800 años de La Merced en la iglesia. Tiempo de jubileo para avanzar
En los últimos tiempos, algunos políticos de uno de los partidos políticos más extendidos y necesarios en nuestro país, se jactaban reiteradamente de haber cumplido más de cien años de historia. Y recurrían, una y otra vez, a esa historia como garantía de confianza y seriedad.
Sonreía yo en mis adentros cuando estaba ya escribiendo y pensando en posibles propuestas para llevar a cabo con motivo de los ¡800 años! de la fundación de la orden de la Merced en la iglesia y en la vida de la sociedad.
Fue un 2 de agosto de 1218 cuando un joven mercader de telas en Barcelona, Pedro Nolasco, animado y empujado por su fe, decidió junto a otros jóvenes de su tiempo, fundar una orden religiosa que pudiera “mitigar” en parte, el gran drama social de entonces: la cautividad de los cristianos. Se unía así al joven Juan de Mata que había hecho lo mismo en Francia, y cambió su negocio de mercader de telas por su vocación de mercader de cautivos para darles libertad.
Esta idea, que fue apoyada de inmediato por la corte del rey, Jaime I, entonces un niño aún, y por el obispo de la ciudad de Barcelona, Berenguer de Palou, fue tomando cuerpo y se convirtió en una orden arriesgada y generosa que fue dejando mártires y santos por el camino, en su empeño de liberar a los cristianos, sometidos al Islam, y devolverlos, ya en libertad, a sus casas y familias. Los listados oficiales, algunos aún se conservan, de redimidos, soldados, clérigos, mujeres y niños, se cuentan por miles.
Una ingente obra de caridad que la iglesia oficial, no ha valorado suficientemente, de manera que ni san Juan de Mata, ni san Pedro Nolasco, los dos únicos redentores por carisma, han sido dignos de ser incluidos en las memorias de la iglesia, donde abundan otros santos, muchos menos interesantes y que han aportado mucho menos en el anuncio del Reino de Dios.
Nuestros generales, en alguna ocasión, han solicitado a la santa sede que los incluya, a los dos unidos, en la memoria de los santos, al menos como memoria libre, como redentores carismáticos, pero la congregación de los santos debe tener otras cuestiones más urgentes y la comisión de culto está muy ocupada en el gluten de las hostias y este tema no lo han considerado tan urgente por el momento. Sin duda, una ingratitud histórica.
El siglo XIII, atravesado por tres heridas, dio a la iglesia tres santos que supieron curar esas heridas con su entrega y la de sus propias congregaciones: La herida de la riqueza, que atrapa a los hombres, fue curada entonces por la oferta de pobreza del pobrecillo de Asís y sus hermanos; la herida de la herejía y de la mentira que engaña a los hombres fue curada, entonces, por santo Domingo en su defensa de la verdad y sus predicadores; la herida de la cautividad, cruel entonces como ahora, fue curada por los santos redentores Juan de Mata y Pedro Nolasco, y sus congregaciones trinitaria y mercedaria respectivamente.
La familia mercedaria femenina, en sus trece ramas, y la masculina, calzada y descalza, se dispone ya a celebrar el octavo centenario de su fundación con multitud de actos de todo tipo a lo largo del año próximo.
Una celebración que no quiere ser sólo memoria del glorioso pasado sino lanzadera para hacer del carisma liberador de la Merced una oferta actual, evangélica y necesaria en un mundo que se jacta de ser libre pero se ve acosado por muchas “nuevas cautividades”, como dice el Concilio Vaticano II, peores, incluso, que aquellas clásicas a las que san Juan de Mata Y san Pedro Nolasco se enfrentaron con las únicas armas de su manos abiertas, generosas y pacíficas.
“No tenemos solamente una gloriosa historia que contar sino también otra gloriosa historia que construir con la ayuda del Espíritu de Dios al que queremos ser fieles” como nos pide la iglesia en Vita Consecrata.
En medio de la precariedad con que hoy la vida consagrada sale a la calle, estamos seguros de que podremos seguir siendo oferta de libertad para muchos descartados de nuestro tiempo, si sabemos salir de nuestros castillos de invierno y acudir a los descampados donde la cautividad cabalga con muchos nombres. Porque Dios escoge lo pequeño y miserable para confundir a los fuertes.
