Sólo reconociendo como hermanos a los pobres y los que sufren participaremos del banquete del reino
Comntario bíblico. Domingo 26 "C"
| Eduardo de la Serna
Sólo reconociendo como hermanos a los pobres y los que sufren participaremos del banquete del reino
DOMINGO VIGESIMOSEXTO - "C"
Eduardo de la Serna
Lectura de la profecía de Amós 6, 1a. 4-7
Resumen: Amós anuncia duramente castigo a los habitantes de Samaría y de Sión que viven rodeados de lujos y placeres desentendidos del dolor de los miembros de su pueblo.
El profeta de la justicia comienza uno más de sus varios “ayes” (cf. 5,7.18; 6,1), éste construido a modo de paralelo sinonímico destacando a Sión y a Samaría. “Estar seguros” y “tener confianza” son sinónimos como en seguida lo diremos.
Los versículos anteriores hablaban de los banquetes cultuales: novillos cebados, canciones y salmodias, y la consecuencia es la deportación (5,21-27); en este caso hay elementos comunes (comen corderos y becerros, beben en copas [término usado casi exclusivamente en relación al Templo], salmodian como David, y también serán deportados). Incluso esta comida se da en el contexto de un sentimiento de seguridad. Estos dos términos, “seguridad” y “confianza” son términos que nos ponen en el marco de la idolatría. Siempre la clave radica en aquello en lo que se busca la seguridad o la confianza, y para el judío esto sólo debe ser puesto en Dios. No en otras cosas, como pueden ser los ejércitos, o las riquezas (ver Job 31,24), ni siquiera en las cosas de Dios (como en este caso es el monte sagrado, pero también es el éxodo [Am 9,7], el templo [Jer 7,1-15], el día de Yahvé [Am 5,18-20]…). Poner la confianza significa creer (idolátricamente) que por estar los habitantes en la ciudad de Dios (Samaría, para el norte; Sión, para el sur), estan seguros de todo ataque adversario ya que Dios no permitirá que sea destruida. La seguridad –como se ve- no está puesta en Dios. El sentimiento de que “Dios está con nosotros” no se da en un lugar, sino en la fidelidad a sus caminos (ver 5,14).
v.5: David (ver 2 Sam 23,1) no era conocido por inventar instrumentos; quizás se pueda leer “inventan (= improvisan) en instrumentos musicales”.
Los ricos, de la “primera” de las naciones (v.1) fueron los que usaron los “primeros perfumes” (v.6) y también serán los “primeros” en marchar a la deportación (v.7).
No se dice –en este caso- que los ricos sean injustos, ladrones o corruptos, lo que se afirma es que “se despreocupan de la miseria de José” (v.6), solo están preocupados por llevar una vida de lujo en muebles refinados, alimentos de calidad, buena música, bebida abundante y perfumes de primera calidad, pero “por eso” serán deportados. Amós es sumamente crítico del lujo de las clases ricas, sin embargo en ninguna parte el lujo está expresamente prohibido (aunque en 3,10 se había dicho que lo que acumulan es violencias). En ningún lado se dice que no se puede dormir en lechos de marfil, comer banquetes. El criterio fundamental es la solidaridad con los sufrimientos del pueblo, y la gravedad que significa desentenderse de sus sufrimientos mientras se lleva una vida de placer.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 6, 11-16
Resumen: En contraste con los falsos maestros y su búsqueda de riquezas, Timoteo es presentado como maestro ejemplar. Ha hecho una confesión pública que está invitado a mantener mostrando su riqueza en virtudes, lo cual debe manifestar hasta el final siguiendo el ejemplo de Pablo y de Cristo, de quién hace una confesión de fe explícita en contraste con la divinización de las autoridades imperiales o los ídolos, reconociéndolo con categorías divinas.
La llamada Carta a Timoteo es –como se sabe- una carta “pastoral”. “Pablo” se dirige a Timoteo, un viejo colaborador para ayudarlo a “organizar” la/s comunidad/es que le fueron confiada/s. así lo orientará sobre los epíscopos (3,1-7), los diákonos (3,8-13), alertando contra los “falsos maestros”· (4,1-16), los presbíteros y presbíteras (5,1-25), los esclavos (6,1-2a), sobre la verdadera y falsa doctrina (6,2b-10)… Es decir: “Pablo” quiere dejar todo bien estructurado. Sin dudas esto es bien coherente con el cristianismo de la segunda o tercera generación. El reconocimiento de una “doctrina”, un “depósito” y de que hay maestros “falsos” es signo evidente de que ya ha “corrido mucha agua bajo el puente”. Dentro de estos consejos, encontramos también varios elementos personales (“espero ir pronto donde ti”, 3,14; “que nadie menosprecie tu juventud”, 4,12; “no bebas ya agua sola. Toma un poco de vino…”, 5,23), y referencias a la comunidad, particularmente frente a los ricos (indicio de que en las comunidades han aumentado los miembros con una cierta posición económica, cf. 5,17; 6,2.5-10.17-19) y frente a las mujeres, las cuales pasan a ocupar un lugar secundario (quizás con la excepción de las viudas, cf. 5,3-16), deben guardar silencio en público, indicio de que ya el tiempo ha pasado y la asimilación al modelo greco-romano de “la casa”, en la que el “amo de casa” (paterfamilias, oikodespotês) debe someter a todos los miembros, se estaba “organizando” y “estructurando” dejando ya bien atrás el discipulado de iguales que Jesús y Pablo habían desplegado. Después de esta serie de criterios organizativos, “Pablo” saluda a Timoteo con un último consejo:
Comienza dirigiéndose a él como “hombre de Dios” (v.11) y finaliza llamándolo por su nombre (v.20). En un primer momento referido a él mismo (vv.11-16) y luego cómo debe aconsejar a los ricos de la comunidad (vv.17-19) concluyendo con el cuidado del “depósito” (de la fe, v.20-21a). La liturgia de hoy nos presenta la primera parte de este saludo conclusivo, el dirigido a Timoteo.
La unidad comienza con “tú, en cambio” (zù dé) con lo que se pretende expresamente señalar que la actitud que debe mover a Timoteo es contraria a la de los falsos maestros de la que debe “huir”, que –en este caso- están guiados por “amor al dinero” (v.10) y la codicia (v.9) y que hacen “negocio” (v.5) con la piedad. Lo que debe “enriquecer” al pastor, “en cambio”, son una serie de virtudes presentadas en un breve catálogo de virtudes, opuestas a los vicios de los maestros falsos (6,2c-5): justicia, piedad, fe, amor, aguante, dulzura. No deja de ser una ironía que mientras los falsos maestros quieren hacer negocio con la “piedad”, el autor aclara que la piedad misma es una riqueza (v.6) y a eso invita aquí a Timoteo; él es presentado a toda la comunidad eclesial como un modelo para los demás líderes.
Como los primeros profetas (Dt 33,1; Jue 13,6; 1 Sam 2,27; 9,6.10; 1 Re 12,22; 13,1-32; 17,18.24…) “Pablo” llama a Timoteo “hombre de Dios” con lo que alude a la presencia del espíritu de Dios en él; Timoteo, entonces, como Moisés, Samuel, David, Elías y Eliseo fue “llamado” (v.12) para conducir a su pueblo. El contraste entre “huir” y “perseguir” parece ubicarse en el marco de los dos caminos ante los que una persona está invitada a escoger.
-. “combate el buen combate de la fe” es referencia a las dificultades que Pablo y los suyos –como Timoteo, su heredero- encuentran en la predicación del Evangelio (la idea del combate puede tener que ver con una batalla o también con la competencia deportiva). En 1 Tes 2,2 afirma que “tuvimos la valentía de predicarles el Evangelio de Dios entre frecuentes luchas”, lo que reafirma en Fil 1,30 (los filipenses, como Pablo, sostienen un combate… en referencia a la prisión de Pablo y las dificultades de los destinatarios). El discípulo, autor de Colosenses, repite la misma idea (2,1) y otro discípulo, haciendo referencia a que se aproxima el final de la vida del Apóstol, la presenta como que “He combatido el buen combate, he concluido la carrera, he conservado la fe”. (2 Tim 4,7). El “combate”, en estos casos está ligado a la fe; ésta encuentra dificultades en el medio ambiente (recordar la imagen evangelizadora de “completo en mi cuerpo lo que falta a los sufrimientos de Cristo”, Col 1,24 que hemos comentado).
-. “cuando confesaste la buena confesión ante muchos testigos” puede aludir al bautismo, aunque también es posible que aluda al momento en que recibió el encargo pastoral (cf. 1 Tim 4,14; 2 Tim 2,2), sea lo que fuere, Timoteo está llamado a que el significado de aquel acontecimiento continúe en el tiempo.
El texto literalmente podría traducirse de este modo: “te encomiendo ante Dios el vivificador de todo y Cristo Jesús el martirizado [martyrêsantos] ante Poncio Pilato en buena confesión [kalên homologían]”. “Pablo” encomienda a Timoteo ante Dios y ante Cristo Jesús. De ambos se afirma algo (vivificador, martirizado), pero de Cristo se acota que dio una “buena confesión”, que es lo que se acaba de mencionar que ha hecho Timoteo ante muchos testigos (kalên homologían… martýrôn]. El ejemplo de Cristo dando la vida es el ejemplo que debe guiar la vida del pastor Timoteo, que debe asemejarse con él, que ya ha dado una buena confesión de fe, pero en el combate cotidiano de la fe, sabe que el martirio es una posibilidad.
El mandato (entolê) no es el/los “mandamiento/s” como en las otras partes de la Biblia, sino el conjunto de ellos (cf. 2 Pe 3,2), el depósito (parathêkê, v.20), es todo lo que le ha sido transmitido por el Apóstol (1 Tim 6,29; 2 Tim 1,14) y él lo ha recibido de Cristo (1 Tim 1,11; 2 Tim 1,12).
La Manifestación (cf. Tit 2,11.13) lo lleva a mostrar sus sentimientos de alabanza a Dios. Esta “epifanía” solía referir a las manifestaciones divinas en el ambiente grecorromano, y los cristianos lo adoptaron contraculturalmente para referir al nacimiento de Jesús (2 Tim 1,10; Tit 2,11; 3,4) y también a la venida esperada (2 Tes 2,8; 1 Tim 5,14; 2 Tim 4,1.8; Tit 2,13; sólo en este sentido lo usa Pablo, mientras que las Pastorales lo amplían al nacimiento). Esta epifanía no parece que se espere de un momento a otro sino “a su debido tiempo” (6,15).
La doxología de vv.15-16 (ver 1,17; 3,16) remite a muchas manifestaciones del judaísmo helenista que aluden a la trascendencia de Dios y su superioridad sobre todo (pero aplicadas aquí a Cristo), marcado por el contexto crítico y polémico contra los ídolos y contra el culto imperial (como se vio en el texto dela semana pasada [2,2], una cosa es orar por las autoridades, y otra su divinización). Se trata de siete alabanzas dirigidas a Dios: feliz / bienaventurado (1,11), único soberano (cf. Sir 46,5; 2 Mac 12,15; 15,4.23; Lc 1,52), rey de reyes, señor de señores (ya comentamos el sentido de excelsitud que tiene el término acompañado de su plural, como en cantar de los cantares, vanidad de vanidades…; cf. Dt 10,17; Sal 136,3; Ez 26,7; Dn 2,37), único que posee inmortalidad (quizás usado críticamente ante el culto imperial), que habita en una luz inaccesible (1 Hen 14,15), a quien nadie puede ver (1,17; cf. Ex 23,20). Y –concluye el orante- a él pertenecen el honor y el poder (cf. 1 Pe 4,11; Ap 1,6; 1 Clem 20,12; 61,3; Did 9,4-10,15). Como es obvio en una doxología, concluye con el ¡Amén!
+ Evangelio según san Lucas 16, 19-31
Resumen: Jesús presenta una nueva parábola de dos personajes, en este caso un rico y un pobre. Como se ha dicho en otras partes del Evangelio, la situación de ambos cambiará, cosa que de hecho ocurre. Esta situación es consecuencia de la vida que han llevado. Y –en el caso del rico- consecuencia de no haber sabido reconocer a Lázaro, el pobre, como un hermano.
Después de las referencias a las riquezas que encontrábamos en el Evangelio de los domingos pasados, Lucas nos muestra a Jesús en debate con los fariseos, a los que el evangelista señala como “amigos del dinero” (16,14). Allí encontramos unos breves dichos sobre el corazón (v.15), sobre la violencia y el reino (v.16), sobre la ley (v.17), y sobre el matrimonio (v.18) finalizando con una parábola (vv.19-31) que es el Evangelio del día. Los textos anteriores son tomados del documento Q, salvo el primero, aunque tiene semejanzas, mientras que la parábola es exclusiva de Lucas. Se trata –como lo hemos dicho en otra ocasión- de una característica “parábola de dos personajes”, en este caso un pobre y un rico.
La parábola tiene una breve presentación de ambos personajes la cual concluye con la muerte de ambos.
Es evidente que la presentación tiene como intención mostrar el contraste entre ambos; el rico viste casi como un rey (Jue 8,26; Sir 45,10; Est 1,6; 8,15), y “banquetea” (el término ’eufrainô lo encontramos también en 12,19; 15,23-32 pero mientras allí se trata de banquetes ocasionales, aquí se afirma que este rico lo hacía “cada día”). El pobre, por otra parte, está en un marco de total desamparo e impureza, las llagas no atendidas, y la referencia a los perros lo señalan (Ex 22,31; 1 Re 21,19.24; Sal 22,17; Mt 15,26-27; Mc 7,27-28). Pero el sentido de la parábola viene a continuación. En ella encontramos un diálogo entre el rico y Abraham que tiene dos partes marcadas, la primera pidiendo que “envíe a Lázaro” a saciar su sed (v.24), la segunda, que “envíe a Lázaro” a casa de su padre para alertar a sus hermanos. En ambos casos la respuesta de Abraham es negativa, y en ambos casos el pobre juega un rol pasivo.
Para empezar, veamos brevemente ambas partes:
En el “seno de Abraham” Lázaro recibe “consuelo” (v.25) mientras en el Hades el rico es “atormentado”. Y esa situación es consecuencia (“ahora”) de que se hayan invertido los papeles de lo que ocurrió “durante tu vida”.
En la segunda escena, el rico pretende alertar a sus cinco hermanos para que no caigan en la misma situación, pero Abraham les responde que de “oír a la ley y los profetas” no ocurriría eso. Ni un muerto resucitado los convencería si no han oído a “la ley y los profetas”.
Para comenzar, notemos que los dos personajes son judíos. El primero, el pobre, tiene nombre judío, Lázaro (abreviatura de Eleazar, “Dios ha ayudado”), el segundo –el rico- se dirige a Abraham como “padre” (cf. 1,73; 3,8; 13,16.28; 19,9), éste lo llama “hijo” y afirma que “tienen la Ley y los profetas”. Esto –como veremos- será fundamental a la hora de entender la parábola en su totalidad-. Por otra parte, en ningún momento se nos dice que el rico fuera injusto, o ladrón, o corrupto, ni que Lázaro fuera un hombre honrado, o bueno. Simplemente se trata de un rico y un pobre; y la situación de ambos se invierte luego de su muerte: el rico, que disfrutó, ahora es atormentado; el pobre que padeció males, ahora es consolado. En este sentido, es evidente que se trata de lo mismo que ocurre en la primera bienaventuranza y su correspondiente “malventuranza” de Lucas:
«Bienaventurados los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios. (6,20)
¡ay de ustedes, los ricos!, porque han recibido su consuelo. (6,24)
La característica, en ambos casos es que la situación va a cambiar, y en la parábola, de hecho ¡cambia! De hecho, lo que se afirma del rico en la bienaventuranza es que ha recibido su consuelo (paraklêsin) y el pobre Lázaro ahora es consolado (parakaleitai). No se ha de olvidar que esto Jesús lo dice a quienes el evangelio presenta como “amigos del dinero”.
Pero la parábola no se detiene aquí, sino que esta inversión de las situaciones es –como se dijo- su punto de partida. Cada pedido del rico que “envíe a Lázaro” desencadena la respuesta de Abraham explicativa de la situación: la primera es “hijo, recuerda”. La invitación a “recordar” (griego, mimnêskomai; en hebreo, zakar) es particularmente importante en Israel, especialmente en el contexto del tiempo del éxodo (Ex 2,24; 6,5; 20,8; Lev 26,42.45; Num 15,39.40; y particularmente en el Deuteronomio, 5,15; 7,18; 8,2.18; 9,7.27; 15,15; 16,3.12; 24,18.22; 25,17; 32,7). Recordar es hacer memoria activa de la intervención continua de Dios en favor de su pueblo. Lucas insiste en esta idea en los textos con clara influencia veterotestamentaria 1,54 y 1,72, e incluso las mujeres son invitadas a “recordar” lo dicho por Jesús en Galilea sobre la resurrección (24,6.8) e incluso el “buen ladrón” le pide a Jesús que lo “recuerde” al llegar a su reino (23,42).
Lo que el rico está invitado a recordar es que los bienes que disfrutó en la vida los “recibió” (apolambanô), término frecuente en Lucas. También lo repite el “buen ladrón” al decir que el castigo de los crucificados con Jesús es “merecido”, acorde al mal que hicieron (23,41). Pero es un recibir de alguien (apo es “de alguien”, lambanô es “recibir”). Lo que el rico recibió son “sus bienes” (agathá) en contraste con los “males” de Lázaro. La madre de Jesús cantó –con influencia del AT- que Dios “a los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada”. (1,53). El rico que quiere acumular su grano y sus “bienes” edificará graneros más amplios, y como tiene para muchos años se dedicará a descansar, comer, beber y banquetear (eufrainô, el mismo verbo usado por los banquetes del rico de la parábola, v. 19). Es bueno notar aquí que la única vez en toda la Biblia que aparece el femenino “discípula” (Hch 9,36) se dice de Tabitá, y lo que se aclara es que era “rica en buenas (agatôn) obras y limosnas”, sus “bienes” eran las obras. Por el contrario, lo que Lázaro –en vida- recibió son “males”. La situación ahora (nyn) se ha invertido y es imposible volverla atrás.
Es para evitar esto a sus hermanos que nuevamente el rico se dirige a su “padre Abraham”. Nuevamente le pide que “envíe a Lázaro”. Lo que pretende es un “testimonio” (es diamartýromai, es decir “testimonio (martýromai) a través de (dià)…”; única vez en los evangelios, aunque frecuente en Hechos, 9x siendo en general “testimonio de Jesús”). Lo que pretende el rico es que “a través de Lázaro” llegue a sus hermanos el testimonio de la situación que está viviendo. Y nuevamente Abraham se niega. El Hades es calificado de “lugar de tormentos” (vv.23.28) y en v.24 se habla de “angustia en esa llama”. El Hades es el lugar de los muertos (Hch 2,27.31; Ap 1,18; 6,8; 20,13.14), traduce el hebreo Sheol (cf. Sal 15,10; Qo 9,10; ver Gen 37,35; 42,38…), y por eso está en contraste con el “cielo” (cf. Mt 11,23 / Lc 10,15). Esto ha hecho pensar en categorías “cielo-infierno” pero esto es más que lo que la parábola pretende. El “seno de Abraham” es algo desconocido en la literatura judía (se encuentra en algunos textos posteriores, pero no es evidente que no estén influenciados por este texto). Es probable que recuerde la idea característica judía de “descansar con sus padres” (cf. Gen 49,33; Num 27,13; Dt 32,50; Jue 2,10; 1 Re 1,21; 2,10; 11,21…). El “seno” es el lugar de preferencia (como el Hijo único de Dios está en el seno del Padre, Jn 1,18 o el discípulo amado en el seno de Jesús, 13,23). Se trata, entonces, de un lugar de honor que ocuparán los pobres, como el lugar preferencial y de intimidad que se prepara para los huéspedes de honor en los banquetes. El cambio al plural (ustedes, nosotros, v.26) invita a los lectores de la “parábola de dos personajes” a identificarse en sus actitudes con alguno de ellos.
