Teología: ¿tres omisiones o tres ignorancias?

Me pregunto por qué la teología, la ciencia que trata de Dios y de sus atributos y perfecciones (RAE), no afronta debidamente - a mi modesta manera de ver - tres cuestiones que son determinantes en este momento: DIOS, el PODER, el DINERO. Me llama la atención que, en casi todas las librerías generales, es más grande y está mejor colocado el espacio dedicado a esoterismo que el de religión. Y no digamos, el de teología.

Hay tres grandes temas, que jamás interesaron tanto como interesan hoy: CORRUPCIÓN, POLÍTICA, ECONOMÍA. Son las tres cuestiones teológicas, que he indicado antes, pero en su versión laica o secular. ¿Qué pasa con asuntos de tanto calado, lo mismo en los parlamentos que en las catedrales?

1. DIOS. Es un hecho, sociológicamente demostrado, que no hay equivalencia entre “práctica religiosa” e “integridad ética”. Nos acabamos de enterar de gente de rezo y misa, incluso “profesionales de la religión”, que no son precisamente incorruptos ejemplares. ¿Y la teología no se pregunta por qué sucede esto? Con frecuencia ocurre que los más corruptos son los que hablan de Dios con más seguridad. ¿Qué Dios es ése? Lo primero que tendríamos que preguntarnos es: ¿por qué hablamos de Dios? ¿por qué, durante tantos miles de años, la gente ha necesitado a Dios y se lo ha “representado” como ha podido? En la Biblia, sin ir más lejos, se habla de Dios desde “representaciones” literalmente contradictorias: desde el Dios más violento hasta el Dios más entrañable y bueno. Pero sabemos que ambas cosas, a la vez, no pueden ser verdad. O lo uno o lo otro. Y es que, “a Dios nadie lo ha visto jamás” (Jn 1, 18). Porque Dios es, por definición, el Trascendente. O sea, Dios no está a nuestro alcance. Por eso, dictaminar autoritativamente: “Dios es así”, “Dios dice esto”, “Dios quiere esto”..., todo ese lenguaje es lo más falso que podemos pronunciar. Entonces, ¿prescindimos de Dios? Yo no digo eso. Lo que digo es que la tarea más urgente de la teología es explicarnos lo que significa, en este momento, la sentencia del Evangelio: “Lo que hicisteis con uno de estos (pobres, enfermos, presos, extranjeros...) a mí (el Señor) me lo hicisteis” (Mt 25, 17-40). Donde se fomenta o se permite la corrupción, no está Dios. Dios, más que cuestión de creencias, es cuestión de conducta.

2. PODER. A estas alturas, en la Iglesia no se ha hecho todavía una teología del poder: su origen, su finalidad, sus límites, quién puede ejercerlo, cómo tiene que ejercerlo, cuándo se debe y cuándo no se debe aceptar. Y todo esto, tanto en “lo religioso” como en “lo civil”. Lo que es tanto como hablar de un presunto poder “divino” y del necesario poder “humano”. Pero, ¿cómo se han de armonizar y deben convivir? Todo esto, antes de resolverlo mediante concordatos, es necesario precisarlo mediante una correcta teología. Pero, ya digo, tal teología no existe. ¿Qué se suele hacer? Echar mano de la gestión política. Y así, lo que ocurre tantas veces es que, en la Iglesia, los manejos políticos son más determinantes que el Evangelio. Pero, ¿tiene la Iglesia poder para anular, en la práctica, derechos fundamentales que competen a los ciudadanos en el moderno Estado de derecho?

3. DINERO. Nos quejamos del silencio del papa y los obispos ante la crisis económica. Pero, ¿tienen algo que decir en esta situación? ¿repetir la doctrina social de la Iglesia? Más allá de recomendaciones de buena voluntad, ¿sirve para algo esa doctrina? ¿por qué la Iglesia no ha hecho una sólida teología del dinero y la riqueza? Siempre me ha llamado la atención la insistencia y la fuerza con que el Evangelio habla de los ricos y el dinero. En el sermón del monte (Mt 6, 19-34), en las prohibiciones que Jesús impuso a los apóstoles cuando los envió a predicar (Mt 10, 9-10), en las numerosas parábolas que tienen como tema la riqueza y la pobreza (Mt 18, 23-35; 20, 1-16; Mc 12, 1-12; Mt 22, 1-14; 25, 14-30; Lc 12, 13-21; 15, 11-32; 16, 1-13; 16, 14-31), en la conducta del propio Jesús y las gentes que frecuentó en su vida, en toda esa documentación, ¿no hay base para hacer una teología desde la que se pueda decir una palabra certera para los gestores de la política y la economía, para los profesionales de la justicia, para los ciudadanos? Quien ha hecho una teología tan minuciosa sobre el sexo y la familia, ¿no podía haber hecho una buena teología sobre la economía? Si la ética protestante ha tenido tan serias consecuencias en la economía europea (M. Weber), ¿no se podía haber hecho una ética teológica determinante desde el Evangelio?

Dios, el poder, el dinero, en definitiva, un inmenso vacío, desde el que la Iglesia poco tiene que decir. Y es por eso, porque para mí es tan importante la Iglesia y su teología, es por lo que digo todo esto.
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