Misiones

Al comenzar el otoño, sor Consuelo hablaba en la catequesis a los niños del Domund. Y un día participó con una pequeña charla un humilde misionero, vestido con un sencillo pantalón oscuro y una cazadora azul, que venía de la India para recabar fondos.



A Fernando, de 9 años, le impresionaron mucho las palabras de sor Consuelo y la charla del misionero humilde. Lo contó en casa, pero su padre, aún parado por la crisis, se negó a colaborar. Al día siguiente, Fernando se lo contó triste a sor Consuelo. La monjita lo comprendió en seguida, le tomó las manos y le dijo:

-No importa que no aportes dinero. Piensa qué puedes dar tú.

Fernando lo pensó despacio y, como sabía que sus padres no le dejarían irse a la India de misionero con 9 años, decidió empezar a serlo en la propia Albera.

Pidió por las casas y por las tiendas paquetes de comida no perecedera, y organizó rifas, a favor de los parados de Albera que aún pasaban estrecheces por la crisis. Creyó que nadie le contestaría, pero en unos días se encontró con una cantidad de comida ingente, que no sabía dónde almacenar. Y fondos procedentes de las rifas.

Acudió a sor Consuelo, quien le dijo:

-De mayor serás el nuevo Vicente Ferrer.
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