Encuesta vs. Propuesta



Mientras el mundo gira a la deriva, cuando se hace más necesaria una presencia que invierta la falta de ecología integral; o cuando estamos ante un nuevo debate educativo, la delegación episcopal de enseñanza de Madrid, con un paternalismo agotador, envía una ENCUESTA por correo electrónico a los profesores de religión de todos los niveles educativos, en cuyo cuerpo del mismo, sostiene con la vehemencia de los redentores, que:

“En el texto (de la encuesta), para mayor simplificación, no aparecen los Objetivos que nos están moviendo a todos en el hacer de cada día y que recordamos a continuación:

1. Promover la dimensión EVANGELIZADORA de la Enseñanza Religiosa Escolar y de su Profesorado.
2. Apoyar el trabajo del Profesor Cristiano como testigo de la Fe en la Escuela”.


No solo es una encuesta nominativa, sino que busca un especial control del profesorado y el aplauso fácil. Es lo que se denomina “una encuesta basura”, es decir, una encuesta que no pretende lo que propone. Pero también es contradictoria con lo que, por otra parte, se sostiene en la campaña a favor de la matriculación en la asignatura de religión.

En la citada encuesta, se pide a los profesores de religión que indiquen dos aspectos positivos y a mejorar, referidos a la actividad en el aula: Programaciones, preparación de clases, ambiente, relación con los alumnos; relación con los padres; alumnos con necesidades educativas especiales…



También sobre la relación con las/os compañeras/os de centro, la directiva y la parroquia a la que pertenece el colegio (sic). Se pide valorar, especialmente, los cursos, seminarios o grupos de trabajos propuestos por la Delegación de Enseñanza. Es evidente que solo se podrán valorar aquellas actividades a las que se haya asistido.

Respecto a los “encuentros” que ha ofrecido la Delegación a lo largo del curso escolar, se requiere encarecidamente valorar la propia implicación, la participación, la significatividad y los contenidos, como si los profesores de religión fuesen adolescentes en un campamento de verano en una especie de confesión comunitaria.

Parece clara la aspiración proselitista e infantiloide de la encuesta, que muestra las manidas y vigentes dudas sobre el profesorado de religión, sobre su madurez personal y su propio criterio.

A colación de todo ello, por otro lado, tenemos los motivos por los que, según la Comisión de Enseñanza y Catequesis (CEE), descienden los alumnos en esta enseñanza, apuntando “la secularización que vive nuestro país, que introduce una censura de la dimensión religiosa de la persona humana”. También sostienen, en el Plan Pastoral que: “en la vida pública, el silencio sobre Dios se ha impuesto como norma indiscutible. Este silencio va produciendo una falta generalizada de aprecio y de valoración no sólo del cristianismo, sino de cualquier referencia religiosa. Cada vez más la mentalidad de nuestros conciudadanos, también de no pocos cristianos, y especialmente de las generaciones nuevas, se va haciendo pragmática, sin referencias habituales a Dios y a la vida eterna”.



Por último, insisten y nos recuerdan que la enseñanza religiosa escolar forma parte del derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones religiosas. Pero siendo ello cierto, no hay que olvidar que su presencia en el horario escolar es debido al Acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede en materia de Enseñanza y Asuntos Culturales de 1979, pues el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones religiosas, podría ejercerse fuera del currículo.

Pero debemos preguntarnos si es cierto ese silencio sobre Dios, o si verdaderamente existe el indicado pragmatismo de las nuevas generaciones, o si por el contrario, es la forma de presentar a Dios en las programaciones, o la utilización torticera de una dimensión evangelizadora en la escuela; tal vez es el olvido de la pobreza, la desigualdad y la exclusión en la enseñanza religiosa escolar, la que rechazan nuestros conciudadanos.

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