Uno de Mayo
Desde mediados - finales del siglo XIX la Iglesia ha tenido muy en cuenta el tema del trabajo, tanto, que el Papa León XIII le dedicó la encíclica “Rerum Novarum”.
Estamos atravesando unos momentos difíciles de precariedad en nuestra sociedad, por eso este 1 de mayo, día del trabajador, es un momento de unión, reivindicación y denuncia a tantas situaciones de injusticia como están viviendo muchas familias.
Nuestra Iglesia debe de actuar como fermento, como alma de la sociedad. Los cristianos no podemos separar la fe de la vida diaria, tenemos que trabajar por una mejor calidad de vida, una justa distribución de bienes y oportunidades, donde nadie se sienta amenazado y con miedo de poder perder su trabajo y sustento familiar.
Es una situación que nos afecta a todos y por eso, todos, tenemos que trabajar por superarla pero con ilusión y esperanza. No es un destino fatal, ni mala voluntad de Dios. Simplemente una mala gestión a nivel internacional y nacional donde los principales afectados, una vez más, es la clase obrera.
Nos hemos vuelto esclavos del dinero, del tener y del poder y eso nos ha llevado a la situación la cual nos encontramos, pero recordemos, que en toda crisis, está el paso liberador de Dios, doloroso, es verdad, pero también liberador.
Unamos nuestras fuerzas y trabajemos por un mundo más justo, donde todos tengamos los mismos derechos e igualdades.
Ojala que esta experiencia nos sirva para no volver a caer en las mismas equivocaciones, aunque somos humanos.