#LectioDivinaFeminista “UN DIOS AL REVÉS”: UN REINO DE SERVICIO Y MISERICORDIA
| Luz Milena López Jiménez
Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?» Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?» Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.» Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?»Respondió Jesús: «Sí, como dices,soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.» (Jn 18, 33-37)
El evangelio del día de hoy (Jn 18, 33-37) celebra la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, una fiesta instaurada por Pío XI en 1925, fiesta con la cual se marca el fin del año litúrgico.
Para comenzar, es importante recordar, que en el evangelio de Juan el tema de la verdad ocupa un lugar especial hasta el punto de comparar el “ser rey” con el “ser testigo de la verdad”, es decir, que Reino y Verdad tienen un vínculo muy fuerte. Lo anterior, va aterrizando aquellas meditaciones edulcoradas de esta solemnidad que se queda en un sentimentalismo superficial y romántico con expresiones como “Dios es el único Rey del mundo y de nuestro corazón” junto a unas imágenes monárquicas de coronas y cetros que nada dicen a nuestra realidad. Ese Dios “todopoderoso” retratado en un trono inalcanzable, nada tiene que ver con el evangelio; por el contrario, el evangelista Juan, busca señalar que el reinado auténtico de Jesús, es el que se orienta por la verdad, la justicia, la compasión y la misericordia.
En una sociedad y muchas veces en la Iglesia, en la que algunas personas viven en una continua competencia por alcanzar puestos, poder, privilegios y títulos que hagan sentir el triunfo del reinado junto a la satisfacción del control y dominio. Jesús, en pleno interrogatorio, está diciendo a Pilatos que su auténtica realeza es ser testimonio de la verdad, y a la vez su gran verdad ha sido el servicio y el amor sin medida hacia todas y todos, hasta el extremo de dar la vida por su pueblo.
En este sentido, se va transformando la intencionalidad de esta celebración. Cuando la Iglesia empieza a perder poder y prestigio, abrumada por la modernidad, se instaura esta fiesta como un esfuerzo en responder al creciente secularismo y ateísmo. En la encíclica “Quas primas”, promulgada por el Papa Pío XI el 11 de diciembre de 1925, se presentaban las razones por las cuales se instituía esta fiesta y, en síntesis, era la necesidad de recuperar el reinado de Cristo y de su Iglesia, pero con una visión politizada más que evangélica. Afortunadamente, en la actualidad la reflexión tiene un matiz más espiritual y humanista direccionándose en la línea del servicio y de la misericordia. De hecho, el Papa Francisco, en varias ocasiones, ha expresado que el ejercicio de la verdadera realeza de la Iglesia consiste en seguir a Jesús en su reinado de servicio desinteresado a todas las personas, especialmente a los más marginados.
En contraste con la visión espiritualizada que tenía el pueblo de Israel de los reyes y del reinado como una victoria de los buenos sobre los malos, de los santos sobre los pecadores. Jesús va a enseñar un Reinado alternativo y diferente. Un reino en el que los pobres, los silenciados, los que no cuentan, los niños, niñas, huérfanos, leprosos, viudas, mujeres y enfermos son los protagonistas de la historia.
En este punto, hace bien recordar la comparación que Jesús hace sobre el Reino de Dios, en el que utiliza la imagen de la levadura que una mujer mezcla y hace crecer la masa: “El reino de los cielos es como la levadura que una mujer tomó y mezcló en tres medidas de harina, hasta que hizo crecer toda la masa” (Mateo 13, 33). Esta parábola invita a plantar la mirada en la vida y misión de tantas mujeres discípulas y seguidoras de Jesús que colaboran activamente en la construcción del Reino de Dios.
A las primeras seguidoras de Jesús y las lideresas de las primeras comunidades cristianas se suma un tejido significativo de mujeres que hilan su discipulado en la entrega sencilla y cotidiana en sus comunidades y gracias a su fidelidad y firmeza logran sostener la vida eclesial y construir el Reino en lugares recónditos y de difícil acceso. Baste pensar en la Amazonía, un territorio donde el 90 por ciento de las 607 comunidades eclesiales de base son lideradas, coordinadas y acompañadas por mujeres, muchas veces en el anonimato y en la total invisibilización. Pero, es precisamente allí, en lo frágil y pequeño, donde el Reino adquiere toda su fuerza transformadora. Gracias a la entrega generosa de tantas mujeres y hombres que con su manera de vivir muestran la verdadera realeza de Dios, la cual consiste en la lucha por la verdad, justicia, la paz, la liberación de las estructuras de poder y opresión, la defensa de los derechos de las comunidades pobres y la dignidad de las personas más vulnerables.
Gracias a quienes, desde la Verdad de su ser, desde la autenticidad de sus valores, son reflejo de tu reinado, acunando en su regazo la esperanza, gastando su vida sin reserva, quienes son cada día la imagen de “Un Dios al Revés” como bien lo señala la poesía del Sacerdote Jesuita, Seve Lázaro, que retrata muy bien cómo es tu verdadero reinado:
Siempre me dijeron que estabas arriba,
que eras poderoso, omnisciente y juez.
que legiones de ángeles te servían,
y que tenías corona, manto, anillo de rey.
En tu nombre y con la biblia, desde siglos,
se proclaman reyes, papas, presidentes.
Se les sientan en tronos, se les reverencia
como embajadores y portavoces tuyos.
¿Cómo imaginar, entonces, sin atributos?
¿Cómo pensar el mundo sin jerarquías?
Si tú eres un Dios sin poder, arrodillado,
todo tambalea: la fe, la política, la economía.
Pero así quisiste ser, un Dios al revés.
Sin rango sagrado, sin incienso, sin letanías,
dejándote en mis manos como pan de cada día,
tus pies detrás de los míos, hasta desfallecer.
Ya no quiero quererte, sin querer de esa manera,
siempre en dirección contraria al cálculo y al rédito,
sirviendo sin requisitos, hasta el corazón abrirse
a una muerte con sentido, a una vida sin barreras.
Luz Milena López Jiménez. FMA