De anglicanos a católicos
Mons. Felipe Arizmendi Esquivel / CEM. 16 de diciembre.- Miles de fieles de la Iglesia Anglicana (se habla de casi cuatrocientos mil), unos mil sacerdotes y algunas decenas de obispos de esa confesión religiosa, han solicitado ser admitidos en la Iglesia Católica. En forma personal, ya lo han hecho muchos otros, como el ex - primer Ministro Tony Blair. Ahora la petición es masiva.
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Miles de fieles de la Iglesia Anglicana (se habla de casi cuatrocientos mil), unos mil sacerdotes y algunas decenas de obispos de esa confesión religiosa, han solicitado ser admitidos en la Iglesia Católica. En forma personal, ya lo han hecho muchos otros, como el ex - primer Ministro Tony Blair. Ahora la petición es masiva.
Su conversión al catolicismo es por su desacuerdo con la decisión que el Sínodo General de esa denominación tomó, desde 1992, de autorizar el sacerdocio femenino, contra toda la Tradición eclesial. Más recientemente, esa Iglesia aceptó también la ordenación de clérigos homosexuales. Los conversos consideran que esas decisiones son totalmente contrarias al sendero marcado por Jesús para su Iglesia, y reconocen que la Iglesia Católica se ha mantenido fiel a la más auténtica Tradición.
El Papa ha decidido no sólo aceptarlos en la comunión católica, sino que les ha autorizado conservar muchas de sus tradiciones, creando para ellos una estructura canónica adecuada a su historia y a su realidad.
JUZGAR
En la Constitución Apostólica sobre la institución de Ordinariatos personales para anglicanos que entran en la plena comunión con la Iglesia Católica, promulgada por el Papa Benedicto XVI el 4 de noviembre pasado, se parte de un principio básico: “La Iglesia, pueblo reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, fue instituida por nuestro Señor Jesucristo como el sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano. Toda división entre los bautizados en Jesucristo es una herida a lo que la Iglesia es y a aquello para lo que la Iglesia existe; de hecho, contradice clara y abiertamente la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y perjudica a la causa santísima de predicar el Evangelio a toda criatura. Precisamente por esto, antes de derramar su sangre por la salvación del mundo, el Señor Jesús oró al Padre por la unidad de sus discípulos”.
Aceptar a quienes pertenecían a la Iglesia Anglicana y ahora piden ser admitidos como católicos, no es un proselitismo convenenciero, sino un proceso de buscar la unidad eclesial querida por Cristo, dentro de un legítimo pluralismo de tradiciones religiosas. Podrán celebrar “las acciones litúrgicas según los libros propios de la tradición anglicana, aprobados por la Santa Sede, con el objetivo de mantener vivas en el seno de la Iglesia católica las tradiciones espirituales, litúrgicas y pastorales de la Comunión anglicana, como don precioso para alimentar la fe de sus miembros y riqueza para compartir”.
Un punto de particular delicadeza es el referente al celibato sacerdotal; allá no se exige; en la Iglesia católica latina sí. Sin embargo, desde hace tiempo se conceden excepciones, como lo hizo Pablo VI desde 1967, en su encíclica Sacerdotalis coelibatus. La norma actual dice: “Los ministros no casados deben atenerse a la norma del celibato clerical según el canon 277,1”. De ordinario, se “admitirá sólo a hombres célibes al orden del presbiterado”; pero se podrá “pedir al Romano Pontífice, en derogación del canon 277,1, que admita caso por caso al orden sagrado del presbiterado también a hombres casados”. Esto no significa que en un futuro cercano se quitará el requisito del celibato para ser sacerdote católico, sino atender a situaciones particulares y no poner más obstáculos a la comunión eclesial.
ACTUAR
Demos gracias a Dios por este reencuentro de hermanos creyentes en Cristo. Sintámonos felices de ser católicos, pues Dios nos ha regalado el tesoro de estar en su Iglesia, la que Jesús fundó y la que ha conservado la más auténtica tradición, en fidelidad al Evangelio.
Seamos coherentes con nuestra fe y no, por nuestras malas obras, alejemos a quienes buscan sinceramente a Dios, y por nuestros antitestimonios se apartan de su Iglesia. Abramos el corazón a quienes buscan la verdadera religión, van de una iglesia a otra, y luego se quedan sin ninguna. No puede haber cristianismo sin Iglesia, pues Jesús confió a su Iglesia, presidida por Pedro y sus sucesores, continuar su misma obra de salvación.
