Se viene y se va, NAVIDAD en paz
Una cuña de un canal de TV -la Sexta- me ha impresionado este año. Venía a decir que "si estás harto de la Navidad, aquí estamos para acompañarte y entretenerte". La televisión presentada como un medio de liberarse del auténtico aluvión navideño de estos días.
Hay gente que está harta de la Navidad, que no la aguanta. Los motivos son múltiples -rechazo a todo lo que la Navidad pueda significar, evocación de motivos tristes...-, pero el resultado es que se produce un rechazo a todo lo que pueda oler a la Navidad, a todos los motivos y celebraciones navideñas. Son las personas que pasan de la Navidad, que no quieren nada con ella.
Suelo fijarme cada año en los extraordinarios de los periódicos centrados en la Navidad, y me sorprende cada vez más el afán claramente premeditado por omitir cualquier imagen o motivo que pueda estar relacionado con lo religioso. Estos extraordinarios, los periódicos se ven obligados hacerlos, porque alrededor de estos días navideños abunda mucho ese bien tan escaso que es ahora la publicidad y ningún medio puede perder la oportunidad de hacer caja con estos recursos publicitarios. Pero el resultado es que se elaboran unas páginas repletas de anuncios de posibles regalos, de toda clase de alimentos, de perfumes y joyas, todo lo más con estrellitas y guirnaldas o con enanos y renos, pero sin nada que se relacione con el portal del Belén o con las imágenes de la Sagrada Familia.
Fenómenos parecidos se produce con los adornos y las iluminaciones navideñas de las calles, que los Ayuntamientos más laicos pretenden eliminar o disminuir y que todos los que hacen algo en este sentido lo llevan a cabo eliminando por completo los motivos religioso. Se emplean motivos decorativos de una Navidad desprovista de elementos religiosos.
La sociedad actual se encuentra actualmente abocada a celebrar con el mayor fasto posible la Navidad, pero convirtiéndola en una fiesta no religiosa sino laica. Es como celebrar una boda sin novios o una bautizo sin niño al que echarle el agua. Lo que dio origen a la celebración de la Navidad, la conmemoración del nacimiento de Jesús, se oculta y queda una fiesta que no se sabe por qué se celebra.
Como consecuencia ha venido el buscar una serie de motivos que puedan justificar la celebración de la Navidad, convirtiéndola en una fiesta familiar o en reuniones de compañerismo o amistad. Las comidas de empresa o la entrega en estos días de regalos son manifestaciones de esta derivación laica de la Navidad. Nada malo, algo incluso hermoso y bueno, pero alejado de lo que estuvo en el origen de la celebración de la Navidad.
El secularismo, así, queda enfrentado con la religiosidad. La Navidad se convierte en el campo de batalla de dos tendencias que, polarizadas, tienden a convertirse en contradictorias. Como también ocurre en otros campos, la exageración no conduce a nada. La secularización completa de la Navidad ni tiene sentido ni resulta casi posible. Pero tampoco tiene ya mucho sentido olvidar las connotaciones laicas de la Navidad y pretender convertirla en una celebración exclusivamente religiosa. La Navidad es actualmente un fenómeno múltiple, en el que convergen todas las posibles cosmovisiones. Ninguna tendencia es sensato que pretenda la exclusividad en la interpretación o en el estilo de celebrar la fiesta.
La interpretación más completa de la Navidad es la más procedente. El que contempla y participa de su sentido religioso, el que comprende la Navidad como celebración por el Nacimiento de Jesús, entiende incluso mejor los efectos que todos, con más o menos coherencia, derivan de la Navidad: Paz, Alegría, Amor, Felicidad. Es la buena nueva del Nacimiento de Jesús la que explica mejor todas esta connotaciones de la Navidad. El que vive la dimensión religiosa de la Navidad debe agradecerlo -la fe siempre es un don-, pero sin llegar a caer en la visión fundamentalista de que sólo el que tiene la visión religiosa tiene derecho a celebrar la Navidad o es el único que la celebra adecuadamente.
