Prisas

Todo está en movimiento en la mañana de Pascua

Todo está en movimiento en la mañana de Pascua. Jesús sale al encuentro de las mujeres que habían ido al sepulcro con perfumes y ellas corren a contárselo a los discípulos. María de Magdala descubre la tumba vacía y corre a anunciárselo a los discípulos;   Pedro y Juan corren también y lo mismo los de Emaús.  después de reconocer a Jesús al partir el pan, corren a decírselo a los demás.

 Este dinamismo imparable impregnaba ya los relatos de la infancia de Jesús y sus personajes se ponen en pie, van y vienen al encuentro unos de otros, se visitan, se invitan mutuamente a desplazarse, caminan con apresuramiento como si les fuera la vida en lo que van buscando.

María se levanta y marcha deprisa a visitar a Isabel y Juan da saltos en el seno de su madre; los pastores corren en Belén en busca del niño en un pesebre que les ha anunciado el ángel. Los magos emprenden un camino incierto, llegan hasta Jerusalén y guiados por la estrella, que también se mueve, llegan hasta la casa donde estaba el niño con su madre y se vuelven a su tierra dando un rodeo. A Simeón es el Espíritu Santo el que lo impulsa a dirigirse al templo, Ana también acudió en aquel momento atraída por el Niño.  José y María van y vienen de Nazaret a Belén, de Belén a Jerusalén, de allí a Nazaret y de nuevo a Jerusalén cuando el niño tiene doce años, recorriendo el camino inverso en su búsqueda

Los únicos inmóviles tanto en el nacimiento de Jesús como en su resurrección, son los "personajes cualificados", esclerotizados en Jerusalén, atornillados en su poder, empeñados en seguir  releyendo antiguas palabras muertas en viejos rollos de pergamino.

La presencia del Viviente cuestiona, provoca, invita a desplazamientos, a cambios de lugar y de postura, convoca a búsquedas y a urgencias.

Dichosos nosotros si nos ponemos en movimiento.

Dolores Aleixandre rscj

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