Siempre hay un pero Siempre hay un pero
Luces y sombras de los informes completos de la realidad
O Moisés era listísimo o tenía un consejero como ese que, según dicen, tiene siempre a su lado el presidente (en funciones) del gobierno para aconsejarle sobre las estrategias a adoptar. Fuera lo que fuera, el envío de exploradores para ver cómo era la tierra de Canaán que se disponían a conquistar (más bien “que el Señor les iba a entregar”), era astuta pero suponía riesgos. Tenían que fijarse bien cómo era el país y sus habitantes: si eran fuertes o débiles, escasos o numerosos; si las ciudades eran abiertas o fortificadas, si la tierra era de secano o de regadío, en fin, una inspección en toda regla. Volvieron al cabo de 40 días trayendo un racimo gigantesco colgado de una pértiga y una espuerta con higos y granadas: “Es una tierra que mana leche y miel”, dijeron. “Fantástico debió pensar Moisés- , son resultados positivos que gustarán a la gente, podemos seguir adelante”. Hubiera dado cualquier cosa porque el informe terminara ahí (“España va bien…”) pero… (siempre hay un “pero”) ellos siguieron diciendo: “el pueblo que hemos visto en ella es de estatura gigantesca y nosotros parecíamos saltamontes a su lado y así nos veían ellos” (Num 13,1-20).
Ya estaba ahí el “pero”, el inconveniente, el comentario aguafiestas, la preocupación o el dichoso lumbago. Ya estaban ahí los límites y los inconvenientes proyectando su sombra y dispuestos a amargarnos el disfrute. “Nada es perfecto”, decía al zorro al Principito, así que más nos vale ir aprendiendo a encajar las luces y sombras de los “informes completos” sobre la realidad, y no dejar que el sentirnos pequeños como saltamontes nos impida saborear las uvas, la miel, los higos y las granadas que nos ofrece la vida.