Monólogos y soliloquios
Es una lástima que el contenido de las reflexiones de ambos gire en torno a cómo enriquecerse más y tampoco consuela mucho que el hijo pródigo salga del agujero negro en el que estaba gracias a que “entró en sí” y se dijo “me levantaré…, iré…le diré…” (Lc 15, 17): la realidad es que tenía un hambre tan feroz que sus pensares le fluían desde el estómago.
Menos mal que aparece María, la madre de Jesús, con una interioridad “decente” y respiramos al saber que ella rumiaba otras cosas y todo lo que tenía que ver con su Hijo “lo guardaba dándole vueltas en su corazón” (Lc 2,19). Santa Teresa hablará después de “un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma…”
Qué suerte contar con maestras que orienten nuestros soliloquios en otra dirección…