El roce hace el cariño Alberto Ares: "Caminar del extraño al huésped y pasar al vecino"

El roce hace el cariño
El roce hace el cariño

Los que sigan el mundo del deporte de la canasta conocerán a una pareja de jugadores fuera de lo normal, Kobe Bryant y Pau Gasol. Dos compañeros que se convirtieron en hermanos para formar una de las mejores parejas de la historia del baloncesto.

Creo que para que se posibilite el verdadero encuentro, como nos invita el Papa Francisco, tenemos que ayudar a poner unas bases, con políticas inclusivas que impulsen las condiciones de posibilidad para la inclusión, que apuesten por una formación en la diversidad, por una política de vivienda y de lucha contra la desigualdad que azota crecientemente nuestra sociedad, especialmente a nuestros barrios.

Para caminar del extraño al huésped y pasar al vecino, necesitamos generar espacios de encuentro donde todos formemos parte de un futuro compartido, y nos sintamos transformados y mejores.

Los que sigan el mundo del deporte de la canasta conocerán a una pareja de jugadores fuera de lo normal, Kobe Bryant y Pau Gasol. Dos compañeros que se convirtieron en hermanos para formar una de las mejores parejas de la historia del baloncesto. Dos personas con caracteres muy diferentes, con trayectorias vitales nada encontradas, pero que lograron sentirse familia. ¿Qué ocurrió en sus vidas? ¿Por qué se logró el milagro?

Pau llegó a un equipo ansioso de éxitos, liderado por una estrella indiscutible, pero dentro de un grupo de jugadores tensionado y con notables lagunas. Kobe era un jugador duro y exigente, que venía de pasar duros momentos personales; pero quizás la necesidad de lograr victorias, hizo que pusiera un impulso extra de su parte para que Pau se sintiera en casa desde el primer día. Le hablaba en castellano en los partidos, e intentaba acelerar su adaptación.

Gasol

En un equipo tensionado e individualista, Pau insufló un comportamiento amable, una mirada de equipo que modificó el clima emocional del grupo. Si algo Pau había aprendido y sembrado en la selección española que tantos laureles había obtenido era la importancia de jugar como equipo. Dos líderes con capacidades muy distintas, pero que lograron dar lo mejor de cada uno en beneficio del conjunto. Con el paso de los años llegaron las victorias que catapultaron al equipo con grandes promedios, estadísticas y “anillos”.

Sin lugar a duda, Pau hizo mejor a Kobe y Kobe hizo mejor a Pau. Kobe fallecía hace poco más de un año en un accidente de helicóptero junto a una de sus hijas. Pau escribía una carta tremendamente conmovido al año de su fallecimiento, “no hay un solo día en el que no te tenga presente en lo que hago”.

¿Qué podemos aprender de esta historia compartida en el camino de la vida? Dice un refrán castellano que el roce hace el cariño. Los que llevamos algunas horas de vuelo “rozándonos” en diferentes ocupaciones y lugares, nos damos cuenta de que este refrán es verdad, pero se necesitan una serie de condiciones.

¿A qué me refiero? Pues que para que el roce genere cariño se tienen que dar algunos supuestos. Normalmente que ambas personas o partes, pongan buena disposición para el encuentro, para intentar ponerse en los zapatos de la otra persona, respetando la diversidad, dejándose impactar por la novedad, creando un clima sano de relación, acogiendo lo bueno, siendo generoso y aprendiendo a lidiar con cierta frustración hacia lo nuevo.

Cuando en estos meses vemos lo que ocurre en Canarias con los flujos migratorios y los brotes de racismo que comienzan a florecer en ciertos barrios, uno se pregunta si realmente el roce hace el cariño. ¿Se dan condiciones sanas de vivienda y de encuentro en los barrios? ¿Se está educando en la diversidad para acoger y generar procesos de inclusión? ¿Dónde suele vivir la población migrante que llega y en qué condiciones? ¿Cómo afecta esto a la configuración misma de los barrios y de la gente que vive en ellos?

Creo que para que se posibilite el verdadero encuentro, como nos invita el Papa Francisco, tenemos que ayudar a poner unas bases, con políticas inclusivas que impulsen las condiciones de posibilidad para la inclusión, que apuesten por una formación en la diversidad, por una política de vivienda y de lucha contra la desigualdad que azota crecientemente nuestra sociedad, especialmente a nuestros barrios.

Para caminar del extraño al huésped y pasar al vecino, necesitamos generar espacios de encuentro donde todos formemos parte de un futuro compartido, y nos sintamos transformados y mejores, como en la historia de Pau y Kobe. Solo así lograremos recrear historias de amistad y vecindad como las que vamos sembrando desde hace años en España. Sólo así apreciaremos que verdaderamente el roce hace el cariño.

Una versión más breve de este ensayo se ha publicado en https://vidareligiosa.es/

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