El cineasta
La película de Roman Polanski que más gustaba a sor Consuelo era El pianista, pero aún más le impactó la vida del director: El niño huérfano superviviente del Holocausto, con esa mirada de astuto ratoncillo; el joven brillante triunfador en el cine; el asesinato de su esposa embarazada, Sharon Tate, en 1969, a manos de Charles Manson y su "Familia", como si la tragedia le persiguiese en su vida; la posterior acusación de violación a Samantha Geimer, una menor, en 1977, que aún le impide a Polanski pisar los Estados Unidos.
Sor Consuelo ató cabos y fechas en Internet. Se transportó al edificio de apartamentos Dakota, en Manhattan, 1968, donde Polanski proyectaba rodar La semilla del diablo, por consejo de su productor Richard Sylbert. Aunque en el edificio vivían bastantes artistas, muchos vecinos no querían que se rodara allí semejante película, y a Polanski no le parecían lo bastante siniestros sus pasillos.
Al director le desagradó ver a una monja en la entrada del edificio. Sor Consuelo se acercó, le pidió un autógrafo y le preguntó mientras se lo firmaba:
-¿Cree usted en Dios?
-No.
-¿Y en el diablo?
Polanski alzó los ojos del papel para mirar a sor Consuelo.
-No me gustan las monjas -dijo-. Casi toda mi familia murió en el Holocausto y Dios no hizo nada por nosotros, porque no existe.
-Dios le salvó a usted y le convirtió en un gran director de cine.
Esta vez Polanski la miró con curiosidad.
-¿Qué quiere de mí, hermana?
Sor Consuelo no le contó todos los detalles truculentos de lo que iba a pasar, sólo algunas cosas y la mitad inventadas por su caprichosa fantasía. Fue suficiente. Cuando la monjita desapareció por Internet de vuelta al siglo XXI, Polanski telefoneó a Sylbert:
-No vamos a filmar Rosemary's Baby. Demasiados problemas. Lo siento. Ni siquiera queréis que la protagonice mi mujer.
-La protagonista será Mia Farrow, ya está firmado, tanto si te gusta como si no.
-Pues jamás rodaré esa película. Ni volveré a trabajar contigo.
Polanski no pudo comprarse una mansión hasta 1974, cuando rodó Chinatown. Hasta entonces, pasó estrecheces con su esposa Sharon Tate y el primer hijo de ambos. Pero fueron felices y estuvieron tan enfrascados en sus carreras y deberes familiares, que Polanski ni llegó a conocer a Samantha Geimer. Estaba demasiado ocupado solventando problemas para convertirse en el mejor director de cine del mundo.
Sor Consuelo ató cabos y fechas en Internet. Se transportó al edificio de apartamentos Dakota, en Manhattan, 1968, donde Polanski proyectaba rodar La semilla del diablo, por consejo de su productor Richard Sylbert. Aunque en el edificio vivían bastantes artistas, muchos vecinos no querían que se rodara allí semejante película, y a Polanski no le parecían lo bastante siniestros sus pasillos.
Al director le desagradó ver a una monja en la entrada del edificio. Sor Consuelo se acercó, le pidió un autógrafo y le preguntó mientras se lo firmaba:
-¿Cree usted en Dios?
-No.
-¿Y en el diablo?
Polanski alzó los ojos del papel para mirar a sor Consuelo.
-No me gustan las monjas -dijo-. Casi toda mi familia murió en el Holocausto y Dios no hizo nada por nosotros, porque no existe.
-Dios le salvó a usted y le convirtió en un gran director de cine.
Esta vez Polanski la miró con curiosidad.
-¿Qué quiere de mí, hermana?
Sor Consuelo no le contó todos los detalles truculentos de lo que iba a pasar, sólo algunas cosas y la mitad inventadas por su caprichosa fantasía. Fue suficiente. Cuando la monjita desapareció por Internet de vuelta al siglo XXI, Polanski telefoneó a Sylbert:
-No vamos a filmar Rosemary's Baby. Demasiados problemas. Lo siento. Ni siquiera queréis que la protagonice mi mujer.
-La protagonista será Mia Farrow, ya está firmado, tanto si te gusta como si no.
-Pues jamás rodaré esa película. Ni volveré a trabajar contigo.
Polanski no pudo comprarse una mansión hasta 1974, cuando rodó Chinatown. Hasta entonces, pasó estrecheces con su esposa Sharon Tate y el primer hijo de ambos. Pero fueron felices y estuvieron tan enfrascados en sus carreras y deberes familiares, que Polanski ni llegó a conocer a Samantha Geimer. Estaba demasiado ocupado solventando problemas para convertirse en el mejor director de cine del mundo.