La envidia

Cuando me he puesto a pensar sobre qué compartir en este minuto de encuentro que tengo con vosotros, me ha venido a la cabeza una palabra: ENVIDIA. Algo de lo que este país anda más que sobrado.
Entonces me he puesto a pensar en rostros de personas quienes por la envidia han destrozado la vida de muchas personas e incluso la suya propia sin ser o siendo conscientes.
Para muchos supone una enfermedad, aunque no se considera como tal porque no está reconocida en la Seguridad Social, pero es demasiado habitual. Quizá si alguna vez remitiese la crisis existente, deberíamos de incorporarla en el vademécum de enfermedades.
La envidia es desear ser o tener lo que el otro tiene y ello nos lleva a un estado de infelicidad constante porque nunca estamos satisfechos con nosotros mismos, pero esto es algo que jamás vamos a reconocer, porque siempre será el otro, no yo…
Ésta se puede disfrazar, entre otras muchas cosas, de una falsa amistad para poder conseguir lo que quiero del otro, una vez obtenido, lo dejamos en la cuneta. Quienes lo padecen es porque su autoestima está por los suelos, llevándole a infravalorarse constantemente sin ser conscientes de la gran riqueza que llevan dentro solo por el hecho de ser una persona amada y creada por Dios.
Esto hace mucho daño a quienes los sufren, sobre todo porque lo hace interiormente sin llegar nunca a reconocerlo.
Nuestro refranero español que como todos sabéis es muy sabio dice: “La mente tranquila es vida para el cuerpo, pero la envidia corroe hasta los huesos”Seguro que todos estamos poniendo cara a lo que acabo de decir…
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