Los corruptos vamos a misa

Hay dos clases de corruptos. Los corruptos activos y los corruptos pasivos. Activos son los que matan, roban, mienten, ofenden o hacen daño de la manera que sea. Pasivos son los que se callan o se cruzan de brazos ante los atropellos y las injusticias que cometen otros y que se tendrían que denunciar, pero los corruptos pasivos se callan o se quedan quietos, para no complicarse la vida. Con la actividad de unos y la pasividad de otros se produce la sociedad corrupta, engendro de todas las violencias y causa de indecibles sufrimientos. Cuando se llega a este extremo, ya no se trata solamente de que, en un país concreto, haya personas corruptas. Eso siempre ha ocurrido. Pero cuando la corrupción se generaliza, ya sea por la acción de unos o por la omisión de los demás, entonces - y es el caso de lo que estamos viviendo ahora mismo en España - lo que ocurre es que el tejido social se daña hasta el extremo de tener que hablar, con todo derecho, de una sociedad corrupta.

Como es lógico, en una situación así, se echa mano de la codicia de unos, de la ambición de otros, de la desvergüenza de los poderosos, del miedo de los cobardes, etc, etc. Y todo eso es verdad. Pero, no sé si para aportar algo de solución o quizá para echar más leña al fuego, a todo lo dicho, yo quiero añadir un elemento más. Me refiero a la religión. Y digo esto porque se me antoja que la religión está desempeñando, en esta desdichada situación, un papel más importante de lo que quizá podemos sospechar.

¿Por qué digo esto? Porque resulta inevitablemente sospechoso que los países del Sur de la UE, que son los países tradicionalmente más cristiano-católicos, son precisamente los países que se han hundido más en la crisis. Porque ha sido en estos países donde la corrupción económica ha dado la cara de forma más generalizada y con hechos más repugnantes y groseros. ¿Cómo se explica que sectores tan “tradicionalmente católicos” de nuestra “católica España” sean sectores tan escandalosamente corruptos?

Mi punto de vista, en este asunto, es el siguiente. La observancia de prácticas religiosas y la fidelidad a rituales sagrados conlleva inevitablemente una consecuencia que puede resultar peligrosa y hasta suele tener efectos perniciosos. ¿A qué me refiero? Me refiero ante todo a que, con demasiada frecuencia, los rituales religiosos tranquilizan la conciencia inquieta del delincuente. Por ejemplo, un empresario que está ganando más cada año, si esas ganancias se explican (en buena medida) porque paga sueldos que no llegan a los quinientos euros al mes, sin duda alguna ese empresario es un delincuente, por más que sus papeles esté en regla y de acuerdo con lo que otros delincuentes han legislado. Pero, si a todo esto añadimos que el tal empresario, además de delincuente, es religioso - por poco religioso que sea -, entonces “estamos perdidos”. Y el que cobra un sueldo de miseria, que se olvide de salir de su miseria. La observancia religiosa se encargará de decirle al delicuente que “dios es bueno” y perdona nuestras miserias y pecados. Así funcionan los rituales religiosos. Y así funciona la conciencia humana en demasiados casos.

Termino con una pregunta. ¿Por qué no pocos obispos (y hay honrosas excepciones) tienen la lengua tan suelta cuando se trata de asuntos relacionados con el aborto o la homosexualidad, al tiempo que esa misma lengua está tan calladita en cuanto afecta a los desahucios, el maltrato a los inmigrantes, los parados, los jóvenes sin futuro, los políticos que organizan la economía de forma que unos cuantos se forran de millones mientras que la clase media se hunde y los trabajadores van perdiendo la esperanza de recuperar los derechos perdidos? Es más (ampliando la pregunta): ¿por qué quienes decimos que somos personas religiosas estamos tan calladitos y tan sumisos a este estado de cosas tan inhumano y tan deshumanizador? Me temo que, como ya dijo lúcidamente Martin Luther King, “el silencio de las buenas personas” es lo que más daño nos hace a todos. Sin duda alguna, los corruptos pasivos nos llevamos la parte del león
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