Atacar a Francisco, ¿para qué?

(Publicado en "E anche il papa rema").- Se dice en Roma, y en medio mundo, que el Papa Francisco está soportando un fuerte enfrentamiento, que, según fuentes autorizadas, tiene sus raíces y sus protagonistas en la misma ciudad, en el mismo Estado, donde el Papa vive y desde el que Francisco gobierna a la Iglesia universal. Por supuesto, es comprensible que en la Iglesia universal haya personas o grupos que no están de acuerdo con la forma de ser y gobernar de este Papa. Como es también comprensible que haya quienes no están de acuerdo con algunas de las cosas que dice Francisco o que no le agrade a todo el mundo cómo este Papa dice algunas de las cosas que dice. Este tipo de desacuerdos ha sido siempre frecuente en la Iglesia. Y no tendría por qué llamarnos la atención. Y menos aún debería preocuparnos el desacuerdo de quienes no se identifican con el modo de ser o de hablar del actual sucesor de Pedro en la Iglesia.

Lo que sucede, en este momento, es que no se trata de que hay personas o grupos que no están de acuerdo con el Papa. El problema está en que se trata de personas o grupos que atacan al Papa. No es lo mismo el “desacuerdo” que el “ataque”. El desacuerdo se basa en la “diferencia”, lo que es inevitable y, en muchos casos, enteramente lógico. El ataque, sin embargo, no se limita a expresar la diferencia. Porque el que ataca a otro, lo que en realidad pretende es que el otro cambie. Y si no cambia, que se quite de enmedio, o sea, que se vaya a otra parte. Estamos, por tanto, ante una situación seria, muy seria. Yo me atrevería a decir que la Iglesia (no sólo el Papa) se enfrenta a un problema de raíces muy hondas. Y de imprevisibles consecuencias.

Así las cosas, la pregunta que a cualquiera se le ocurre es ésta: ¿Pero, qué ha hecho o qué ha dicho Francisco para que se le ataque como de hecho se le está atacando? Como es sabido, en la historia de la eclesiología se hizo famosa la tesis, propugnada por el cardenal Humberto y recogida por Graciano (D. XL. c. 6, col. 146), según la cual “el papa no ha de ser juzgado por nadie, a no ser que se encuentre que se ha desviado de la fe” (“a nemine iudicandus, nisi deprehendatur a fide devius”). Es la famosa tesis del “papa hereje”, que fue tema de ásperas discusiones durante siglos. No es cuestión de analizar ahora este asunto, que ya no ocupa lugar alguno en los tratados sobre la Iglesia. Pero vale la pena recordar este asunto. Al menos para preguntar a quienes atacan al Papa actual: ¿es que Francisco ha incurrido en alguna herejía? ¿es que se ha desviado de la fe de la Iglesia? Hablo de “la fe de la Iglesia”, no de “la fe de quienes atacan a Francisco”. Pero entonces, si es que no pueden demostrar que estamos ante un “papa hereje”, ¿qué es lo que en realidad pretenden quienes atacan a este Papa? ¿es que quieren un Papa “a su medida”? Que lo digan claramente. Y entonces sabremos a qué atenernos.

Y para terminar, sólo una cosa. Si los problemas, que tanto preocupan a algunos, son los problemas teológicos relativos a la familia, no vendría mal que los descontentos con Francisco se pongan a estudiar a fondo el “valor dogmático" de algunos enunciados doctrinales sobre la familia, que tan nerviosos ponen a determinados teólogos, a algunos obispos e incluso a ciertos cardenales. Que estudien a fondo este asunto. Si lo hacen con la debida competencia, honradez y sinceridad, seguro que se van a encontrar con esto: no hay en la Iglesia ni una sola afirmación doctrinal sobre la familia que sea un “dogma de fe”. Entonces, ¿a qué viene tanto ruido y tanto alboroto?
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