#sentipensares2025 A NOCHE LA LUNA LLENA ILUMINÓ MIS MUCHAS VERGÜENZAS

| Kiki Suárez
A NOCHE LA LUNA LLENA ILUMINÓ MIS MUCHAS VERGÜENZAS
Creo que la primera vez que sentí una vergüenza espantosa fue en tercero de primaria. Teníamos clases de bordado y el mío estaba lleno de nudos. Estaba en fila frente a la mesa de la maestra Para que me ayudara a deshacer tantos nudos en mis hilos,. Yo era su favorita, pero ella era también una señora que percibía como severa. Tenía muchas ganas de hacer pipí, pero solo podíamos ir al baño en el receso, y aún faltaba para que sonara la campana. Yo era muy tímida que no me atreví a decirle que necesitaba ir al baño ya antes del receso. Me aguanté, me aguanté… hasta que ya no pude aguantarme más. Me hice pipí enfrente de todo el salón. Lloré y lloré.
La maestra, en lugar de regañarme, se volvió muy dulce y me dijo que podía ir a casa. ahí mi abuelita me cambió los calzones, y luego me preparó un delicioso pastel…..
Una vez - muchísimos años después - choqué con una señal de tráfico, me di un golpe contra el poste y pensé: “¿Qué me pasa?”. Ni idea de que tenía mala vista. Pero esa vergüenza no fue tan terrible, porque creo que nadie me vio… o quizás mis ojos ya estaban tan mal que no vi que alguien me estaba viendo. Cuando parece que nadie está viendo, nuestras vergüenzas, no crecen tan grandes.
Siempre me he caído mucho; era cosa de risa. Cuando conocí a mi esposo, un día caminábamos abrazados por el Zócalo de nuestra pequeña ciudad. Él me miraba con cariño y de repente me dijo: —Kiki, tú eres increíble. Te caes sobre tus propios pies en una superficie plana.
Con los años, me caí más. Yo era “la que siempre se caía”, pero nadie pensó que podía ser por mala vista.
Desde que sé que tengo mala vista, me han pasado cosas peores. Primero, abrazaba gente en la calle pensando que era alguien conocido… y no lo era. Uy, ¡ya había abrazado quién sabe a quién! Y la persona quedaba sorprendida, a veces medio en shock. De ahí aprendí a no abrazar a nadie si no estaba segurísima de quién era. Mejor ya ahora espero que me abracen a mí y me dejo abrazar por todas y todos - solo con interrupción durante los tiempos de la pandemia del COVID.
A veces toco la llantita en la panza o la cadera de alguien, pensando que es fulana de tal… y resulta ser otra persona. Así que, para no equivocarme, primero digo cosas que podría decirle a cualquiera. Luego escucho por dónde va la conversación, escucho la voz, las historias de la persona y la ubico.
Me da vergüenza cuando me siento en una mesa en nuestro restaurante sin darme cuenta de que ya hay alguien ahí. y alguien que no conozco y yo he invadido su espacio, cuando alguien me extiende su mano para agarrar la mía y no la veo. Pasa mucho. cuando platico con alguien y está alguien de repente se levanta y va al baño y no me di cuenta y sigo hablando a la silla vacía. El otro día mi hijo estaba en el sofá enfrente de mí, y pensaba que estaba en una esquina, en realidad estaba sentado en la otra. Y yo hable y hable a la esquina donde no estaba sentado nadie. Bueno, en este caso me dio risa en vez de vergüenza. Es mi reto ahora convertir vergüenzas de este tipo en risas.
Me da vergüenza cuando choco con alguien a quien no vi. Me da vergüenza cuando confundo a las personas. Me da vergüenza cada vez que choco con una silla o un mueble y alguien me ve. Y de las peores vergüenzas es cuando necesito ir al baño en lugares que no conozco y ya no puedo ir sola. Lo peor son los baños públicos grandes, como en centros comerciales o aeropuertos, porque todo es blanco y sólo veo blanco y no me oriento y no sé dónde está la taza, dónde está el lavabo, dónde está nada. Inclusive encontrar el baño en el avión es un reto. Ir al baño es de las acciones más básicas y necesarias en la vida y muchas veces no puedo lograrlo sin ayuda es de mis vergüenzas más básicas complicadas.
Pero cada vez la vergüenza se hace más pequeña. Hago lo que puedo con la discapacidad que me tocó. Si, el humor ayuda es muy bueno, poder reírse.
Y entonces recuerdo algo que les pasó a mis papás. Ya estaban en sus sesentas, mis hermanas y yo ya no vivíamos en casa, y en Año Nuevo, a mi mamá le gustaba ponerse elegante y celebrar en grande. Así que iban a un hotel muy fino.
Una de esas noches, mi papá le dijo emocionado a mi mamá: —Mira, aquí está el señor tal! - Mi mamá lo miró al señor y pensó: “¿Quién es este?”. Nunca lo había visto en su vida.
Pero mi papá era un artista en hacer conversación. Podía contar chistes y anécdotas de manera tan encantadora, que daba igual si conocía o no a la persona que tenía enfrente. Se sentaron con aquel señor y su esposa, pidieron vino, comieron rico y pasaron la noche superfabulosa. Al final, mi mamá me dijo:
—Kiki, ¡ese señor nunca lo había visto en mi vida! Tu papá se equivocó, en realidad no lo conocía.
Pero les salió bien. Encontraron nuevos amigos por una confusión.
Hoy pienso que mi papá sufría la misma enfermedad en los ojos que yo, retinitis pigmentosa. Pero en su caso, nunca fue diagnosticado. Creo que aquella noche le pasó lo mismo que a mí: pensó que conocía a alguien cuando en realidad no lo conocía. Se confundió.
Pero de esa confusión nacieron nuevas amistades. Y eso también puede pasar con mis propias fallas, esas que a veces me dan vergüenza. Porque, si lo analizamos bien, los acercamientos humanos y las amistades suelen surgir cuando nos mostramos vulnerables, cuando cometemos errores, cuando nos reímos de ellos o pedimos perdón. Y ALLÍ, MUCHAS VECES, SURGE LA AMISTAD!!!!