Un santo para cada día: 7 de mayo San Agustín Roscelli (Fundador de las HH. Inmaculatinas)
Ya anciano y ciego, fallece Agustín en Génova el 7 de mayo de 1908, a los 84 años. Llevaba 56 como sacerdote. Sus restos reposan en Santa María del Prato, en Génova. Fue beatificado por Juan Pablo II del 7 de mayo de 1995 y canonizado por el mismo Papa el 10 de junio de 2001, festividad de la Santísima Trinidad
| Francisca Abad Martín
La grandeza de este santo sacerdote radica precisamente en su gran humildad y sencillez; él mismo pidió que pusieran en su epitafio: “humilde sacerdote de ayer”. Supo armonizar una profunda vida interior con una intensa acción pastoral. No dejó ningún libro escrito, pero el ejemplo de su auténtico sacerdocio, vivido a la luz del Evangelio, es el mejor “libro viviente” que nos podía haber regalado.
Nace el 27 de julio de 1818 en Casarza, un pequeño y pintoresco pueblo de los Apeninos (Italia). Su familia es pobre de recursos materiales pero rica en fe y en virtudes cristianas. Sus primeras actividades fueron el pastoreo de un rebaño familiar. Allí, en contacto con la naturaleza, aprende Agustín a saborear la soledad y la intimidad con Dios.
Viendo el párroco lo despierto que era el muchacho, se ofrece a darle una primera instrucción, incluso le enseña latín, por si Dios un día le llamaba al sacerdocio. Tras una “misión” celebrada en su pueblo, en mayo de 1835, cuando él tenía 17 años, comprende que Dios quiere que sea sacerdote y se prepara para ingresar en el Seminario de Génova.
Es plenamente consciente del esfuerzo económico que supone para sus padres, pero ellos lo aceptan encantados. Consigue que le hospeden gratuitamente en el Conservatorio de las Hijas de San José, pero a los 20 años tiene que interrumpir los estudios para cumplir con el servicio militar obligatorio y una vez satisfecho este deber para con la Patria, regresa al Seminario para estudiar Teología.
El Cardenal Tardini consigue que una marquesa sufrague sus gastos de hospedaje, mientras él se financiaba, como podía, la manutención, atendiendo a los alumnos internos y haciendo de sacristán en la iglesia de la Magdalena.
Por fin es ordenado sacerdote y su primer destino es en una localidad próxima a su pueblo, ampliando después su acción pastoral a otras parroquias y monasterios de la diócesis. Llega después a Génova y allí se ocupa de 2 talleres artesanales para jóvenes; trabaja también como asistente espiritual en las cárceles y como capellán de un Hospicio, pero es en el contacto con la juventud donde comienza a darse cuenta del peligro que corrían muchas jóvenes, que iban a trabajar a la ciudad y quedaban a merced de ciertos desaprensivos que trataban de aprovecharse de ellas. Seguramente, a la constatación de esta dura realidad pudieron servirle sus muchas horas pasadas en el confesionario, donde sin duda pudo escuchar historias desgarradoras.
Pronto se dio cuenta de que a través de las Escuelas Taller podía proporcionar la ayuda moral y material que muchas jóvenes marginadas estaban necesitando. Dada la situación, era una buena forma para que las jóvenes pudieran recibir una instrucción moral y una capacitación humana y laboral que las permitiera, primeramente, poderse defender de los desaprensivos que querían abusar de ellas engañándolas y en segundo lugar se les proporcionaba una instrucción y aprendizaje muy útil, en orden a obtener un trabajo que les sirviera para tener una vida digna e independiente. El plan no podía ser más prometedor y todo habría de acabar bien.
Animado por las mismas jóvenes que hacían de maestras en los talleres, algunas de ellas de una profunda piedad y con deseos de consagrarse a Dios, concibe la idea de fundar un nuevo Instituto Religioso: Las Hermanas de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María (conocidas luego popularmente como las Inmaculatinas). El arzobispo le apoya en este proyecto y también el Papa Pio IX, quien aprueba el nuevo Instituto para que el 15 de octubre de 1876 las nuevas Hermanas pudieran recibir el hábito.
Ya anciano y ciego, fallece Agustín en Génova el 7 de mayo de 1908, a los 84 años. Llevaba 56 como sacerdote. Sus restos reposan en Santa María del Prato, en Génova. Fue beatificado por Juan Pablo II del 7 de mayo de 1995 y canonizado por el mismo Papa el 10 de junio de 2001, festividad de la Santísima Trinidad.
Reflexión desde el contexto actual:
Este modélico sacerdote representa la lucha por la defensa de los derechos humanos de todos aquellos, que de alguna manera sufren: pobres, abandonados, marginados, encarcelados, madres solteras, etc. y sobre todo nos ofrece el testimonio personal de que es compaginable el trabajo a favor de la promoción social con una intensa vida interior. Es más, en el caso de Agustín de Roscelli, se puede ver con toda claridad, no ya que la promoción social discurra en armonía con las exigencias del espíritu, sino que la labor social resulta más fecunda en la medida que va alimentada por una vida de oración más intensa.