Dicen que quien tiene un amigo, ha encontrado un verdadero tesoro. Esto es algo que yo he oído toda la vida y que también he podido experimentar, por lo tanto no lo considero como un dicho, sino algo más…
¿Os imagináis la vida solos, sin nadie con quien poder compartir o apoyarte en los momentos de esperanza o de incertidumbre?, ¡qué duro sería vivir así!, pero seguro que hay personas que por determinadas circunstancias sienten esa carencia y soledad.
El ser humano no ha nacido para ser alguien insociable, sino para vivir y compartir con los demás. Necesitamos de gestos, miradas, palabras, de alguien que te coja una mano para poder compartir las alegrías y el sufrimiento o decepción. Pero recordemos que un amigo nunca puede ser considerado una propiedad, porque entonces sería egoísmo y dejaría de ser un don o un tesoro como he dicho antes.
Es alguien que te acepta como eres, que te comprende, te escucha, recibes el beso más sencillo y sincero.
Quizá podríamos pararnos y dar gracias a Dios por sentirnos queridos y ser alguien para otras personas, alguien que sea capaz de acogerte y llenarte de luz y sentido.
Parémonos por unos momentos y demos gracias a Dios por ese gran regalo y porque a través de los demás, podemos sentirle a Él.