Pobres, pero ricos
“Su extrema pobreza ha desbordado en tesoros de generosidad”
Hoy me he dejado sorprender por el comienzo de la primera lectura del día: “Os damos a conocer, hermanos, la gracia que Dios ha otorgado a las Iglesias de Macedonia. Pues, aunque probados por muchas tribulaciones, su rebosante alegría y su extrema pobreza han desbordado en tesoros de generosidad.” (2Co 8,1-2)
Es un día de imposibles (aquí dirían: “labelek”), pues Pablo nos habla de alegría en la tribulación y generosidad en la pobreza y Jesús nos pide ser perfectos como nuestro Padre Dios, amando a los enemigos. Menos mal que sabemos a quién mirar y como alimentar este amor que hace posible lo imposible. Son quizás los tres testimonios más fuertes que los cristianos podemos ofrecer: alegría, generosidad, amor a los enemigos.
Ya hablé de la alegría de este pueblo de Makili, en Ataúro (isla de Timor Oriental). Hoy creo que puedo hablar un poco de la pobreza y la generosidad de los pobres.
Un día, confesando en África, una señora mayor (una mamá, que dirían allá) pidió perdón en la confesión con sincero arrepentimiento porque había tenido malos sentimientos contra la persona que le había robado lo poquísimo que tenía y me decía que no podía acercarse con esos sentimientos a celebrar la Navidad. A mí me llenó de admiración cuestionó mi debilidad para cabrearme por muchas situaciones injustas. Una cosa es la lucha por la justicia y otra tener el corazón limpio y generoso incluso para perdonar algo así.
Volviendo a esta zona entre Asia y Australia, en Makili buena parte de la gente camina descalza a pesar de ser un suelo pedregoso, se visten relativamente bien… pero cuando te acercas puedes ver la ropa gastada, con agujeros o con “arreglos”. La mayoría, también en la capital, compra ropa de segunda mano, la ropa nueva es un lujo que solo unas pocas veces pueden.
En Makili ya tenemos electricidad… desde el pasado 31 de diciembre, doce horas al día. No está mal. Hasta ahora se sobrevivía como se podía, sobre todo sin frigoríficos. Hay agua, casi todos los días. Y se come lo que se puede, sobre todo arroz, maíz y diferentes tipos de alubias, por así llamarlas. Proteínas… las que salen de ahí y de vez en cuando pescado y raramente carne.
La ventaja es que no hay apenas gente obesa. Aquí encontramos la mayoría de los cuerpos bien “esbeltos”. Yo mismo me maravillo de la buena línea que he adquirido perdiendo mi barriga. Eso sí, tampoco se puede hablar de fortaleza cuando las proteínas están en mínimos.
Comiendo poco, vistiendo como se puede, pero cuidando las relaciones, se entiende la alegría frecuente y el compromisogeneroso de mucha gente con su pueblo, dando tiempo para ayudar, para escuchar, para el trabajo comunitario y compartiendo con quienes aún lo necesitan más.
Ellos saben que nuestra comunidad no tiene apenas ingresos propios, tampoco la comunidad cristiana nos puede dar dinero, pero hay varias personas generosas que de lo poco que tienen nos lo ofrecen: sus verduras, sus frutas y sus peces recién pescados. Incluso el que hace comercio en el mercado de vez en cuando alguna cosa más (pollo, leche, salchicas), y no le sobra.
Si celebramos una fiesta o un cumpleaños, viene un buen grupo a preparar comida, bebida y algún bizcocho para todos los que quieran, aunque suponga muchas horas y hacerlo con medios precarios (fuego en el suelo, calderos, preparar todo sentadas en el suelo -son sobre todo mujeres…- etc). Los hombres también nos echarán una mano con la electricidad, con los problemas del agua, alguna reparación.
Hoy tenía que enviar un documento a Dili y no podía salir. Desde Vila una persona se ofreció de inmediato para recogerlo e ir a Beloi (donde está el barco grande) para hacerlo llegar a algún pasajero, aunque le supusiese pagar el motocarro y el tiempo del viaje. Sin tener que pedírselo.
Me pregunto cuánta gente responde así en sociedades más ricas (o menos pobres). Y me respondo desde la experiencia: hay gente, sí, pero muchos menos. Los miedos, los individualismos, los “derechos” y el “sálvese quien pueda” tienden a dominar.
Así que, “felices los pobres, porque de ellos es el Reino de los Cielos”, explica quizás un poco de esta alegría en la tribulación y generosidad en la pobreza.