sacudir" a su diócesis y convertirla en una "Iglesia servidora".
Asegura que no tendrá dificultad alguna "en pedir perdón por los casos de abusos verificados en el seno de la Iglesia" y, por supuesto, abordarlos de cara a una "reparación integral". Y respecto al problema migratorio, que tanto afecta a las islas, monseñor Santiago cree y espera "que la Iglesia defenderá siempre el derecho a poder emigrar".

¿Qué sintió, cuando el señor Nuncio le comunicó que el Papa Francisco le nombraba obispo de Tenerife?
La primera reacción fue de sorpresa, desde luego. Sorpresa por haber sido nombrado Obispo y sorpresa por serlo de San Cristóbal de La Laguna. He de reconocer que nunca pensé que sería obispo de Tenerife. Lo de ser obispo tampoco lo pensaba, ni mucho menos lo deseaba, aunque sí es cierto que muchas personas alrededor, amigos y compañeros, decían eso, quizás movido más por el aprecio que otra cosa, pero yo no les daba mucho crédito; lo interpretaba más como algo que se dice, sin más.
¿Se le pasó por la cabeza declinar el nombramiento?
No le niego que hubo una ligera tentación inicial. Sobre todo cuando uno piensa la responsabilidad que conlleva el episcopado, más en el contexto actual. Pero después, como en tantos otros servicios que he prestado en la Iglesia, lo vi como algo que es de Dios, por ser algo tan “sorprendente” e “inesperado”. Además en general me cuesta decir que “no” cuando me piden algún servicio. Siempre me he dejado llevar por esa frase: “nada pedir nada rechazar”, que ha sido tan significativa en la vida de tantas personas, especialmente en la Iglesia, y que las han llevado a la santidad.
¿Qué lema ha elegido y por qué?
El lema escogido es “para servir” (en latín “ut ministraret”) tomada de las palabras de Jesús: “El hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir”. Esto sí me fue más fácil elegirlo porque siempre ha sido, o al menos lo he intentado, que sea una característica en mi vida y en mi ministerio. Es una actitud que aprendí en el seno de mi familia, de mis padres, y que creo que es la que pueda dar auténtica plenitud a una vida. “En todo amar y servir”, decía S. Ignacio de Loyola. O aquella respuesta de antaño cuando uno era llamado, que en vez de responder “presente”, se decía “para servir a Dios y a usted”. Creo que viviendo la vida como servicio, en una Iglesia servidora, nos acerca más a nuestro maestro, Jesucristo.

¿Se volvió a la pastoral directa, cansado de la diplomacia?
No diría cansado de la diplomacia, porque la labor en las nunciaturas no creo que sea cansina, al contrario. Pedí a mis superiores en la Secretaría de Estado regresar a la diócesis movido ciertamente por un deseo de una pastoral más directa con el Pueblo de Dios, que en definitiva estaba en el origen de mi vocación sacerdotal, y tomando en cuenta la realidad de mi diócesis. Pero, como siempre digo, los años de servicio a la Santa Sede fueron muy interesantes, de mucha riqueza el poder compartir con la Iglesia en tantos países distintos y variados entre sí. Además guardo muy buen recuerdo y muchas amistades de aquellos años.
En una sociedad tan secularizada como la nuestra, ¿el episcopado sigue siendo un honor (además de un servicio, claro)?
En el mundo actual, en particular en Europa, no creo que se pueda considerar el episcopado un “honor” en ese sentido más de privilegio o superioridad. Desde luego que tiene más de cruz que de honores humanos. Con frecuencia, la mayoría de los “errores” que pueda haber en una diócesis se le achacan a los “obispos”, y entiendo que, en último término, tendrá su parte también de responsabilidad, pero no exclusiva, en muchos casos. Somos corresponsables en el bien y en el mal, aunque cada uno asuma su grado de responsabilidad en función del ministerio que desempeña. Pero visto desde esa perspectiva de cruz, no en sentido victimista, sino desde una sana teología de la cruz como la de S. Pablo… creo que podríamos hablar de “honor”, es decir, el honor de poder servir a la comunidad eclesial, el honor de buscar la unidad en la fe y en la caridad, el honor de seguir los pasos de aquel que, siguiendo la voluntad del Padre, se entregó por nosotros y por nuestra salvación.
¿Teme que la tentación del poder pueda insinuarse en su corazón?
De esa tentación nadie está exento. Lo importante es pedir, lo que Jesús dejó consignado en el Padrenuestro, que “no nos deje caer”. Ciertamente por mi parte haré todo lo posible para que así sea. Que viva el ministerio episcopal desde el servicio humilde al Pueblo de Dios que me ha sido confiado y a la sociedad en general.

