Laicos y familia

Como resultado del Sínodo, que ya está acabando, el Obispo de Roma y Cabeza de la Iglesia, Francisco, anuncia dos decisiones importantes: 1) Instituir un nuevo Dicasterio en la Curia Vaticana, la Congregación de Laicos y Familia. 2) El Papa, de acuerdo con el G9 (los nueve cardenales que ha elegido como consejeros suyos), tomará las decisiones pastorales que considere más convenientes para la familia.

Si algo queda claro, a la vista de estas decisiones, es que este papa ha visto claramente que, para el buen gobierno de la Iglesia, no basta el comportamiento ejemplar del propio papa. Además de ser un buen ejemplo de conducta evangélica, el papa tiene que ser legislador. Y tiene que saber tomar las decisiones que más apremian en este momento a la Iglesia.

Pues bien, las dos decisiones indicadas no se refieren al clero, sino a los laicos. Para darles - a ellos precisamente - más presencia y protagonismo en el gobierno de la Iglesia. De ahí que lo más lógico es que la nueva Congregación Vaticana sobre los Laicos y la Familia sea presidida, no por un clérigo (obispo, cardenal...), sino por un laico. Y, al ser una institución encargada de resolver los problemas relacionados con la familia, lo más lógico tendría que ser que su “prefecto” o presidente sea una persona casada y con familia, sin excluir que pudiera ser una mujer. ¿Por qué no? No hay dogma, ni ley (humana o divina) que lo impida, si el papa lo ve conveniente. Lo que interesa es que sea una persona con las mejores cualidades para ese cargo. Todo lo que no sea eso, son prejuicios infundados.

La otra cuestión se refiere a las decisiones que el papa tomará después de oír y sopesar todo lo que se ha dicho en el Sínodo de la Familia. En este orden de cosas, lo más esperanzador es que, después de mucho pensar, escribir y hablar sobre el complejo asunto de la familia, nadie ha podido decir y argumentar que tal asunto concreto es o roza un “dogma de fe”. No hay dogmas de fe en el tema de la familia. Por tanto, todo queda en manos de la prudencia y de la libertad pastoral del Papa. Y si la cosa es así, podemos sentirnos satisfechos y esperanzados. Porque de sobra sabemos que Francisco tiene una sensibilidad de cercanía al pueblo y a la gente en general, que ha sido el factor determinante para que, en este mundo global en que vivimos, sea considerado como uno de los hombres más influyentes en este momento. Estamos en manos de Dios, que, por su Espíritu, guía ahora a la Iglesia por el camino de descentralización y del acercamiento al pueblo, que son las líneas blancas que señalan el camino a seguir. ¿Y vamos a tener miedo a los que inventan rabietas o a quienes se ponen nerviosos porque no se hacen las cosas como a ellos les gustan?
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