Por qué decir laicidad cuando quieren decir laicismo
Recientemente se ha recibido en los centros públicos de enseñanza de la Comunidad de Madrid, una llamada «Carta de la laicidad en la enseñanza», que dice ser una traducción del texto publicado por el Ministerio de Educación de la República Francesa de septiembre de 2013. Mucho se ha esperado para una traducción que pretende ser fundamental.
El pilar del texto traducido es el siguiente: «La enseñanza debe ser laica, excluye de la docencia la ideología, religión o creencias».
El texto no ha asumido que sus referencias no son la laicidad sino el laicismo, y que la pretendida Carta no contiene más que notas de urbanismo escolar que pretende influenciar deslizando un concepto manido y erróneamente utilizado: «laicidad».
En todo caso, sus autores o traductores, ignoran que el Tribunal Constitucional ha manifestado que nuestra Constitución española,
Y es que el término laicismo es un término ambiguo e ideológico, pues para unos es una noción redundante, para otros es una noción ambigua, pero en todo caso su sentido no es unívoco, e incluso, es una noción inútil, al faltar de aquella claridad y univocidad de significado que exige el rigor jurídico.
También parecen ignorar o simplemente preterir, lo que Victoria Camps, en su obra Virtudes públicas, ya sostenía en 1990: «la escuela tiene la obligación de transmitir determinados valores, porque la educación no está libre de valores. Tiene que ser ideológica. Si educar es dirigir, formar el carácter o la personalidad, llevar al individuo en una determinada dirección, la educación no puede ni debe ser neutra. Las finalidades educativas son valores en la medida en que son opciones, preferencias, elecciones».
En definitiva, que el laicismo no tiene cabida en nuestro ordenamiento jurídico ni en las escuelas públicas, porque es una concepción, tal y como sostiene M. Rhonheimer, esencialmente arreligiosa y antirreligiosa (laicismo integrista o integrismo laicista). Esta forma es la que la Iglesia no puede aceptar, porque este laicismo concibe la religión -y toda influencia de cualesquiera instancias religiosas en la vida pública- como un peligro para la libertad y una subversión de la democracia.
Pero las preguntas sustanciales siguen siendo las siguientes: ¿Deja de ser laica una escuela por el hecho de que exista una asignatura de religión de seguimiento libre? ¿Va contra el principio de igualdad la evaluación, a todos los efectos, de la asignatura de religión? Es evidente que no, pero la ideología, religión o creencias de algunos defensores del laicismo integrista quiere imponerse a todos. ¡Vade retro!