EL OTRO NACIMIENTO
| Azahalia Rodríguez Peralta
En Belén de Judá, vivían María y José, una pareja joven que hacía poco se habían casado. María acababa de parir a su primera hija, las amigas de María estaban llenas de alegría y fueron a visitarla junto a sus esposos y sus hijas e hijos, para darles algunos consejos de cómo cuidarla y educarla, llevaron hierbas aromáticas para que María pudiera darse algunos baños de purificación y darle un buen descanso a la bebita, les llevaron algo de pan, verduras, miel, frutas, un poco de queso para preparar una cena sencilla, desde luego no podía faltar un buen vino y celebrar con José. A la pequeña le llevaron mantas limpias, jabones, aceites y aromas.
Ellas eran mujeres sabias que ya habían sido madres, y querían compartir con María algunos consejos de cómo cargarla, bañarla, curarla, consolarla; le enseñaron también algunos cantos para arrullarla y hacerla dormir entre sus brazos.
Antes de retirarse esa pequeña comunidad reunida, hizo un pequeño ritual dando gracias a la vida por el llamado a existir de esa niña, le ofrecieron al universo sus acciones amorosas de ayuda al prójimo y pidieron a las estrellas la llenara de salud, sabiduría y amor y así contribuir con su presencia a la construcción de la paz de su pueblo, la presentaron y la encomendaron a Ruah, para que la mantuviera en su luz.
José que había tomado parte de todo estaba feliz de ser el padre de esa hermosa niña y agradecía a la vida por ver el amor con que fue recibida por esas mujeres llenas de luz.
Por la noche ya en la intimidad de su sencilla casa, María y José miraban con especial ternura a Eva María, agradecían a Dios que es Madre y Padre, por la bendición de su primogénita, sabían que sería una niña carismática que con su vida haría el bien, así que conversaban que le iba a enseñar cada uno para que ella desarrollara todos sus talentos, así mismo pensaban que Eva María sería la primer hija de su gran descendencia pues tenían planes de tener más hijas e hijos.
Eva María era una niña, humana, no divina, hija de José y de María, con el sólo poder emanado de su ser más profundo, con la posibilidad de desarrollar sus capacidades y talentos en libertad, sin planearle la vida sino orientarla a tomar sus decisiones, sin la necesidad de salvar este mundo, que si bien era la primogénita sus padres planeaban tener otros hijos, sin magos o reyes que le ofrecieran oro, incienso o mirra, sino rodeada de familias que se alegran por su nacimiento y colaborando en su “Yo soy”.