Un canario para Tenerife: El conocimiento de la tierra y del alma canarias ya lo tiene, ¿verdad?
Yo diría que sí. Aunque es cierto que cada isla del archipiélago tiene su identidad e idiosincrasia, existe un trasfondo común de los canarios del que ciertamente participan. Entre las dos provincias en el pasado ha estado el llamado “pleito insular”, que quizás también se den en otras comunidades autónomas. Pero me parece que hoy en día eso ha quedado más relegado a los deportes, en particular al fútbol, y a las murgas de carnaval; aunque también a veces los políticos hacen uso de esa supuesta “tensión”. Pero desde luego que como grancanario nunca la he experimentado ni creo que mis amigos de la provincia de Santa Cruz de Tenerife lo hayan vivido por parte de la otra provincia, de Las Palmas. Muestra de ello es la muy buena acogida que ha tenido este nombramiento en ambas diócesis, lo que ha favorecido desde luego un mayor sentimiento de sentirnos un solo pueblo y una sola Iglesia.
¿Su idea de fondo es sacudir a la Iglesia tinerfeña y ponerla realmente en salida y en clave sinodal?
Efectivamente ese es el camino de la Iglesia, subrayado de modo particular en estos últimos tiempos: una iglesia con una clara opción misionera vivida desde la sinodalidad. Yo quisiera también hacer mi humilde aportación en ese camino que la Diócesis nivariense, como tantas otras, están viviendo. El actual Plan de Pastoral diocesano hace esa apuesta misionera. Yo no tengo intención de “sacudir” mucho, pero sí creo que todos, también yo, necesitamos ser “sacudidos” por el Espíritu Santo, el mismo Espíritu que en Pentecostés hizo temblar el lugar donde se encontraron reunidos los Apóstoles y María.
Infancia Robada de Canarias, a través de su presidente Ciro Molina, le sugirió que pidiese perdón públicamente a las víctimas de abusos del clero en la catedral. ¿Cumplirá su petición?
Como he tenido ocasión de decir ya, no tengo dificultad ninguna en pedir perdón por los casos de abusos verificados en el seno de la Iglesia. Y además lo hago con la convicción de que el poder pedir perdón y ser perdonado es una de las experiencias que muestran la grandeza del ser humano, creada a imagen de Dios. Hablo de un perdón de corazón, viviendo en solidaridad con el dolor de la víctima, no un perdón exterior, de cara a la galería. Como dije antes, somos corresponsables en el bien y en el mal, cada uno en su medida. Diría más aún, me parece que la falta de humildad para reconocer los errores y pecados y pedir perdón es lo que lleva a esta sociedad y a quienes la forman a vivir en esa confrontación constante, a tanta violencia, en cualquier nivel: tanto entre personas como entre pueblos o naciones. El camino del perdón es el que sana los corazones heridos y hace que las personas recuperen su dignidad perdida.

¿La reparación de las víctimas de abuso ha de ser integral, incluyendo también la económica?
Por supuesto, pero subrayo integral. Hay un aspecto humano y espiritual que también necesita ser reparado, y que no se puede obviar cayendo solamente en una “obsesión” por el dinero. El daño causado es el que debe ser reparado. Me entristecería meternos en una espiral economicista, fruto de esta sociedad neoliberal y consumista, donde parece que todo tiene un precio y todo se puede pagar o vender, como se ha visto en otros países y en otros ámbitos, también en los de la atención sanitaria, los seguros, etc. En este sentido me parece loable que nuestra Conferencia Episcopal tenga un plan de reparación aprobado, que contemple todos estos aspectos de forma integral.
¿Conoce por experiencia a algunos emigrantes llegados por la ruta canaria?
Sí, por supuesto. Pero no solo los que provenientes en su mayoría del continente africano llegan por pateras o cayucos a nuestras costas, sino también los que siguen otra ruta, como son los latinoamericanos o de otros países, incluso europeos, que entran en nuestro país por otros medios e intentan labrarse un futuro en medio de nosotros.
¿La Iglesia siempre defenderá el derecho a poder emigrar?
Creo y espero que sí. No se trata de un tema meramente social y coyuntural. Es una realidad presente en la doctrina de la Iglesia, cuyo fundamento encontramos en la Palabra de Dios. No solo por aquel recuerdo de la confesión de fe: “mi padre fue un arameo errante”, sino porque así aparece en las mismas palabras de Jesús en el evangelio de Mateo: “fui forastero y extranjero y me acogisteis” (Mt 25).
¿Para cuándo la soñada provincia eclesiástica canaria?
Pues no sé. Es un tema que de cuando en cuando reaparece en las conversaciones. Lo que sí me parece más importante es seguir avanzando en una mayor comunión y trabajo coordinado entre ambas diócesis canarias como se está haciendo ya en muchos ámbitos: Cáritas, pastoral de migraciones, Instituto de teología, seminario… Más que la figura jurídica de una provincia eclesiástica, creo que hay que seguir apostando por reforzar los lazos de comunión y de misión, desde la clave de la sinodalidad, en el respeto legítimo de la idiosincrasia de cada una de las Iglesias particulares.

¿Por qué seguimos necesitando al Papa Francisco al frente del timón eclesial?
Bueno, yo creo que lo seguimos necesitando ante todo porque entendemos que el Espíritu Santo lo ha llamado para esa misión. Pero también por su persona, su enseñanza, sus gestos… que cobran especial relevancia en el actual contexto eclesial y sociopolítico. Siempre han hecho falta voces, diríamos proféticas, que nos recuerden la verdad del ser humano y que nos ayuden a llevar a cabo la misión que Cristo ha encomendado a su Iglesia.
Etiquetas