Votar en unas elecciones, ¿qué es eso?

El tema de las próximas elecciones preocupa ahora mismo a una notable mayoría de ciudadanos. Unos, porque quieren elecciones cuanto antes. Otros, porque las temen. ¿Qué hay en el fondo de esta situación? Yo comprendo los deseos y los miedos, que cunden por toda España, en cuanto se refiere a este complicado asunto. Pero lo mismo que comprendo lo que pasa, mucho me temo que el pantano contaminado, en el que estamos metidos, contiene en sus profundidades un virus extraño en el que nos da miedo pensar. El genio de Fedor Dostoievski puso en boca del Gran Inquisidor esta sentencia que le espetó a Jesús, cuando éste se atrevió, de repente, a dejarse ver un día en Sevilla: “Quieres ir por el mundo con las manos vacías, predicando una libertad que los hombres... no pueden comprender; una libertad que los atemoriza, pues no hay ni ha habido jamás nada más intolerable para el hombre y la sociedad que ser libres”.

Aquí está la clave de todo lo demás. Deseamos elecciones. Y las tememos. ¿Por qué? Afrontemos la cuestión sin miedo. En realidad, ¿Qué es votar en unas elecciones?

Cuando introducimos nuestra papeleta en la urna de una votación electoral, en realidad lo que hacemos, en ese momento, es entregarle nuestra capacidad de decisión, o sea nuestra libertad, a otra persona. No soportamos ser libres. Ni sabemos serlo. Y por eso le decimos al político que votamos: “Mande Vd en mí”. “Decida Vd por mí”. “Renuncio a mi libertad durante cuatro años”. Y en los próximos cuatro años, piense Vd por mí, vea lo que me conviene, haga lo que le guste, le interese, le convenga. Yo me pongo en sus manos, en su cabeza, en su corazón. Ya sé que Vd me ha engañado, me ha mentido, se ha quedado con mi dinero, me ha dejado sin trabajo, con una pensión de miseria, con una sanidad, una cultura, una educación, una seguridad y hasta una justicia que da miedo, da asco, es una vergüenza. Pero, por más extraño que parezca, he pensado que lo que más me conviene es que Vd me siga engañando, y me siga robando, y me siga mintiendo. Sí. He visto que todo esto es lo que más me conviene. ¿Por qué?

Porque, después de darle muchas vueltas en mi cabeza, lo único claro que veo es que esto es lo mejor. Porque no encuentro ni otro medio, ni otro camino, ni otro sistema, para que alguien, sea quien sea, me quite de encima el peso insoportable de la libertad. Se la entregaría a cualquiera. Pero, visto lo visto, se me antoja que el mejor depositario de mi libertad es eso que llaman Vds pomposamente el “Estado de Derecho”. Así tendré policías que me pongan multas, y jueces que me metan en la cárcel, y gobernantes que se queden con mi dinero. O que destinen ese dinero a lo que les conviene a otros, no lo que me conviene a mí.

Y conste que, al decir esto, soy consciente - muy consciente - de que, en la sociedad en que vivimos, necesitamos policías y jueces, y autoridades y leyes, con cárceles, impuestos y multas. Sí. Todo eso es necesario. Por eso y a pesar de todo, yo voy a votar. Pero si pienso y digo estas cosas, no es porque yo piense o quiera que volvamos a vivir en las cavernas. O que vengan todos los dictadores y tiranos, que en el mundo han sido, para que nos sometan del todo a todos y todas. No me refiero a nada de eso. Si pienso en voz alta, diciendo estas cosas, es para que de una puñetera vez quede claro y esté patente que, ni somos libres, ni queremos serlo, porque por fin caemos en la cuenta de que el Gran Inquisidor tenía toda la razón del mundo. Es así, efectivamente. El miedo más grande que nos atenaza es el miedo a la libertad. No queremos ser libres. No, señor. Porque nos sentimos mejor viviendo SOMETIDOS. Bien dominados y sumisos. Ya que solo así, podremos vivir SEGUROS. Tal como están las cosas, seguramente esto es lo mejor.

Y es así. Será lo mejor. Pero, ¿no es triste?
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