Ya es bien sabido – y “Religión Digital” lo ha publicado – que el episcopado más integrista y conservador de Estados Unidos se ha enfrentado al papa Francisco. Una tensión que ha brotado de la buena relación que Francisco mantiene con el presidente Biden, católico como ya antes había sido presidente, también católico de USA, J. F. Kennedy.

Como es bien sabido, el motivo de esta tensión cardenalicia con el Papa ha brotado por dos motivos: la doctrina sobre el aborto y la “sabia decisión de Biden”, que ha dado libertad para gestionar las patentes de las vacunas anti-coronavirus.

Como es lógico, aquí se podría discutir y, en la medida de lo posible, aportar alguna luz de claridad sobre el problema moral del aborto y el discutible y novedoso asunto económico de la propiedad de las patentes en cuanto afecta a la urgente solución que es necesario dar al problema mundial de las vacunas anti-coronavirus. Pero ocurre que, como es bien sabido, ni el problema del aborto está enteramente clarificado, ya que no existe un consenso universal sobre el momento a partir del cual el feto es y debe ser considerado y aceptado como ser humano y persona. Ni, menos aún, hemos tenido tiempo de elaborar una ética – aceptada universalmente – sobre los graves problemas económicos que brotan, en este momento, de la producción y distribución mundial de las vacunas anti-coronavirus.

Ahora bien, si tenemos en cuenta y tomamos en serio los graves problemas, que acabo de apuntar, resulta evidente que, en este momento, no se pueden tomar decisiones seguras y universalmente aceptables, relativas a los problemas que acabo de indicar. Problemas que han generado la tensión entre un importante sector del episcopado norteamericano y las preferencias que han manifestado tanto el presidente Biden, como el papa Francisco. 

La solución, por tanto, hay que buscarla por otro camino. Dicho más claramente, es necesario ir hasta el fondo del problema que genera esta situación. ¿Por qué este enfrentamiento entre los obispos integristas y el Presidente, que se suma a la decisión de papa Francisco?

No hay que ser un sabio, ni un talento excepcional, para darse cuenta de lo que realmente está ocurriendo. La situación se aclara cuando se afronta esta pregunta: ¿dónde está la raíz del problema? No hay que ser un talento para encontrar la respuesta. Una respuesta que queda patente cuando se afronta la raíz del problema. Es la respuesta a esta cuestión: a estos problemas, tan graves, ¿respondemos desde los intereses de la Religión? ¿Los resolvemos desde la generosidad del Evangelio?

Según sea la raíz determinante de nuestro pensamiento, así será la solución que podemos apostar a tantos problemas que nos rebasan. Que el papa Francisco piensa estos problemas desde la generosidad del Evangelio, no me cabe la menor duda. Que los obispos integristas piensan la moral y la gestión de la Iglesia desde sus propios intereses y conveniencias, me parece que es incuestionable.

¿Se comprende ahora dónde radica el fondo del problema y la clave de su solución? Por eso – y termino – ahora precisamente, cuando la Religión y sus intereses están en crisis, ahora es cuando se me abren los más amplios horizontes de esperanza.     

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