#cuaresmafeminista2025 ¿Creemos en el tiempo de gracia de la Cuaresma?

¿Creemos en el tiempo de gracia de la Cuaresma?
¿Creemos en el tiempo de gracia de la Cuaresma?
A veces siento que las palabras sobran. Quisiera escribir el silencio que genera esta pregunta. El silencio desde el cual cada corazón responde, libre de condicionamientos.
¿Con qué apertura dejamos que el Espíritu nos lleve al desierto como hizo con Jesús? Esa disposición inicial es el fundamento de nuestra conversión, nuestro giro de 180º para corregir una vez más, nuestros desvíos del único camino de seguimiento a Jesús. La certeza de que el Espíritu puede llevarnos, es fuente de nuestra esperanza.
Si me abro a la gracia derramada por el Espíritu en mi corazón desde el día de mi bautismo, encuentro en primer lugar, paciencia. De un Padre-Madre que me brinda cada año la Cuaresma para escuchar y profundizar en su misterio. Cada año. También encuentro misericordia, porque soy de las enfermas, de las pecadoras, y por eso la gracia sigue saliendo a mi encuentro para invitarme a seguirlo. Seguir a Jesús, sirviendo.
Sostener este vínculo con su paciencia y misericordia en mis tiempos de soledad, me ayudan a ser agradecida. El agradecimiento me vuelve contagiosa y me impulsa a la solidaridad. Dos sencillos movimientos que puedo transformar en mi práctica cuaresmal. Cuando la devolución a la práctica de la solidaridad de diversa índole es gozosa, recargo agradecimiento. Cuando en cambio, los frutos son oscuros, es tiempo de abrirme al Espíritu en soledad, y pedir la gracia para identificar dónde intervino el ego, el mal espíritu, la soberbia. A fin de adecuar los gestos y las palabras en el servicio a los de una discípula algo más coherente. También avanzo en el diálogo con otras y otros que participan del servicio y me observan, ya que nuestra viga nos impide ver y escuchar. Mientras que la mirada amorosa desde fuera, se vuelve eco del Espíritu. Iluminandonos.
Este tiempo oficialmente se titula “de oración, ayuno y misericordia”.  Tradicionalmente, está asociado a la voluntad, a lo que cada una y cada uno decide que hace o deja de hacer para aligerar el alma y recibir la gracia. Solo que no es así como ésta funciona, porque Dios siempre nos premia. Ante la duda sobre cómo encarar este tiempo, dedicarnos al servicio de hermanas y hermanos, impedirá que nos equivoquemos. Nuestro mundo quebrado y violentado en tantos órdenes, nos ofrece a cada paso la posibilidad de servir a quienes puedan necesitar sonrisa, presencia, abrazo, escucha, trabajo. En cuanto nos mostramos disponibles, la Providencia va abriendo puertas y mostrando servicios a realizar. Y mientras tanto, vamos aprendiendo a vivir la iglesia sinodal que el buen Dios Padre-Madre espera que construyamos en este III Milenio, como ha profetizado el Papa Francisco.
Siempre de la mano de la Virgen y protegida bajo su manto.
Patricia Kistenmacher
Misionera Laica de la Virgen de Luján
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