#advientoenclavedemujer ESPERAR DESDE EL VÉRTIGO DE LA VIDA
| Yolanda Olivera Alberca
Vivimos tiempos difíciles muchos de ellos traspasados por la violencia, la guerra, los desastres climáticos, las injusticias, los malos tratos, en todas estas situaciones podemos percibir como las relaciones humanas se van deteriorando. Ante estas situaciones de límite, percibimos la hermana muerte cada vez más cerca. El adviento es un tiempo propicio, porque nos coloca en movimiento, en espera abrazando los vértigos personales, comunitarios e institucionales de la vida.
Estamos llamadas/llamados a preparar, manteniendo la esperanza de que algo nuevo va a suceder. Abrir el corazón para escuchar, comprender, discernir y junto a María acoger los dolores manifestados y latentes de los pobres y marginados. Es arriesgarnos a dejar que el aire fresco del amor de Dios ingrese en nuestras entrañas y nos envuelva con el bálsamo nuevo para reconocernos seres necesitados de ecosistemas de cuidado y protección, tal como lo experimentó Jesús en el vientre de María.
En la liturgia de este tiempo de adviento, encontramos varios personajes de la biblia que nos acompañan, como la Virgen María, Isabel, Juan Bautista, José el esposo de María. Ellos nos animan a preparar nuestra interioridad. Porque, adviento es un tiempo de gracia para acoger nuestra vulnerabilidad tal como lo hizo María. Reconociendo que necesitamos de la misericordia de Dios padre y madre, para que juntos logremos crear relaciones sanas, erradicando cualquier tipo de abuso.
Me quiero detener en la figura de María. A ella la concibo, como una mujer alegre, inquieta, luchadora, humilde, entregada, servicial y compasiva, como tantas mujeres de nuestro continente que buscan hacer del Evangelio, un estilo de Vida. María, nunca pensó ser la elegida. Por ello, cuando el ángel Gabriel, le dice que sería la madre del Señor, se turba, se angustia, se queda sin palabras le sube los niveles de estrés y de la ansiedad, podríamos decir hoy en día.
Sin embargo, ante la incertidumbre y ante lo desconocido se arriesgó a decir sí: «Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho” (Lucas 1, 38). Ella, es la primera mujer que vive en plenitud el adviento; ya que, abraza sus miedos y desde su vulnerabilidad comienza a gestar la Vida, a Jesús.
Así como María que abrazó sus temores, angustias y se lanzó a cantar las maravillas que Dios hizo en su pequeñez. Hoy en día, existen mujeres en los diferentes rincones remotos donde están presentes siendo gestoras y tejedoras, ofreciendo abrigo, cuidado para los más frágiles. Ellas en sus actividades cotidianas anuncian e invitan a vivir el adviento, como mujeres en clave de esperanza.
Las mujeres, somos expertas en reconocer donde falta el Pan, somos las que movemos, organizamos a la comunidad para tejer redes de solidaridad y hospitalidad, sin esperar nada a cambio. El tiempo de adviento, nos invita a vivir junto a tantas compañeras creando relaciones de igualdad, equidad, reconociendo que muchas veces nos lanzamos tras el vértigo de la vida a crear ecosistemas humanizadores, ahí donde las relaciones son áridas, violentas y desiguales.
Nos arriesgamos a darlo todo, como la viuda del Evangelio, “llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre” (Mc 12, 42), con una sola finalidad, que todos tengan algo que comer y vivir en libertad, aprendiendo a dar hasta lo más imprescindible sin juzgar y sin discriminar. ¿ Cómo construir un presente de dignidad y de valoración de cada mujer, con acceso a la satisfacción de sus derechos fundamentales y al desarrollo de sus capacidades y habilidades?
Juan Bautista, junto con el profeta Isaías, nos recuerda “Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos. (…)”. (Lc 3, 4-6). La vocación de Juan Bautista, es anunciar ¿Cuál es nuestra vocación? ¿A qué nos sentimos llamados/llamadas en este tiempo de adviento? Demos valor a las relaciones que nos ayudan a crecer, pensar y conquistar la libertad interior.
Esto nos llevará a construir relaciones sanas, buscando espacios para celebrar la vida con las personas que queremos y amamos. María se arriesgó a celebrar, a cantar y contar su felicidad a las personas que ella amaba (su prima Isabel y su comunidad). El Adviento, es aprender a bendecir, acogiendo nuestros miedos, deseos y sueños para gestarlos junto a al corazón y vientre de María y San José. Ellos se arriesgaron a transitar caminos oscuros que al final pudieron ver la luz, Jesús pequeño y frágil que vuelve a venir, nos recuerda que estamos llamados y llamadas a derribar los muros del odio, la indiferencia, de los celos, la discriminación, la xenofobia, ofreciendo y viviendo la hospitalidad.
Yolanda Olivera Alberca- FMMDP