Torres Queiruga: elogio de la disidencia

Una de las cosas más sorprendentes, que llaman la atención en la reciente “Notificación sobre algunas obras del Prof. Andrés Torres Queiruga” (30. Marzo, 2012), publicada por la Comisión para la Doctrina de la Fe, de la Conferencia Episcopal Española, es que este documento, relativamente breve (no llega a seis páginas, en la edición que publica en internet la Conferencia Episcopal), la doctrina, que se expone en el documento, se justifica con 80 notas a pie de página. Es evidente que los autores de la Notificación han querido justificar sólidamente sus afirmaciones. Las 80 notas referidas se dividen en dos bloques, claramente perceptibles: el bloque de afirmaciones que reproducen las enseñanzas de Torres Queiruga, por una parte, y el bloque de las afirmaciones de los censores (el obispo Adolfo Montes y el teólogo José Rico Pavés), que cuestionan o rebaten las enseñanzas de Queiruga.
Pues bien, lo notable es que, cuando se trata de cuestionar o rebatir al Prof. Torres Queiruga, los censores no aducen argumentos tomados de la Biblia, de los Padres de la Iglesia o de los grandes teólogos (sólo he encontrado una cita de Sto. Tomás de Aquino). Es decir, para rebatir una teología sólidamente bíblica, patrística y enraizada en la más seria enseñanza de los grandes maestros te la teología cristiana, los censores echan mano de las enseñanzas del reciente Magisterio Eclesiástico, mezclando indistintamente lo mismo una cita del concilio de Trento que las enseñanzas del Catecismo de la Iglesia Católica o las doctrinas que ha presentado, en tiempos recientes, la Congregación para la Doctrina de la Fe, la Conferencia Episcopal Española o la Comisión Teológica Internacional. Y esto se hace de forma que no se especifica el valor teológico, vinculante para la fe, que tiene cada uno de esos documentos. Lo cual es preocupante. Porque ¿cómo va a tener el mismo valor doctrinal una enseñanza del Evangelio que lo que uno se encuentra en el Catecismo?
En el fondo, el pensamiento de los censores nos viene a decir: el Magisterio Eclesiástico afirma que esto es verdad o esto es mentira porque el mismo Magisterio dice que es verdad o es mentira. Mediante semejante procedimiento, la Revelación, que los censores quieren defender, en realidad queda desplazada. Y es sustituida por el Magisterio. Esto, desde el punto de vista de la historia de la teología cristiana, es grave. Porque, en definitiva, lo que se hace con eso es poner al Magisterio por encima de la Revelación divina.
Pero no sólo eso. Si algo ha intentado el Prof. Torres Queiruga, ha sido “repensar” los grandes tema de la teología cristiana. En este sentido, Torres Queiruga ha sido un innovador, dentro de la ortodoxia teológica. Lo cual exige una razonable dosis de “disidencia”. Si la teología se dedica a repetir lo que ya estádicho, nunca avanzará. Y nunca, por supuesto, dará respuesta a las nuevas cuestiones que los creyentes se plantean. Esto es lo que Torres Queiruga ha querido superar. Lo cual es laudable. Y es meritorio. Por eso, quiero terminar esta reflexión recordando lo que el dominico Y. Congar escribió a su madre, en sept. de 1956: “El papa actual (Pío XII), sobre todo desde 1950, ha desarrollado, hasta la manía, un régimen paternalista consistente en que él, y sólo él, dice al mundo y cada uno lo que hay que pensar y cómo hay que actuar. Pretende reducir a los teólogos al papel de comentaristas de sus discursos, sin que, sobre todo, puedan tener la veleidad de pensar algo, de tener cualquier iniciativa fuera de los límites de ese comentario: excepto, lo repito, en un margen muy estrecho, perfectamente acotado y vigilado, de problemas sin consecuencias”. Esto decía aquel emiente teólogo que, al final de sus días, fue nombrado cardenal de la Iglesia por el papa Juan Pablo II. El problema más serio está en que ahora la situación es más complicada. Porque ya no se trata sólo de repetir y comentar lo que ha dicho el papa, sino, además de eso, lo que dice cualquier cardenal, cualquier obispo o incluso el teólogo consejero de una comisión episcopal. ¿Y nos extrañamos de que la Iglesia tenga cada día menos credibilidad? ¿Y nos sorprende que, con estos procedimientos, los que mandan en la Iglesia sean los primeros que nos están dividiendo y enfrentando a los unos con los otros?
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