#8M2023 Busca la paz
Por el amor sin violencia, tanto para ellas como para sus pequeños
| Raquel Sepúlveda Silva
Desde siempre hemos convivido con estas pequeñas en la sala familiar. Ellas llegaron a mi vida cuando un día, hace muchísimo tiempo, caminando por el centro de Santiago -capital de mi país- ellas estaban colgando de un tablero en plena Plaza de Armas donde se vendían diversos tipos de fotografías. Ellas me cautivaron, porque como educadora y mamá, siempre he tenido debilidad por los pequeños.
Verlas tan desabrigadas, con apenas un chalequito encima y los pies sumergidos en el agua, a eso de junio, cuando aquí es pleno invierno, me apretó el corazón. En medio de una población callampa, así se llamaban en la década de los 70 -qué es como le decíamos aquí al lugar más pobre y vulnerable en que nuestros hermanos y nuestras hermanas intentan vivir- hoy se les llama toma periférica. Lugares que se caracterizan por carencias profundas, sin trabajo, con una escolaridad muy precaria para sus hijos, con una alimentación aún peor. Es así, que cuando vamos a estos lugares sentimos muchas veces que no hemos sido capaces de hacer nada para qué esta situación pueda cambiar en algo, con una frustración qué duele el corazón y también el estómago, pasar hambre… duele.
Quise escribir la historia de estas 3 chiquititas, por qué precisamente es la historia de aquello que ya no queremos repetir para las mujeres. Seguir viendo estas imágenes que se repiten una y otra vez. Mientras una de ellas baña entre las piedras y el agua sucia a su pequeña muñeca, la otra, imagino, la sostiene en brazos preguntándose si hay verdaderamente horizonte para ellas. Claramente, esta no ha de ser su misión.
Imagino que pertenecen tal vez a una familia numerosa, donde existe un padre ausente que ya se fue, tal vez un padre bebedor, un padre que propicia situaciones de violencia intrafamiliar, y una mamá qué tal vez también es víctima de lo que ellas mismas están viviendo.
Hoy, con el paso del tiempo, ellas han ido creciendo, y con la mayor probabilidad de tener tempranas relaciones, tal vez una de ellas haya sido madre, tal vez haya sido abusada por un miembro masculino de su propia familia. Y con esa historia rota, qué ha trizado su existencia completa, ha seguido viviendo, caminando por el mundo, solo como se puede en medio de la precariedad, de la pobreza, de la falta de ayuda, de una sociedad que no se compromete, y de un estado que ve pasar todo esto como miles de otras situaciones de las que no toma parte.
Tal vez su mamá ha seguido teniendo hijos, intentando encontrar el amor en otra pareja, y no en aquella que le marcó con sangre la palabra violencia en su propia piel.
La realidad a veces nos muestra que la falta de múltiples posibilidades angosta el camino mucho más y con mucha convicción escribo que sin merecerlo, y mirándolas hoy, e imaginándolas adultas, queriendo arrancar del horror de que alguna haya sido víctima de femicidio. Esperando de verdad que hayan podido ser salvadas de una de las muertes más terribles para sus padres, sus hermanos, amigos, el resto de nosotras y ellas mismas que, ubicándonos donde sea geográficamente, nos duele esa perdida, por parte del amor que creyeron infinito, fiel y protector. Que no fue más que la locura enfermiza de un hombre que la miro solamente como una posesión, ante la que no estaba permitida la rebelión.
Al conmemorarse una vez más el 8M, las recuerdo como a muchas de las chiquititas que fueron mis alumnas en la población callampa, donde trabajé, y al recordarlas con nombres reales e historias verdaderas, pido al Señor por sus historias de vida, por el amor sin violencia, tanto para ellas como para sus pequeños; por una maternidad esperada, porque el amor surja, intentando combatir la necesidad, que es la real limitante, para sus vidas. Limitante por parte de una sociedad humana que carece de todo tipo de solidaridad y bien común.
Permitiéndoles así, vivir en una familia donde el amor existe y se palpa, donde algún día se festejará a alguna de ellas como la primera hija, sobrina, y nieta que egresa de la universidad, ampliando literalmente el horizonte de todas las mujeres de su familia. Pudiendo intervenir en sus decisiones -como todas tenemos derecho a hacerlo- y optar por la maternidad, si es que así lo quieren con todo el gozo, la espera y la ternura que se va tejiendo como una trama en el corazón.
Porque la libertad, las posibilidades, el amor verdadero, y la elección del propio sendero, estén cada vez más presentes en las vidas de todas las mujeres. Sea que nacieron a miles de kilómetros de distancia, con diversas costumbres y diferentes posibilidades, es en este día que nos juntamos, y aunque el costo sea la muerte, seguiremos hablándoles a nuestras hijas, nietas, sobrinas y amigas; que la vida tiene sentimientos profundos, que tenemos el derecho de experimentar, caminos que descubrir y plenitudes
que apreciar. Porque si es que hay algo que nos pertenece a todos, es la dignidad.
Quisiera terminar realizando una pequeña reflexión: buscar la paz, es darnos posibilidades a nosotras mismas y a nuestras hermanas. Bloqueando todo aquello que atente contra una vida que ha sido convocada para iluminarse con la luz del sol. Caminar por calzadas que completan el panorama con la hermosa vegetación, sin hambre, sin sed, tener el momento para pensar en aquello que queremos realizar… y realizarlo, para en la noche depositar en calma la cabeza en la almohada sabiendo que ese día supimos lo que era la paz en nuestra vida. Esa paz a la que somos invitadas sin excepción.
¡Seguiremos siempre unidas, más aún cuando exista una sola de nosotras que no logre vivir según sus sueños y sus esperanzas!
Rancagua, Chile. 2023