Mártires de la UCA, 25 años

16 Noviembre 2014, hoy se cumplen 25 años del martirio en El Salvador de 6 jesuitas que, junto con una empleada y su hija, amanecieron violentamente asesinados en el patio de la reducida vivienda en la que vivían junto a la Universidad de Centro América (UCA) de San Salvador. El pueblo los tiene ya por santos -como a Monseñor Romero, el obispo de esta ciudad, al que también asesinaron en fechas anteriores, en el altar en el que estaba diciendo la misa-, aunque la Iglesia todavía no los haya oficialmente santificado. Un aniversario que merece un mínimo de atención.

De los seis jesuitas muertos, cinco eran españoles, aunque residentes en El Salvador desde hacía muchos años. En este sencillo recuerdo, merecen ser destacadas sus referencias personales. El que centraba la principal atención de los asesinos era el Rector de la UCA, Ignacio Ellacuría, 59 años al morir, nacido en Portugalete, Vizcaya. Los otros cuatro españoles eran Segundo Montes, 56 años, de Valladolid; Ignacio Martín-Baró, 41 años, de Valladolid; Amando López, 53 años, de Cuvo de Bureba, Burgos; y Juan Ramón Moreno, 56 años, de Vallatuerta, Navarra. El sexto jesuita, Joaquín López, tenía 71 años y había nacido en Chalchuapa. en El Salvador. La empleada de los jesuitas se llamaba Julia Elba y su hija Celina, ambas fueron también asesinadas para que no quedasen testigos de lo que habían presenciado. Todos fueron despertados y sacados de la casa durante la noche para ser ametrallados en el pequeño patio de su casa con sus ropas de dormir. La fotografía que se hizo a la mañana siguiente de todos tirados en el suelo del patio de la casa, todavía resulta literalmente patética.

Estos jesuitas se habían tomado en serio la parábola de los talentos de Jesús, ocasionalmente recordada por la Iglesia católica en las misas del XXV Aniversario de su muerte. No habían enterrado sus cualidades personales. Su tarea universitaria y sus demás trabajos apostólicos los habían puesto al servicio de la justicia, de desentrañar las causas de la guerra civil que estaba destruyendo al pueblo salvadoreño -80.000 personas es el cálculo de los muertos en este enfrentamiento-, y los militares que estaban protagonizando esta guerra quisieron callar para siempre estas voces interpelantes. Hubiese sido más cómodo para ellos enterrar el talento recibido, callar e interpretar cómodamente la docencia universitaria y el ministerio pastoral, vivir con los ojos tapados hacia las injusticias que estaban presenciando. Hablaron, tomaron partido a favor de los más pobres que en esta guerra estaban interviniendo, y los más poderosos militares de la otra parte de esta guerra los asesinaron. La Asamblea internacional jesuítica que había unido indisolublemente el seguimiento del la fe y la práctica de la justicia ya había anunciado proféticamente: No trabajaremos en la promoción de la justicia sin que paguemos un precio (CG 32, D 4, n 46). En este caso, el precio fue el martirio.

Con ocasión de este XXV Aniversario, las Universidades jesuíticas españolas han hecho una Declaración en la que reconocen claramente que el ejemplo de los mártires de la UCA nos interpela, admitiendo además que el recuerdo de este hecho implica un exigente reto de mejora. Concretan que la función de la universidad consiste en analizar la realidad histórica y en contribuir a su transformación, y que esto hay que hacerlo universitariamente, no cayendo en fáciles eslóganes, en planteamientos simplistas, o en derivas ideológicas. La Declaración especifica, además, los comportamientos que resultarían coherentes con la interpelación de los Mártires de la UCA, pero los reproduzco a continuación porque los rasgos de esta coherencia no sólo deben afectar al mundo universitario:

- Analizar las raíces profundas de las injusticias estructurales que nos rodean

- Tener valor para comprometer la vida en la transformación del mundo injusto

- Sentirse responsables del e3stado actual de la humanidad

- Ser agentes de cambio social

- Contribuir a crear un sistema que sea respetuoso de la dignidad de la persona human, de todas las personas sin excepción, y respetuoso también de su hogar, que es la Tierra


El recuerdo del 25 aniversario de los Mártires de la UCA no debe ser una simple concesión a la nostalgia. Su testimonio implica una seria interpelación a los que consideramos su memoria.
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