Los móviles y los rezos
Cuando los científicos se meten a hacer de teólogos, cometen el mismo despropósito que cuando los teólogos se meten a hacer de científicos. El día que los hombres de la religión condenaron a Galileo, ocurrió algo parecido a lo que pasa ahora cuando Stephen Hawking se pone a decir con todo aplomo que Dios no existe. Respetemos las competencias que son propias de cada ámbito. Una cosa es el “saber”, que brota de la demostración científica. Y otra cosa es el “creer”, que brota de la convicción libre. Los humanos necesitamos de los saberes que nos proporciona la demostración científica. Pero necesitamos también de las convicciones que movilizan nuestras conductas.
Si no tuviéramos los conocimientos científicos que nos proporciona la física, la química, la biología..., viviríamos todavía en las cavernas. Pero tan cierto como eso es que, si a estas alturas no tuviéramos las convicciones y las creencias que generan nuestros comportamientos, no existirían los derechos, la ética, la psicología, ni se habrían desarrollado los sentimientos humanos que motivan nuestra esperanza, hacen más soportable la convivencia y nos dan alguna forma de respuesta a preguntas que todo el mundo se hace, por ejemplo sobre el sentido de la vida, el por qué de la generosidad y la solidaridad y si nos queda todavía alguna confianza en ese misterioso futuro que anhelamos aunque sean pocos los que lo dicen.
Que necesitamos la ciencia y la tecnología, ¿quién va a discutir eso? Pero tan cierto como eso es que necesitamos controlar nuestros deseos, orientar nuestras convicciones, educar los sentimientos de cariño y odio. No es lo mismo “el ser humano” que “ser humano”. La ciencia y la tecnología sustentan y potencian a “el ser humano”. La fe, la bondad, el cariño, la honradez, nos hacen más “humanos”. La vida necesita estos dos pies para avanzar. Por favor, que nadie - por más sabio que sea -, intente dejarnos cojos.