RESONANCIAS

Resulta imposible leer ahora el Evangelio sin que nos resuenen esas otras  palabras que no dejamos de oír en tiempo de pandemia. La vigilancia a la que nos exhortan las parábolas pone en marcha el recuerdo de la alerta y la alarma que hasta hace poco creíamos que eran lo mismo pero que,  gracias a las explicaciones de los políticos, hemos aprendido a diferenciar. A diferencia de ellas, la vigilancia evangélica  no incluye ni  temor ni  inquietud y  convoca a vivir despiertos y atentos, una disposición muy sensata también ante la Covid 19.

Otra frase del evangelio de Mateo sobre “pagar el diezmo del comino” (Mt 23,21) adquiere en este tiempo un sentido nuevo. Jesús contraponía esa actitud de centrarse en lo accidental olvidando las grandes cuestiones que importaban: “la justicia, la misericordia y la fidelidad”. Esa tendencia a desenfocar la mirada  dando a las cosas un valor que no tienen,  se encuentra hoy desafiada por lo que está ocurriendo. La realidad nos enfrenta a un acontecimiento tan  inesperado y excesivo que ha interrumpido la trama tranquila de nuestra vida y ya no nos permite vivir entretenidos “colando mosquitos” y calculando “el diezmo del comino”. Cada vez que pisamos el acelerador para “que todo siga igual” y nos empeñamos en regresar a la normalidad”, los brotes reaparecen de nuevo y dicen:  “¡Frenad y pensad! “El virus nos está obligando a tomar conciencia de los grandes temas que nos desafían como humanidad: la vulnerabilidad de nuestros sistemas, las desigualdades, la interdependencia, la crisis climática… Cualquier prueba es un arma de doble filo: saldremos de ella mejorando o empeorando. Puede obligarnos a pensar de manera más interconectada, a hacernos más conscientes del precio inestimable de la proximidad y de la presencia de la que estamos privados. Si miramos hacia el pasado en dirección a los momentos de la historia en los que se han producido grandes cambios, la conclusión es evidente: lo que estamos viviendo se les parece muchísimo.

(RS 21, Octubre 2020)