El día 2 de agosto, a la vuelta del mes de julio, se cumplen 800 años de fidelidad para no quedarnos estancados en el pasado.
Sonreía yo en mis adentros cuando estaba ya escribiendo y pensando en posibles propuestas para llevar a cabo con motivo de los ¡800 años! de la fundación de la orden de la Merced en la iglesia y en la vida de la sociedad.
Fue un 2 de agosto de 1218 cuando un joven mercader de telas en Barcelona, Pedro Nolasco, animado y empujado por su fe, decidió junto a otros jóvenes de su tiempo, fundar una orden religiosa que pudiera “mitigar” en parte, el gran drama social de entonces: la cautividad de los cristianos. Se unía así al joven Juan de Mata que había hecho lo mismo en Francia, y cambió su negocio de mercader de telas por su vocación de mercader de cautivos para darles libertad.
Esta idea, que fue apoyada de inmediato por la corte del rey, Jaime I, entonces un niño aún, y por el obispo de la ciudad de Barcelona, Berenguer de Palou, fue tomando cuerpo y se convirtió en una orden arriesgada y generosa que fue dejando mártires y santos por el camino, en su empeño de liberar a los cristianos, sometidos al Islam, y devolverlos, ya en libertad, a sus casas y familias. Los listados oficiales, algunos aún se conservan, de redimidos, soldados, clérigos, mujeres y niños, se cuentan por miles.
Una ingente obra de caridad que la iglesia oficial, no ha valorado suficientemente, de manera que ni san Juan de Mata, ni san Pedro Nolasco, los dos únicos redentores por carisma, han sido dignos de ser incluidos en las memorias de la iglesia, donde abundan otros santos, muchos menos interesantes y que han aportado mucho menos en el anuncio del Reino de Dios.
Nuestros generales, en alguna ocasión, han solicitado a la santa sede que los incluya, a los dos unidos, en la memoria de los santos, al menos como memoria libre, como redentores carismáticos, pero la congregación de los santos debe tener otras cuestiones más urgentes y la comisión de culto está muy ocupada en el gluten de las hostias y este tema no lo han considerado tan urgente por el momento. Sin duda, una ingratitud histórica.
El siglo XIII, atravesado por tres heridas, dio a la iglesia tres santos que supieron curar esas heridas con su entrega y la de sus propias congregaciones: La herida de la riqueza, que atrapa a los hombres, fue curada entonces por la oferta de pobreza del pobrecillo de Asís y sus hermanos; la herida de la herejía y de la mentira que engaña a los hombres fue curada, entonces, por santo Domingo en su defensa de la verdad y sus predicadores; la herida de la cautividad, cruel entonces como ahora, fue curada por los santos redentores Juan de Mata y Pedro Nolasco, y sus congregaciones trinitaria y mercedaria respectivamente.
La familia mercedaria femenina, en sus trece ramas, y la masculina, calzada y descalza, se dispone ya a celebrar el octavo centenario de su fundación con multitud de actos de todo tipo a lo largo del año próximo.
Una celebración que no quiere ser sólo memoria del glorioso pasado sino lanzadera para hacer del carisma liberador de la Merced una oferta actual, evangélica y necesaria en un mundo que se jacta de ser libre pero se ve acosado por muchas “nuevas cautividades”, como dice el Concilio Vaticano II, peores, incluso, que aquellas clásicas a las que san Juan de Mata Y san Pedro Nolasco se enfrentaron con las únicas armas de su manos abiertas, generosas y pacíficas.
“No tenemos solamente una gloriosa historia que contar sino también otra gloriosa historia que construir con la ayuda del Espíritu de Dios al que queremos ser fieles” como nos pide la iglesia en Vita Consecrata.
En medio de la precariedad con que hoy la vida consagrada sale a la calle, estamos seguros de que podremos seguir siendo oferta de libertad para muchos descartados de nuestro tiempo, si sabemos salir de nuestros castillos de invierno y acudir a los descampados donde la cautividad cabalga con muchos nombres. Porque Dios escoge lo pequeño y miserable para confundir a los fuertes.
El día 2 de agosto, a la vuelta del mes de julio, se cumplen 800 años de fidelidad para no quedarnos estancados en el pasado.