#Sentipensares 2025 Tomi nos hizo entrar en el Misterio
Mi hijo Amado
| Cristina Monsegur
La enfermedad cuando se presenta irreversible nos presenta la invitación a asomarnos a esa dimensión que llamamos muerte y que convive silenciosa entre nosotros. Está ahí siempre, solo que nos hemos quedado con la ideas de la división de achicarle su espacio reducido a ideas reconfortantes que aseguran que estamos mejor...sin dolores, sin necesidades, sin angustias existenciales...porque ya no será nuestro territorio a hablar.
Cuando mi hijo Tomi enfermó de cáncer, supimos casi enseguida que el tiempo era valioso. Él mismo me decía intuyendo, y transitando ya la profundidad de lo que venía: "el tiempo es finito Mamá. Siento que soy como el casco del barco al que hay que arrancarle las costras y calcáreos con los dedos aunque te sangren".
Fueron dos años y cuatro meses exactos, el día cinco nos iba marcando pasos a dar o a tener consciencia de que esa era ahora la marca del tiempo nuestro. Digo tiempo nuestro, aunque el dolor lacerante de despedir a un hijo no se compara. Mis otros seis hijos vivieron a pleno ese tiempo. Hoy nos une una comprensión del lugar donde habita Toni que él fue guiando como nuestro capitán de ese casco que finalmente navegó libre, una mañana del cinco de abril cuando sonaban las campanas del convento benedictino anunciando el Angelus.
Hace poco fue su cumpleaños número 51 y lo celebramos como él celebraba la vida en cada día que estuvo en este lugar, en presencia visible y real celebrada cocinando e inventando a probar cosas ricas. La mesa fue su lugar preferido siempre y hoy su silla está sin ocupar. Pero sabemos que está su presencia fuerte, brillante, alegre...
Cada uno de nosotros lo tiene al lado, <yo viajo tranquila de su mano, a veces lo llevo pequeño con sus deditos pequeños, confiados en mi mano fuerte>. <Otra me lleva del hombro apoyando mis dudas y los momentos de extrañar su voz, su mirada>. A casi todos se nos presenta de vez en cuando, la mayoría de las veces es pájaro que golpea el vidrio, colibrí que anda cerca y bate sus alitas frente a nosotros como saludando o dando de nuevo ese adiós de último día desde la cama blanca. Kala y Viola, sus hijas mujeres, lo encuentran en las mariposa y las libélulas... como sea, cuando hay un motivo de celebración. Tomi se las arregla.
COn este, mi hijo amado, vino a mi el misterio de la dimensión profunda de la unión de las almas, de la delgada línea entre la presencia visible y la que hay que esperar a cad instante porque está ahì, convive con nosotros.
Cuando comenzó su enfermedad, me aferré con todo a lo profundo que anida en mí, lo tenía, aunque en estos momentos irrumpió para quedarse invitando a más y más Hondura a medida que el tiempo transcurre.
Ahí entendí, que el milagro que imaginamos como algo que puede torcer lo que sucede es en realidad un misterio al que hay que entrar. Ese es el regalo más valioso que nos dejó la vida de Tomi. Antes la llamamos muerte, ahora sabemos que es presencia fuerte y constante, sabemos de la unión de nuestras almas entre nosotros, aunque cada cual tiene su forma de haber llegado a entender ese misterio tan parte de la vida misma, que es el único que no tiene finitud entre todos los conceptos construidos para no entrar en él y bailar y cantar y celebrar lo que somos.