¿ESTO ES POLÍTICA O TEOLOGÍA?

El pasado día 19, uno de los comentaristas de este blog, que se firma Adrian, escribió lo siguiente acerca de lo que, en la entrada anterior, he escrito sobre los templos vacíos: "No, usted no nos habla de religión, ni de teología, usted propone una suerte de política o moralidad, que no es lo propio de la religión... La Iglesia no debe ocuparse de la vida terrena, sino más bien de la eterna...".
Esta reflexión de Adrian me ha dado que pensar. Porque este visitante expresa lo que, sin duda, piensa mucha gente. Y lo que, a mucha gente, quizá le desagrada en este blog. Por eso me ha parecido importante decir lo que pienso sobre este asunto que, por otra parte, me parece capital.
No tengo que insistir en que respeto sinceramente el punto de vista de Adrian y de todos los que puedan pensar como él. Además, me explico que haya bastante gente que piensa así, cuando se habla de la religión y la teología. Porque eso es lo que se ha enseñado - y se sigue enseñando - en las catequesis, las clases de religión, en sermones y homilías, en muchas publicaciones relativas a estos temas.
Sin embargo, debo decir que no estoy de acuerdo con esa mentalidad. Porque, detrás de esa mentalidad, se oculta una teología que considero profundamente equivocada. Aquí me parece necesario informar que el debate teológico más serio y más fuerte, que se ha mantenido dentro de la Iglesia, en la segunda mitad del siglo pasado, se centró precisamente en este problema capital. Apenas terminada la segunda guerra mundial, estalló en Francia la gran controversia. Todo nació con un potente movimiento teológico, la Nouvelle Théologie, en la que destacaba una figura eminente, H. de Lubac, un jesuita francés, al que se unieron (con puntos de vista diferentes) otros grandes teólogos: K. Rahner, H. Urs von Balthasar, J. Alfaro... No es posible explicar aquí los argumentos y matices de esta controversia, la más profunda teológicamente de todo el siglo XX. El papa Pío XII, en 1950, en la encíclica Humani Generis puso serios reparos a esta "nueva teología". Pero el hecho es que esta forma de pensar terminó por imponerse en los teólogos más autorizados del último medio siglo.
El punto central de la cuestión está en esto: el ser humano, tal como de hecho existe, ¿es una realidad meramente "humana" y "natural"? ¿o es, desde su mismo origen, una realidad "sobrenatural"? La respuesta "teológica" (no "científica" o "filosófica") es que el ser humano, tal como Dios ha querido que exista, es un ser que no puede entenderse sino como "el acontecimiento de una autocomunicación sobrenatural de Dios". Por eso, como bien dijo K. Rahner, podemos (y debemos) hablar del ser humano como un "existencial sobrenatural". Es decir, toda la existencia humana, tal como Dios ha querido que exista, está elevada al orden sobrenatural.
La consecuencia, que se sigue de esto, es que todo lo verdaderamente "humano" y "natural" es, por eso mismo, también "divino" y "sobrenatural". De ahí que el ser humano experimenta y vive la condición divina y sobrenatural, no sólo cuando reza o realiza actos específicamente religiosos, sino en todo lo que es verdaderamente humano: en el trabajo y el descanso, en la calle y en la casa, en el quehacer cotidiano en todas su manifestaciones.
Es capital tener esto muy claro, para organizar nuestra vida como Dios quiere. Dios quiere que recemos y fomentemos nuestra fe en El. Pero igualmente quiere que hagamos cuanto esté a nuestro alcance por mejorar este mundo. Por eso, Jesús pasó por este mundo curando enfermos, dando de comer a los necesitados, ayudando a los excluidos... Según la teología más tradicional y antigua, Jesús hacía esas cosas para demostrar que era Dios. Pero ocurre que eso no se puede demostrar. Ni los teólogos más entendidos lo admiten así. Jesús hizo lo que hizo porque luchar contra el sufrimiento humano es lo más divino que podemos hacer los humanos. Este es el punto capital de la teología que presenta este blog. La teología en la que me pienso mantener a costa de todo lo sea necesario. Teología sin censura

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