“¡Salaam Alaykom...!” Obama en la Universidad Al-Azhar
Insondable misterio el de las sílabas sagradas, el del poder de las vocales y consonantes unidas en el instante debido, con la intención precisa. Según la carga de amor en ellas depositada, según el arte de esa fusión, el tono y el énfasis..., pueden convertirse en mágica llave capaz de abrir almas y mundos ajenos. Según cómo y cuándo, esos sonidos pueden llegar a disolver abismos. Barack Obama debe conocer ese poder misterioso. Buscó para accionar esa llave la ocasión y el lugar oportunos. Pronunció el saludo, el “mantram” sagrado en el momento exacto, con la humildad y a la vez la fuerza de convicción necesarias. No en vano cientos de millones de televidentes estuvieron pendientes de sus labios, atentos a su trascendental “mensaje al mundo musulmán”.
4 de Junio, aula magna de la Universidad de Al-Azhar de El Cairo, el presidente Obama se arranca con un “¡Salaam Alaykom!”. Hace suyo el saludo del otro, del tantas veces adversario. ¿Cuántas toneladas de odio acumulado no se esfumaron en el instante, cuántas barreras no cayeron en ese bendito momento? Dos mundos alejados, tantas veces antagónicos, de repente eran uno.
Tras ese nuevo gesto de gigante, vino el discurso vibrante, clarividente… Vino la didáctica de los valores universales, el ensalzamiento de la civilización musulmana, las varias citas del Corán, la parada en la Córdoba tolerante del Al Andalus… Obama logró poner en pie a los asistentes en una alocución que pretendía inaugurar una nueva relación entre los musulmanes del mundo y los Estados Unidos. Desmenuzó argumentos para el encuentro y la cooperación e invitó a los fieles del Islam a asumir su papel como parte de una civilización global que aboga por la tolerancia, la democracia y la paz.
No sólo fueron grandes palabras, no sólo fue una declaración de principios, sino que el presidente se implicó en los aspectos más difíciles y espinosos del diálogo entre los dos mundos: Irán, seguridad nuclear, conflicto palestino-israelí, igualdad de la mujer, extremismo religioso… Al tiempo que marcaba distancia con los violentos, apostaba por el Estado palestino. Al tiempo que clamaba por la paralización en la construcción de los asentimientos judíos, subrayaba la importancia de su alianza con Israel. Ese ejercicio de equilibrio, de cordura y osadía al mismo tiempo, esa invitación a poner fin a un “círculo de sospechas y discordias”; ese discurso impensable hasta nuestros días por parte del máximo mandatario estadounidense, es digno de ser leído en las aulas de los institutos, como auténtico manual de ciudadanía planetaria.
Islam y Occidente están más cerca tras el paso de Obama por la Universidad de Al-Azhar. La seguridad de los norteamericanos no se logra con incremento armamentístico, con restricción de libertades, menos aún con merma de derechos humanos, tal como había pretendido Bush en su reciente y oscura era. La seguridad son guiños, ensayos en el idioma del otro. La seguridad no son sofisticadas y caras medidas de control, ni guerras brutales, ni invasión de desiertos lejanos... Seguridad es superar estereotipos y poner a caminar la verdad por delante, es un abrazo efusivo, una mano en el corazón, es un mágico ordenamiento de vocales y consonantes capaces de conquistar el alma del otro... La seguridad no son escudos de misiles, sino miradas limpias y gestos abiertos.
Obama deshizo el milenario y fatal axioma y “Si vis pacem, para bellum”. Vino a decirnos: aprende el idioma, lee los libros sagrados del otro, conecta con su alma, con su mundo, llégate a él desnudo de prejuicios… y la paz será. Afortunadamente esa magistral lección en la Universidad de El Cairo fue traducida simultáneamente a 13 idiomas.
En una de sus proféticas sentencias, el jesuita francés Teilhard de Chardin nos habló, ya hace casi medio siglo, de los fragmentos del mundo que, impulsados por la fuerza del amor, buscan unirse para que el mundo pueda hacerse realidad. Obama, impulsado por un amor, discernimiento y entrega incuestionables, está empeñado en acercar a los dos más distantes fragmentos del mundo, Islam y Occidente. Saludó en árabe en El Cairo, se inclinó ante el monarca saudí en Londres, salió, al poco de llegar poder, al encuentro de los más obcecados adversarios musulmanes… Con magia de palabras, con valentía de gestos, con grandeza de corazón, el presidente norteamericano ya ha hecho historia de la grande.
Nadie vea en estas líneas, en otras anteriores que siguieron los pasos del primero candidato y después presidente de los EEUU, idolatría u Obamamanía. Ya llegaron recriminaciones de este orden. Obama sólo cumple. Se sabe elemento de una trama superior, pieza de algo que le trasciende en tiempo y geografía. ¿De dónde sino esos pasos tan precisos, esa fuerza incontenible, esa inspiración a raudales…? En las más altas instancia de liderazgo planetario, conoce su importante cometido, se aplica y entrega. El que Obama sea donde es y haciendo lo que está, confirma simplemente que hay norte, que hay plan, que la humanidad no avanza a la deriva, que la luz y la verdad progresan, que el abuso y la mentira retroceden.