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
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Miles de fieles de la Iglesia Anglicana (se habla de casi cuatrocientos mil), unos mil sacerdotes y algunas decenas de obispos de esa confesión religiosa, han solicitado ser admitidos en la Iglesia Católica. En forma personal, ya lo han hecho muchos otros, como el ex - primer Ministro Tony Blair. Ahora la petición es masiva.
Su conversión al catolicismo es por su desacuerdo con la decisión que el Sínodo General de esa denominación tomó, desde 1992, de autorizar el sacerdocio femenino, contra toda la Tradición eclesial. Más recientemente, esa Iglesia aceptó también la ordenación de clérigos homosexuales. Los conversos consideran que esas decisiones son totalmente contrarias al sendero marcado por Jesús para su Iglesia, y reconocen que la Iglesia Católica se ha mantenido fiel a la más auténtica Tradición.
El Papa ha decidido no sólo aceptarlos en la comunión católica, sino que les ha autorizado conservar muchas de sus tradiciones, creando para ellos una estructura canónica adecuada a su historia y a su realidad.
JUZGAR
En la Constitución Apostólica sobre la institución de Ordinariatos personales para anglicanos que entran en la plena comunión con la Iglesia Católica, promulgada por el Papa Benedicto XVI el 4 de noviembre pasado, se parte de un principio básico: “La Iglesia, pueblo reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, fue instituida por nuestro Señor Jesucristo como el sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano. Toda división entre los bautizados en Jesucristo es una herida a lo que la Iglesia es y a aquello para lo que la Iglesia existe; de hecho, contradice clara y abiertamente la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y perjudica a la causa santísima de predicar el Evangelio a toda criatura. Precisamente por esto, antes de derramar su sangre por la salvación del mundo, el Señor Jesús oró al Padre por la unidad de sus discípulos”.
Aceptar a quienes pertenecían a la Iglesia Anglicana y ahora piden ser admitidos como católicos, no es un proselitismo convenenciero, sino un proceso de buscar la unidad eclesial querida por Cristo, dentro de un legítimo pluralismo de tradiciones religiosas. Podrán celebrar “las acciones litúrgicas según los libros propios de la tradición anglicana, aprobados por la Santa Sede, con el objetivo de mantener vivas en el seno de la Iglesia católica las tradiciones espirituales, litúrgicas y pastorales de la Comunión anglicana, como don precioso para alimentar la fe de sus miembros y riqueza para compartir”.
Un punto de particular delicadeza es el referente al celibato sacerdotal; allá no se exige; en la Iglesia católica latina sí. Sin embargo, desde hace tiempo se conceden excepciones, como lo hizo Pablo VI desde 1967, en su encíclica Sacerdotalis coelibatus. La norma actual dice: “Los ministros no casados deben atenerse a la norma del celibato clerical según el canon 277,1”. De ordinario, se “admitirá sólo a hombres célibes al orden del presbiterado”; pero se podrá “pedir al Romano Pontífice, en derogación del canon 277,1, que admita caso por caso al orden sagrado del presbiterado también a hombres casados”. Esto no significa que en un futuro cercano se quitará el requisito del celibato para ser sacerdote católico, sino atender a situaciones particulares y no poner más obstáculos a la comunión eclesial.
ACTUAR
Demos gracias a Dios por este reencuentro de hermanos creyentes en Cristo. Sintámonos felices de ser católicos, pues Dios nos ha regalado el tesoro de estar en su Iglesia, la que Jesús fundó y la que ha conservado la más auténtica tradición, en fidelidad al Evangelio.
Seamos coherentes con nuestra fe y no, por nuestras malas obras, alejemos a quienes buscan sinceramente a Dios, y por nuestros antitestimonios se apartan de su Iglesia. Abramos el corazón a quienes buscan la verdadera religión, van de una iglesia a otra, y luego se quedan sin ninguna. No puede haber cristianismo sin Iglesia, pues Jesús confió a su Iglesia, presidida por Pedro y sus sucesores, continuar su misma obra de salvación.
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas