¿Quién no se ha sentido desengañado alguna vez?

Creo que pocas personas se han librado de experimentar esa sensación. Cuando aparece siempre deja una huella y la mayoría de las veces no suele pasar desapercibido.
Quizá lo hemos sentido con alguien a quien en un momento de nuestra vida le hemos dado mucho y del que esperábamos que se mostrara agradecido.
Este es un sentimiento que nos ayuda a abrir los ojos, a saber mirar la vida con realismo. El desengaño es verdad, que la mayoría de las veces va unido al dolor, pero el ser humano madura así, a base de encontrarse con piedras en el camino. Quizá también podríamos decir que en parte, va unido a la decepción, sentimiento que podría llevarnos a un estancamiento si no somos capaces de sacarle provecho para ofrecernos una nueva oportunidad, aprendiendo a contemplar las situaciones que nos han llevado hasta ahí con realismo y objetividad.
Puede que este sentir nos acerque más a Dios, a no ser tanto “yo” y más “Él” a confiar más, a no querer ser tan autosuficientes… ¿Os habéis sentido así en algún momento de vuestras vidas?
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