¿Qué nos importa? ¿El sistema, o las personas?

¿Dónde está el centro de nuestras preocupaciones en este momento? Lo que más nos importa, ¿está en salvar el sistema? ¿o está en mejorar la vida de las personas? Cuando un gobernante, sea del color que sea, se siente orgulloso porque gestiona bien los grandes números de la economía, sin duda alguna que a ese gobernante lo que más le importa es sacar adelante el sistema. Y cuando un gobernante, sea del color que sea, se preocupa sobre todo por acabar con las leyes que permiten los desahucios, sin duda alguna que a ese gobernante lo que más le preocupa es mejorar la vida de las personas. El asunto es de enorme actualidad.

Pues bien, si del ámbito del sistema económico-político, pasamos al ámbito del sistema religioso-eclesiástico, se puede afirmar que cuando un obispo, un párroco o el prior de un convento centra sus preocupaciones sobre todo en que se cumplan al pie de la letra las normas de la liturgia, las leyes del derecho canónico o lo que mandan y prohíben los más altos jerarcas de la Iglesia, en ese caso podemos estar seguros que lo que más nos importa es asegurar el sistema sobre el que se asienta y sostiene la Religión. Y cuando al obispo, al párroco o al prior del monasterio, lo que más le quita el sueño es la cantidad de gente que no tiene trabajo, que no llega a fin de mes, que va por la vida sin papeles, sin seguridad social, sin patria y sin futuro, entonces podemos estar seguros de que lo que más le importa a la gente de Iglesia es vivir el Evangelio.

En esto estuvo el secreto y la clave de la originalidad y la grandeza de Jesús de Nazaret. Cuando Jesús curaba a los enfermos precisamente en los días en que eso estaba prohibido por los maestros de la Ley, cuando compartía mesa y mantel con publicanos y pecadores, cuando entró en el templo, látigo en mano, diciendo que habían convertido la “casa de oración” en una “cueva de bandidos”, y sobre todo cuando se atrevió a decir que hacía todo aquello en nombre de Dios y con la autoridad de Dios, entonces precisamente lo que queda en evidencia es que lo que a Jesús le importaba no era el “sistema religioso”, sino el “sufrimiento o la felicidad de las personas”.

Es cuestión de sensibilidad, ante todo. Precisar, en cuanto sea posible, si somos más sensibles a la seguridad que nos da el sistema establecido. O si somos más sensibles al dolor, al miedo y a las humillaciones que tienen que soportar los más desamparados de este mundo. Y conste que lo más delicado y difícil del momento es que, una vez más en la historia, los lobos se presentan con piel de oveja. Quiero decir, que quienes anteponen, a todo lo demás, la estabilidad del sistema que a ellos les da seguridad, se presentan asegurando que sólo buscan lo que es mejor para la mayoría, cuando en realidad lo que quieren es lo que beneficia a quienes siempre se vieron beneficiados por el poder y el bienestar.

Y para terminar, quiero tener un recuerdo especial para el papa Francisco. Este hombre discutido que, en todo caso, tiene y mantiene una cosa indiscutible: que antepone el Evangelio y la solidaridad con los últimos de este mundo a cualquier otro interés, por más seguridades y estabilidad que nos pueda ofrecer el sistema que nos ha traído a donde estamos.
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