Ante un cercano Catecismo para Adultos. Las distancias en la iglesia de hoy.
Menos bendiciones y más abrazos
Acabo de estar en Amsterdan (Holanda). Me ha llamado mucho la atención la presencia mayoritaria del protestantismo calvinista que cambió las primeras iglesias católicas en iglesias protestantes y eliminó las imágenes católicas con la fiebre iconoclasta. Las cruces que culminaban las iglesias católicas se cambiaron por gallos. Ésta es una señal para distinguir las iglesias católicas de las protestantes.
Me ha agradado ver la gran tolerancia y respeto que hay, en cuanto a la fe se refiere, en Holanda. El Estado Holandés es laico y todas las confesiones deben pagar sus correspondientes impuestos sin distinción. Las iglesias protestantes, curiosamente, alquilan sus iglesias para hacer actos culturales y festivos en ellas y poder recaudar así fondos para pagar los impuestos. Las iglesias católicas solo se dedican al culto y nada más. Con lo cual los católicos deben aportar sus ofrendas para que se puedan pagar los impuestos correspondientes. Y los aportan. Pero éste es su tema marginal al que no le voy a dedicar más tiempo. Otro día, tal vez. Pero sí me agradó el espíritu abierto y tolerante con el que los creyentes se sitúan en la sociedad ante los temas religiosos.
La iglesia de hoy se enfrenta a importantes desafíos que necesita afrontar mirando a los ojos de frente a la modernidad. En este sentido el anuncio del una nuevo Catecismo para Adultos en España es una buena noticia que nos llena de esperanza si las respuestas del mismo llegan a ser eficaces y útiles para el presente que nos toca vivir aquí y ahora. Si va ser una copia del Catecismo de la Iglesia Católica no merece la pena. Ya tenemos el Catecismo oficial de la Iglesia.
Cuando yo era novicio en el monasterio de Poio, con solo 18 años, mi maestro, el P. José García García, puso en mis manos el llamado “Catecismo Holandés”, llamado “Nuevo Catecismo para adultos. Versión íntegra del Catecismo Holandés”, Herder. Barcelona 1969. He tenido la suerte de tener unos formadores abiertos y muy humanos, con un gran amor a la iglesia, el P. José, primero, el P. Ricardo Sanlés, después y Xavier Pikaza, que fue mi profesor y formador al mismo tiempo.
Con ellos aprendí a mirar la vida con ojos amplios y disfrutando de la libertad de los hijos de Dios, sin disminuir ni un ápice el amor a la iglesia. En estos días de estancia en Holanda he recordado el catecismo Holandés que me regaló el P. García y he comprendido que fue escrito en una sociedad muy abierta, muy ecuménica y muy libre. Este catecismo me ha acompañado durante toda mi vida y he acudido a él en múltiples ocasiones buscando luz y clarificación en algunos temas discutibles. (Todos lo son, excepto los dogmáticos).
Ahora que se habla de un nuevo Catecismo para Adultos como un objetivo próximo de la Conferencia Episcopal Española, me atrevo a opinar (me lo exige el espíritu sinodal) que sean capaces, quienes lo elaboren, de ser sensibles a los desafíos más grandes que hoy vive la sociedad y la iglesia para que pueda ser una respuesta lúcida y útil para aquellos que buscan con corazón sincero acercarse a Dios y descubrir el don precioso de la fe. Y que estén dispuestos a escucha la voz de la calle y de todas las comunidades. De lo contario estaremos ante un nuevo documento que será olvidado pronto y archivado en los fondos de las bibliotecas para los historiadores. Es una oportunidad que no podemos desperdiciar. Necesitamos un Catecismo para Adultos vivo y actual, valiente y profético. Como lo fue en su tiempo (Para mí también ahora) el Catecismo Holandés.
Yo percibo un gran problema, entre otros muchos, en la iglesia de hoy que el nuevo Catecismo debe afronta con valentía y con propuestas prácticas. Se trata de la gran distancia que hay entre los fieles y los pastores, en general. Hasta el punto de que un pastor cercano, que los hay, se convierte en una noticia y una excepción en el decir de la gente. Encontrar obispos cercanos es mucho más complicado desde que se empeñan en mantener signos inapropiados para este tiempo que ya no dicen nada a la gente sino que solo reflejan deseos de sobresalir y mostrar su estatus y su poder. Y eso los distancia todavía más. El papa habla de pastores “con olor a oveja”. ¡Quedan aún muchos príncipes palaciegos que se resisten a ser cercanos y sencillos, lejos de la apariencia de riqueza y confort! Necesitamos obispos que bendigan menos y abracen más.
¡Ojalá pudiéramos disponer de un nuevo Catecismo para Adultos de España que fuera una esperanza para iluminar estos desafíos que la iglesia tiene! Los ha tenido siempre, pero en estos tiempos son especialmente acuciantes y no podemos mirar para otro lado. ¡Al loro!