Museo sí, museo no
Un pueblo puede tener museo, no ser museo
| Daniel Hallado Daniel Hallado Arenales, Sch.P.
La isla de Timor tiene cierta fama por tener oficialmente la costa con mayor biodiversidad del mundo (
Dentro de poco esperamos desarrollar junto con ATKOMA (la asociación turística de Ataúro) y con el apoyo del municipio, un seminario para el desarrollo del Turismo que reúna a todos los posibles protagonistas: administración, jefes y representantes locales, entidades turísticas, ministerio etc. De modo que se puedan completar tres días con el inicio de un plan de desarrollo lo más concreto posible en sus pasos, siempre respetuoso y sostenible.
Pero una de las claves es superar el turismo de buceo, añadiendo a éste no sólo la promoción de productos locales, sino particularmente el turismo cultural. De hecho Makili y Makadade han sido reconocidas como dos poblaciones que mantienen su cultura original con bastante pureza.
A ello han contribuido, sin duda, dos antropólogas francesas (Dana Rappoport y Dominique Guillaud) que han trabajado en estas islas durante los últimos 9 años, sin olvidar -entre otros pocos- el brasileño Alessandro Boarccaech, más centrado en Makili.
En la escuela de turismo hemos hecho un trabajo colaborativo diseñando un museo para Makili, que recoja su historia y cultura en los diversos ámbitos (incluye ciencia, historia, leyendas, cosmovisión, técnicas y otros aspectos ligados al mar, al cultivo, a la casa), de modo dinámico (con enlaces a internet, maquetas, actividades), como son hoy los museos, pero sencillo. Creemos que es un modo de mostrar la belleza de una cultura local muy arraigada en el terreno, rica de valores. Y también un modo de ayudar a las nuevas generaciones a estar sanamente orgullosas de su patrimonio cultural.
Las antropólogas mencionadas han publicado un hermoso libro que recoge los relatos y cantos más importantes de la isla. En su presentación hablan de la necesidad de preservar el patrimonio cultural, pero reconocen que la cultura es dinámica y podrían perderse algunos aspectos, como el estilo musical o lenguas locales.
Esto, en mayor o menor medida, sucede en otras partes del planeta. Y el peligro está en la pretensión de algunas personas de confundir la defensa de la riqueza cultural de los pueblos con hacer de ellos un museo viviente que, a mi parecer, es paternalista y una falta de respeto. Las culturas o son dinámicas o mueren. Los museos pueden mostrarlas, pueden ser memoria viva de lo que ha sido (y quizás puertas a lo que será), pero las personas, los pueblos, no pueden ser museos. Sea en Ataúro, o en la Amazonia o en el Congo.
Por supuesto, habrá que ver cómo defenderse de los colonialismos culturales (el woke americano ya empieza a declinar, gracias a Dios, pero otros más sutiles persisten), habrá que potenciar y reconocer los valores propios de cada cultura y favorecer un sano orgullo, pero pretender “muros protectores” para que el turismo cultural se parezca a aquellos nefastos zoológicos de personas del siglo XIX, es aberrante.
En fin, espero, y creo que así será, que la propia estructura social que ha preservado esta cultura de Makili sin dejar de adaptarse a algunas novedades, mantenga esta sana dinámica: un pueblo vivo capaz de acoger, con un museo a visitar.