Hablemos el idioma del otro, abrámonos a su universo, vibremos con sus vocales, visitemos su alma... Más pronto que tarde, nuestros fragmentos harán de nuevo realidad un mundo definitivamente unido. ¡Salaam Alaykom!
Mensaje completo de Obama al mundo musulmán:
www.elpais.com/elpaismedia/ultimahora/media/200906/04/internacional/20090604elpepuint_2_Pes_PDF.pdf
4 de Junio, aula magna de la Universidad de Al-Azhar de El Cairo, el presidente Obama se arranca con un “¡Salaam Alaykom!”. Hace suyo el saludo del otro, del tantas veces adversario. ¿Cuántas toneladas de odio acumulado no se esfumaron en el instante, cuántas barreras no cayeron en ese bendito momento? Dos mundos alejados, tantas veces antagónicos, de repente eran uno.
Tras ese nuevo gesto de gigante, vino el discurso vibrante, clarividente… Vino la didáctica de los valores universales, el ensalzamiento de la civilización musulmana, las varias citas del Corán, la parada en la Córdoba tolerante del Al Andalus… Obama logró poner en pie a los asistentes en una alocución que pretendía inaugurar una nueva relación entre los musulmanes del mundo y los Estados Unidos. Desmenuzó argumentos para el encuentro y la cooperación e invitó a los fieles del Islam a asumir su papel como parte de una civilización global que aboga por la tolerancia, la democracia y la paz.
No sólo fueron grandes palabras, no sólo fue una declaración de principios, sino que el presidente se implicó en los aspectos más difíciles y espinosos del diálogo entre los dos mundos: Irán, seguridad nuclear, conflicto palestino-israelí, igualdad de la mujer, extremismo religioso… Al tiempo que marcaba distancia con los violentos, apostaba por el Estado palestino. Al tiempo que clamaba por la paralización en la construcción de los asentimientos judíos, subrayaba la importancia de su alianza con Israel. Ese ejercicio de equilibrio, de cordura y osadía al mismo tiempo, esa invitación a poner fin a un “círculo de sospechas y discordias”; ese discurso impensable hasta nuestros días por parte del máximo mandatario estadounidense, es digno de ser leído en las aulas de los institutos, como auténtico manual de ciudadanía planetaria.
Islam y Occidente están más cerca tras el paso de Obama por la Universidad de Al-Azhar. La seguridad de los norteamericanos no se logra con incremento armamentístico, con restricción de libertades, menos aún con merma de derechos humanos, tal como había pretendido Bush en su reciente y oscura era. La seguridad son guiños, ensayos en el idioma del otro. La seguridad no son sofisticadas y caras medidas de control, ni guerras brutales, ni invasión de desiertos lejanos... Seguridad es superar estereotipos y poner a caminar la verdad por delante, es un abrazo efusivo, una mano en el corazón, es un mágico ordenamiento de vocales y consonantes capaces de conquistar el alma del otro... La seguridad no son escudos de misiles, sino miradas limpias y gestos abiertos.
Obama deshizo el milenario y fatal axioma y “Si vis pacem, para bellum”. Vino a decirnos: aprende el idioma, lee los libros sagrados del otro, conecta con su alma, con su mundo, llégate a él desnudo de prejuicios… y la paz será. Afortunadamente esa magistral lección en la Universidad de El Cairo fue traducida simultáneamente a 13 idiomas.
En una de sus proféticas sentencias, el jesuita francés Teilhard de Chardin nos habló, ya hace casi medio siglo, de los fragmentos del mundo que, impulsados por la fuerza del amor, buscan unirse para que el mundo pueda hacerse realidad. Obama, impulsado por un amor, discernimiento y entrega incuestionables, está empeñado en acercar a los dos más distantes fragmentos del mundo, Islam y Occidente. Saludó en árabe en El Cairo, se inclinó ante el monarca saudí en Londres, salió, al poco de llegar poder, al encuentro de los más obcecados adversarios musulmanes… Con magia de palabras, con valentía de gestos, con grandeza de corazón, el presidente norteamericano ya ha hecho historia de la grande.
Nadie vea en estas líneas, en otras anteriores que siguieron los pasos del primero candidato y después presidente de los EEUU, idolatría u Obamamanía. Ya llegaron recriminaciones de este orden. Obama sólo cumple. Se sabe elemento de una trama superior, pieza de algo que le trasciende en tiempo y geografía. ¿De dónde sino esos pasos tan precisos, esa fuerza incontenible, esa inspiración a raudales…? En las más altas instancia de liderazgo planetario, conoce su importante cometido, se aplica y entrega. El que Obama sea donde es y haciendo lo que está, confirma simplemente que hay norte, que hay plan, que la humanidad no avanza a la deriva, que la luz y la verdad progresan, que el abuso y la mentira retroceden.
Hablemos el idioma del otro, abrámonos a su universo, vibremos con sus vocales, visitemos su alma... Más pronto que tarde, nuestros fragmentos harán de nuevo realidad un mundo definitivamente unido. ¡Salaam Alaykom!
Mensaje completo de Obama al mundo musulmán:
www.elpais.com/elpaismedia/ultimahora/media/200906/04/internacional/20090604elpepuint_2_Pes_PDF.pdf