Modelo

Había en Albera una joven muy gruesa, que andaba despacio por la calle, despertaba las burlas de los niños a su paso, y lo que le era aún peor, las miradas silenciosas de los adultos, algunos de los cuales después cuchicheaban de ella, sentados tranquilos en la terraza de algún bar cómodo y sombreado.



A tal punto que la joven ya apenas salía a la calle, pues siempre se repetía la misma parafernalia infernal a su costa, tan cruel como inocente e impune.

Una mañana la chica tuvo que salir a comprar. Las risas y los chismorreos menudearon por su trayecto. Incapaz de soportarlo más, la chica se encaminó a un parque cercano, donde se sentó a llorar desconsolada en un banco.

Por allí pasó sor Consuelo, con prisa para acudir a sus obras de piedad. Pero se detuvo a ver a la muchacha y le preguntó lo que le pasaba.

-Nacer para esto -lloraba la joven con la cara entre las manos-. ¿Dónde está Dios?

Sor Consuelo se sentó junto a ella, le explicó que era preferida de Dios, una santa por dentro, y le preguntó lo que le gustaría ser en la vida. La joven repuso ingenua:

-De niña quería ser modelo.

-Muy bien -dijo sor Consuelo-. Lo conseguirás. Vamos a pensar cómo hacerlo.
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