El IUEM entregó el II Premio Padre Arrupe a los derechos humanos Francisco: "Abramos más los ojos, los oídos y las manos a los que sufren hambre, injusticia y violencia, agravados por la pandemia"
El Papa Francisco abrió la ceremonia, que tuvo un recuerdo por el padre Nicolás
Cardenal Czerny: “El COVID-19 no solo agrava las violaciones de los derechos humanos que ya se están dando, sino que actúa como un amplificador, una lupa o una radiografía que revela las inmorales estructuras sociales presentes en el mundo"
Tom Smolich, sj director internacional del JRS: “Inspirados en la visión del Padre Arrupe, imaginamos un mundo en el que los refugiados y otras personas desplazadas por la fuerza tengan protección, oportunidades y puedan ser partícipes de su propio destino”
Tom Smolich, sj director internacional del JRS: “Inspirados en la visión del Padre Arrupe, imaginamos un mundo en el que los refugiados y otras personas desplazadas por la fuerza tengan protección, oportunidades y puedan ser partícipes de su propio destino”
El Papa Francisco daba inicio a la entrega del II Premio Padre Arrupe con unas palabras de recuerdo a los más desfavorecidos en este tiempo de pandemia y a la inspiración de Pedro Arrupe. Todo un honor y una alegría, sentir la presencia de Francisco animando y reforzando la labor que cotidianamente viene desarrollo el Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones (IUEM) desde hace más de 25 años.
El IUEM de la Universidad Pontificia Comillas ha entregado hoy el II Premio Padre Arrupe a los Derechos Humanos, un galardón otorgado a personas e instituciones que destacan por su labor en la defensa y promoción de los Derechos Humanos desde el ámbito de las migraciones y el refugio. Se entregan dos premios anualmente, uno de carácter general y otro más específico en el terreno del periodismo y la comunicación.
El IUEM desde sus orígenes en 1994 nació con la vocación de transformar nuestro contexto social y dar una respuesta desde la universidad en el ámbito de las migraciones internacionales y la cooperación al desarrollo. El IUEM está formado por un equipo interdisciplinar que cuenta con investigadores y docentes procedentes de distintas disciplinas de las ciencias sociales y humanas.
El Cardenal Michael Czerny, SJ fue este año el encargado de entregar los premios en un evento virtual debido a la pandemia del COVID-19. Todo un honor contar con uno de los responsables de la Sección Migrantes y Refugiados del Vaticano. El cardenal además de acercarnos al P. Francisco, ayudó a mirar estos tiempos complejos, inspirado en la figura de Arrupe: “El COVID-19 no solo agrava las violaciones de los derechos humanos que ya se están dando, sino que actúa como un amplificador, una lupa o una radiografía que revela las inmorales estructuras sociales presentes en el mundo.”
Arrupe, que fue superior general de los jesuitas, tuvo la conciencia de vivir en un mundo en cambio, un mundo al que mira con confianza. Un mundo en el que se zambulle desde una confianza existencial que brotaba de su fe, en el que intenta inculturarse y desde ese contexto dar una respuesta en unos tiempos complejos, cambiando las estructuras injustas y generando solidaridad.
Premiados por su compromiso en la defensa de los más vulnerables
El que fuera superior general de los jesuitas se conmovió por la realidad que vivían las personas refugiadas en el mundo y fruto de esa mirada nació el Servicio Jesuita a Refugiados, uno de los galardonados hoy. Su legado está presente en sus 40 años de historia que este año celebran desde el acompañamiento, servicio y defensa de las personas refugiadas en todos los rincones del mundo.
En palabras de Tom Smolich, sj director internacional del JRS: “Inspirados en la visión del Padre Arrupe, imaginamos un mundo en el que los refugiados y otras personas desplazadas por la fuerza tengan protección, oportunidades y puedan ser partícipes de su propio destino”.
Asimismo, el JRS se hizo presente desde Camboya, con el conmovedor testimonio de la Hna. Denise Coughlan y de todo el equipo del Servicio Jesuita a Refugiados, algunos de ellos ex-refugiados.
Arrupe nos invita a acercarnos a las fronteras de nuestro mundo, para transitar con aquellas personas que habitan esas tierras e iluminar sus alegrías y tristezas, los logros y las vulneraciones de derechos. A ese cometido ha empleado buena parte de su vida Jesús Blasco de Avellaneda, otro de los galardonados.
“No sé si he ayudado con mi periodismo a cambiar el mundo, si he removido conciencias, si he ablandado y agrandado corazones. Sigo moviéndome en un mundo sumido en la penumbra y en una profesión cada día más desvirtuada, pero sólo espero poder seguir muchos años más a esa pequeña luz que nunca ha dejado de brillar en mi corazón, en mi vida y en mi mundo.” compartía en su discurso Jesús Blasco.
Arrupe habitó un mundo en cambio y trata de ponerse a su ritmo, de pertenecer a él. No se sitúa en este mundo complejo como un mero observador, un analista, un científico aséptico o un inversor que saca provecho de la situación. Arrupe se siente perteneciente a esa humanidad en cambio, y nos invita en este tiempo cambiante y complejo que nos toca hoy vivir, a ponernos a su ritmo y pertenecer a él.
COVID-19 y migración
Vivimos una de las situaciones más complejas a nivel mundial desde que tenemos uso de razón. Muchos sentimientos fruto del aislamiento, del miedo, de vivirnos atrapados en el tiempo y de tocar la vulnerabilidad; junto a otros que nos hablan de cuidado, de generosidad, de solidaridad, de conectividad, de amor, de sentido de la vida, de fe y que nos devuelven a lo esencial.
Este tiempo de pandemia, como nos recordaba el cardenal Czerny, la presión es acuciante para algunos colectivos vulnerables, como lo son en muchos casos las personas migrantes, refugiadas y desplazadas. Como bien sabemos, un buen porcentaje de estas personas no tiene la oportunidad de cumplir el confinamiento con las suficientes garantías de higiene, pues viven hacinados en pisos minúsculos, a veces con problemas de violencia doméstica, con dificultad de suministro en servicios básicos, pérdida de empleo y de protección, incluso personas que enferman y que no tienen ni lo básico para desplazarse a un hospital o hacer llamadas telefónicas. Por no hablar del drama que viven las personas sin hogar o aquellas que se encuentran en centros de detención o bloqueados en las fronteras o en escalas que nunca pudieron seguir. De mismo modo, que aquellos que lo pierden todo y se ven obligados o forzados a retornar, incluso muchas veces dentro de sus propios países, como nos recuerda el P. Francisco en su Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado de este año.
Este tiempo también nos ha hecho reconocer como la población migrante trabaja en nuestros hospitales, cuida de los mayores, hace crecer las verduras y hortalizas que tenemos en el mercado, atiende o nutre los estantes en los supermercados, circula como transportista portando mercancías, en el mantenimiento de muchos sistemas básicos de infraestructuras,... Muchas de esas personas están sosteniendo el cuidado de la humanidad, algo que parece pasar desapercibido, pero que se hace más patente en estos momentos.
Que las palabras de Arrupe y el Premio que lleva su nombre nos estimulen a seguir caminando juntos: “No me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido”.