Que significativa es la familia y qué poca importancia le damos en estos momentos actuales…
Abrir los ojos cada día y hallarlos cerca, poder ir descubriendo junto a ellos la belleza de la vida, de un pueblo o ciudad, con sus calles, parques, costumbres… compartir con unos hermanos la mesa, el techo, los juegos en las tardes junto al calor del fuego o el fresco del atardecer.
La familia siempre es considerada un don, es ahí donde Dios prolonga su presencia de vida, amor y alegría a la vez que también experimenta el dolor en tiempos de aflicción.
La calidad de la familia reside en el amor generoso y oblativo, donde cada uno de sus miembros saben dejar a un lado su interés personal por el otro.
Ahora parece que todo está en crisis: los valores, familia, economía, Iglesia, etc. Donde tantos proyectos se truncan, es el momento de apostar por esa unión, algo tan necesitado para seguir caminando. No podemos permitirnos el lujo de dejarlo por el camino, pensemos cómo es la sociedad que estamos construyendo, con qué valores, qué futuro, qué mundo es el que queremos dejar de herencia a nuestros pequeños.
El próximo día 15 celebraremos la jornada mundial de la familia. Reflexionemos sobre cómo mejorar la relación entre todos sus miembros con el respeto y atención que cada uno merece.