Si la Paz es el fruto de la Navidad que fue anunciado por el ángel a los pastores, debemos todos vivir en paz la Navidad, sin pretender marginarla o huir de ella y sin caer tampoco en interpretaciones maximalistas y excluyentes.Vivamos todos en paz la Navidad.
Hay gente que está harta de la Navidad, que no la aguanta. Los motivos son múltiples -rechazo a todo lo que la Navidad pueda significar, evocación de motivos tristes...-, pero el resultado es que se produce un rechazo a todo lo que pueda oler a la Navidad, a todos los motivos y celebraciones navideñas. Son las personas que pasan de la Navidad, que no quieren nada con ella.
Suelo fijarme cada año en los extraordinarios de los periódicos centrados en la Navidad, y me sorprende cada vez más el afán claramente premeditado por omitir cualquier imagen o motivo que pueda estar relacionado con lo religioso. Estos extraordinarios, los periódicos se ven obligados hacerlos, porque alrededor de estos días navideños abunda mucho ese bien tan escaso que es ahora la publicidad y ningún medio puede perder la oportunidad de hacer caja con estos recursos publicitarios. Pero el resultado es que se elaboran unas páginas repletas de anuncios de posibles regalos, de toda clase de alimentos, de perfumes y joyas, todo lo más con estrellitas y guirnaldas o con enanos y renos, pero sin nada que se relacione con el portal del Belén o con las imágenes de la Sagrada Familia.
Fenómenos parecidos se produce con los adornos y las iluminaciones navideñas de las calles, que los Ayuntamientos más laicos pretenden eliminar o disminuir y que todos los que hacen algo en este sentido lo llevan a cabo eliminando por completo los motivos religioso. Se emplean motivos decorativos de una Navidad desprovista de elementos religiosos.
La sociedad actual se encuentra actualmente abocada a celebrar con el mayor fasto posible la Navidad, pero convirtiéndola en una fiesta no religiosa sino laica. Es como celebrar una boda sin novios o una bautizo sin niño al que echarle el agua. Lo que dio origen a la celebración de la Navidad, la conmemoración del nacimiento de Jesús, se oculta y queda una fiesta que no se sabe por qué se celebra.
Como consecuencia ha venido el buscar una serie de motivos que puedan justificar la celebración de la Navidad, convirtiéndola en una fiesta familiar o en reuniones de compañerismo o amistad. Las comidas de empresa o la entrega en estos días de regalos son manifestaciones de esta derivación laica de la Navidad. Nada malo, algo incluso hermoso y bueno, pero alejado de lo que estuvo en el origen de la celebración de la Navidad.
El secularismo, así, queda enfrentado con la religiosidad. La Navidad se convierte en el campo de batalla de dos tendencias que, polarizadas, tienden a convertirse en contradictorias. Como también ocurre en otros campos, la exageración no conduce a nada. La secularización completa de la Navidad ni tiene sentido ni resulta casi posible. Pero tampoco tiene ya mucho sentido olvidar las connotaciones laicas de la Navidad y pretender convertirla en una celebración exclusivamente religiosa. La Navidad es actualmente un fenómeno múltiple, en el que convergen todas las posibles cosmovisiones. Ninguna tendencia es sensato que pretenda la exclusividad en la interpretación o en el estilo de celebrar la fiesta.
La interpretación más completa de la Navidad es la más procedente. El que contempla y participa de su sentido religioso, el que comprende la Navidad como celebración por el Nacimiento de Jesús, entiende incluso mejor los efectos que todos, con más o menos coherencia, derivan de la Navidad: Paz, Alegría, Amor, Felicidad. Es la buena nueva del Nacimiento de Jesús la que explica mejor todas esta connotaciones de la Navidad. El que vive la dimensión religiosa de la Navidad debe agradecerlo -la fe siempre es un don-, pero sin llegar a caer en la visión fundamentalista de que sólo el que tiene la visión religiosa tiene derecho a celebrar la Navidad o es el único que la celebra adecuadamente.
Si la Paz es el fruto de la Navidad que fue anunciado por el ángel a los pastores, debemos todos vivir en paz la Navidad, sin pretender marginarla o huir de ella y sin caer tampoco en interpretaciones maximalistas y excluyentes.Vivamos todos en paz la Navidad.