La negativa de Abraham se centra en que “tienen” y deben “oír” a “Moisés y los profetas”. Esto, como se sabe es un modo de referir a “toda la Biblia hebrea” (2 Mac 15,9; prólogo del Sirácida vv.2 y 24; Mt 5,15; 7,12; 11,13; 22,40; Lc 16,16; 24,27.44; Jn 1,45; Hch 13,15; 24,14; 26,22; 28,23; Rom 3,21). Sin dudas, aquí hay una clave de interpretación de toda la parábola ya que es evidente que el rico no ha oído a Moisés y los profetas, y por eso se encuentra en ese lugar. La pregunta es ¿qué les dice la “ley y los profetas” a los judíos que éste no ha escuchado? La actitud frente a los pobres es algo característico de Israel (ver Ex 22,21-22; 23,9; Lev 19,9-10; 19,33; 23,22; Dt 10,13-19; 14,28-29; 16,9-15; 24,17-18; 26,12-15; Am 2,6-8; Os 12,7-9; Mi 3,1-3; Sof 3,1-3; Mal 3,5; Is 5,7-10; 30,12; 58,3; Jer 5,25-29; 9,4-6). A modo sintético, veamos Deuteronomio 15,1-11 que nos da la clave (señalamos sólo unos versículos que ayudan a la comprensión de esto, y resaltamos las palabras clave):
«… Cierto que no debería haber ningún pobre junto a ti, porque Yahveh te otorgará su bendición en la tierra que Yahveh tu Dios te da en herencia para que la poseas, pero sólo si escuchas de verdad la voz de Yahveh tu Dios cuidando de poner en práctica todos estos mandamientos que yo te prescribo hoy. (…) Si hay junto a ti algún pobre de entre tus hermanos, en alguna de las ciudades de tu tierra que Yahveh tu Dios te da, no endurecerás tu corazón ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre, sino que le abrirás tu mano y le prestarás lo que necesite para remediar su indigencia. (…) Cuando le des algo, se lo has de dar de buena gana, que por esta acción te bendecirá Yahveh, tu Dios en todas tus obras y en todas tus empresas. Pues no faltarán pobres en esta tierra; por eso te doy yo este mandamiento: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquel de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra. (Dt 15,1-11)
Lo que Moisés le dice a todo judío es que el judío pobre es su hermano, y ciertamente no es de ese modo como el rico se ha comportado con Lázaro. Insistimos, no es que haya obtenido sus riquezas con injusticia, no se dice que fuera perverso, sólo se dice que no trató a Lázaro como un hermano. Y esto mismo es lo que continúa aunque la situación se haya invertido. Lázaro no parece contar para él, y dos veces le pide a Abraham que “lo envíe” como si se tratara de un sirviente. “Escuchar” –como se ha dicho- es fundamental en Lucas (cf. 5,1.15; 6,17.27.47-49; 7,29; 8,8-15.18.21; 9,35; 10,16; 11,28; 14,35; 19,48; 21,38; Hch 2,22.37; 3,22.23; 4,4; 7,2; 15,7; 18,8) y ha de entenderse como sinónimo de “obedecer”. Que se “conviertan” (v.30; cf. 10,13; 11,32; 13,3-5; 15,7-10) es –sin quererlo, de parte del rico- un reconocimiento de lo que no ha hecho, de que no ha “escuchado”.
Los “amigos del dinero” no parecen enterarse de esta fraternidad que Dios quiere instaurar en Israel y que el reino de Dios predicado por Jesús quiere confirmar (de hecho se “burlan” de Jesús por enseñar estas cosas, 16,14). No es cuestión de tratar como “hermanos” a los que son como uno, a los religiosos (como los fariseos) sino a todo aquel que es de verdad hermano (por eso la parábola de dos personajes). Y si “siempre habrá pobres entre ustedes”, se trata precisamente para que “siempre” –los que quieren “escuchar a Moisés y los profetas”- sepan que tienen un compromiso de compasión con los pobres que están junto a nosotros (es irónico que pida “compasión” a su padre Abraham –v.24- quien no la tuvo con su hermano Lázaro). Y que Dios “siempre” toma partido por el pobre y él (y ella), y nuestra actitud hacia ellos, son el test de fidelidad a la fraternidad que Moisés y los profetas proponen y Jesús confirma. Así lo afirma el Talmud: “quien cierra sus ojos a uno en necesidad es considerado como uno que sirve a los ídolos” (Bat 10.a)
Una pequeña nota: nunca en las parábolas de Jesús, un personaje recibe un nombre. Sin embargo, en este caso el pobre recibe el nombre de Lázaro (quizás esto haya llevado a que algunos manuscritos dieran también nombre al rico [Neues], o que algunas Biblias lo hagan en sus títulos [Epulón]). No deja de ser desafiante que justo sea un pobre el que para Jesús tenga nombre, especialmente teniendo en cuenta que en nuestras sociedades los pobres siempre son anónimos, o estigmatizados. Para Jesús el pobre es persona humana, es sujeto, y –por si fuera poco- es una persona de la que afirma que “Dios lo ayuda” (como se dijo, eso significa el nombre Lázaro).
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