Los “confinados forzosos” en que nos hemos convertido de la noche a la mañana, estamos respondiendo de manera entusiasta a la propuesta de asomarnos cada tarde a las ventanas para aplaudir a los que trabajan en la sanidad pública. En medio de tanta calamidad, redescubrir el aplauso como forma de reconocimiento y gratitud no es chica cosa. Siempre me ha llamado la atención cuánto se aplaude en la Biblia (aplauden hasta los árboles en Is 55,12 y los ríos en el salmo 98, 8) y la abundancia exagerada que hay en ella de verbos como exaltar, ensalzar, alabar, confesar, pregonar, engrandecer, elogiar, glorificar, alegrarse, regocijarse, estar jubiloso, exultar, gozarse alegremente, cantar, tocar, gritar de gozo, vitorear, aclamar, pulsar las cuerdas de un instrumento, batir palmas.
Un detalle curioso: la exhortación a alabar (hll) aparece 29 veces en los Salmos mientras que servir, solamente dos. En este tiempo en que muchos echamos de menos trabajar y hacer cosas útiles, podemos entrenarnos en el aprendizaje de aplaudir.