Las palabras son "lo menos importante" ¿de verdad?
La nueva ministra, Ana Mato, al referirse a un reciente crimen de violencia machista, no ha hablado de violencia “de género”, sino de violencia “doméstica”. A juicio de la señora Mato, las palabras son “lo menos importante”; lo que importa son los hechos. ¿De verdad es eso así, señora ministra? Entonces, ¿por que su partido, el PP, no tolera que a los homosexuales que se casan legalmente se les llame “matrimonio”? Y, si de la política, nos vamos a la religión, ¿por qué al obispo de Roma no dejamos de llamarle “papa”? Seguramente, mucha gente no sabe que, en el Evangelio, Jesús prohíbe tajantemente que a nadie se le llame “padre” (eso significa en su origen la palabra “papa”) en la tierra, “pues vuestro Padre es uno solo, el del cielo” (Mt 23, 9). ¿O por qué no abandonamos el título de “Sumo Pontífice” para designar al obispo de Roma? Ese título y esas palabras no son ni cristianas. Eran el título que utilizaba el emperador de Roma. Un título contra el que se pronunció con dureza san Ambrosio, en el s. IV. Hasta que consiguió que el emperador Graciano renunciase a él. Y ya no hubo más emperadores que pudieran admitir el pomposo título de “Sumo Pontífice”. Hasta que el papado se lo apropió, siguiendo el criterio del mismo san Ambrosio, en su carta al obispo arriano Ausencio: “El emperador está dentro de la Iglesia, no sobre la Iglesia” (PL 16, 1018). Y, entonces, lo que ocurrió es que se puso sobre el emperador fue el papa, olvidando (de nuevo) lo que dijo Jesús a sus apóstoles: “los jefes de las naciones las dominan... No ha de ser así entre vosotros....; al contrario, el que quiera ser el primero, ha de ser siervo de todos” (Mc 10, 42-44).
Lo repito una vez más: no digo estas cosas por atacar a la Iglesia o denigrar la política. Digo estas cosas porque me importa mucho la Iglesia y quiero su bien. Que no se ría nadie de ella, sino que se haga respetar y amar por su conducta ejemplar. Ni más ni menos que eso.
Lo repito una vez más: no digo estas cosas por atacar a la Iglesia o denigrar la política. Digo estas cosas porque me importa mucho la Iglesia y quiero su bien. Que no se ría nadie de ella, sino que se haga respetar y amar por su conducta ejemplar. Ni más ni menos que eso.