Sentipensando la Pascua entre mujeres LAS MIRÓFORAS

Ellas fueron las mujeres las que se mantuvieron fieles a Jesús hasta el final

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Hoy, Sábado Santo, es un día en el que vamos a encontrarnos con las Miróforas, que representan una tradición del Nuevo Testamento, conservada especialmente en la Iglesia de Oriente. Ellas nos van a acompañar y a mostrar a Jesús en el Misterio de su Muerte y Resurrección. Vamos a intentar llenarnos de sus mismos sentimientos y del mismo amor.

Ellas fueron las mujeres las que se mantuvieron fieles a Jesús hasta el final y se implicaron en los ritos funerarios que dictaba la costumbre y la tradición judías. Las Miróforas eran las portadoras del aloe y la mirra para ungir el cuerpo de Jesús (Lc. 23, 55-56 y paralelos 24, 9-13 etc…), después de que Nicodemo y José de Arimatea (Jn 19,38), varones, tal y como lo mandaba la tradición, lo hubieran lavado.

Las mujeres del Evangelio debieron de tener el tiempo suficiente para ir preparando bien el Entierro de Jesús porque lo sabían de antemano. Según los Evangelios Sinópticos, Jesús anunció tres veces su Pasión; en esos momentos, los evangelistas no citan explícitamente a las mujeres; hablan de los “apóstoles”, “los discípulos” etc…, no las citan, pero ellas estuvieron presentes y supieron bien lo que iba a suceder. Y lo sabemos porque cuando los ángeles dijeron a las mujeres ante el sepulcro vacío: “no está aquí, ha resucitado. Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea”, continúa diciendo… “y ellas se acordaron”, por lo tanto, ¡estuvieron presentes![1]... y estuvieron presentes desde los comienzos, que eso quiere decir “desde Galilea” en Lucas[2].

         Así pues, seguramente tuvieron tiempo para ir tejiendo el sudario de lino, que según la costumbre, al igual que en las demás culturas, era una función atribuida a las mujeres, y también prepararon los ungüentos y perfumes para embalsamar su Cuerpo.

El hondo  sentido simbólico del sudario, hecho por las mujeres y envuelto  por ellas, es precioso: es la preparación del cuerpo “para el viaje hacia la eternidad”[3] por eso es ligero, “para que sea libre para viajar”…

Algunos comparan el sudario al capullo de seda que teje la oruga y que se convertirá en mariposa, transformada, significando así, la resurrección… Recogido el sudario y las demás telas que envolvían el Cuerpo de Jesús, significaron la Resurrección (Jn 20, 5-7). La muerte de Jesús es inseparable de la Resurrección, primicia de la nuestra… 

Contemplamos a Jesús muerto y enterrado en el corazón de la Tierra, pero   su vida está escondida en Dios. Aceptamos y adoramos el misterio de su muerte, de su bajada al sepulcro, “el Gran descenso”. En él colocamos también nuestra vida y nuestra propia muerte, la muerte del mundo y la esperanza de la total resurrección de todo en Dios. Contemplamos ese abandono radical al que Cristo se abaja.. y también todos los abandonos humanos que en él son asumidos. Y creemos en la salvación que está ahí, como semilla incipiente, que aún está por brotar… “Adoramus te Domine”.

“Con María y con las demás mujeres velemos ante la puerta todavía cerrada, la puerta de la tumba, del corazón, de la historia” … pero velemos en la esperanza…

Atendemos vigilantes a los primeros signos de esperanza… “¡Dios como un almendro en flor, despierta!” El almendro es también símbolo de la inmortalidad… Ahí, atentas, vigilantes, como las mujeres Miróforas, a la espera…

Desde la Edad Media se recitaba o cantaba en prosa “Victimae Paschali laudes” en la que a la pregunta: “Dinos, María. qué has visto en el camino” se le hace responder a María Magdalena:

“Vi el sepulcro de Cristo viviente

Y la gloria del que resucitó,

El sudario y los vestidos, unos ángeles

         Resucitó Cristo, mi esperanza;

         Precederá en Galilea a los suyos

         Sabemos que Cristo verdaderamente resucitó de entre los muertos…

         Tú, Rey victorioso, ten piedad” …

¡Un canto de alegría y un himno a la Resurrección!

Un texto precioso nos acompaña en esta contemplación esperanzada para descubrir más a fondo la entraña de su Encarnación:

         “Para contemplar este Corazón este Corazón no tenemos que apartar nuestras miradas de la tierra, morada del Dios vivo. Cristo está ahí, escondido en el corazón del mundo, donde lo ha sepultado su muerte y de donde surge su vida de Resucitado invadiendo poco a poco la Historia. Está ahí, en esa esperanza inconsciente que trabaja a toda criatura; presente en el esfuerzo de los hombres para construir un mundo justo y fraterno. En esa Humanidad de la que ha compartido el miedo, la soledad, el amor, debe manifestarse su gloria”[4]

[1] Primer anuncio: Mt. 16, 21-23; Mc. 8, 31-33; Lc, 9, 23

Segundo anuncio: Mt 17, 22-23; Mc. 9, 30´32; Lc. 9, 42-45

Tercer anuncio: Mt. 20, 17-19; Mc.10,32-34; Lc. 18, 31-33

[2] Esto es muy importante a tenerlo también en cuenta ¡¡¡en la presencia de las mujeres en la última Cena!!!

[3] Wikipedia voz Miróforas.

[4] Capítulo General 1970 de la Congregación de Religiosas del Sagrado Corazón de Jesús. Roma 1970.

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