Un santo para cada día: 18 de julio S. Arnulfo de Metzt (Patrono de los cerveceros)
En el año 626, cansado de tanto protocolo administrativo, se retiró con su amigo Romarico a vivir en intimidad con Dios, que es lo que siempre había querido, sucediéndole en la sede episcopal de Mettz su hijo Clodulfo. Allí, cerca del monasterio de Remiremont (Francia), olvidado de todos en medio de la soledad y el silencio, inundado de una paz sobrenatural moría Arnulfo de Metz el año 627
En la alta Edad Media ser obispo era un cargo que comportaba una gran responsabilidad social, quien lo ostentaba tenía competencias que afectaban al bienestar y la salud de los ciudadanos. El obispo no era solo el pastor espiritual de las almas, sino que era también el señor, bajo cuya custodia estaban los hombres y mujeres en su condición de súbditos por lo que tenía la obligación de velar por ellos. El gran poder que en este tiempo ostentaban los jerarcas de la Iglesia podía ser utilizado en provecho propio, pero también les facultaba para promover mejoras en las condiciones de vida o elevar el nivel cultural de cuantos estaban a su cargo. Muchos de ellos son recordados por su labor benefactora o porque mediante su intervención la población fue salvada de una catástrofe. Tal es el caso de Arnulfo de Metz, por cuya mediación, la población encomendada a su cuidado cambió sus hábitos alimenticios y en lugar de deber agua comenzó a beber cerveza y aunque parezca extraño esto iba a ser lo que les salvaría, por lo que merecidamente se le otorgó el título de Patrono de los cerveceros. Estamos pues ante un santo amante de la cerveza.
Todo sucedió como sigue. En los tiempos en que Arnulfo regentaba la sede de Metz, hacia el año 612, la región fue sacudida por una gran epidemia que contaminó todos los manantiales y el agua se convirtió en arma mortífera, que amenaza con extinguir a toda la población. La gente enfermaba y moría en una cadena imparable y nadie veía la forma de atajar el mal. Arnulfo hombre prudente, previsor y responsable, después de haber suplicado a Dios por su pueblo, un día se levantó y vio con toda claridad que ante la angustiosa situación solo cabía esta alternativa: sustituir el agua por la cerveza o morir, de modo que empleó todas sus fuerzas en convencer a la gente para consumir cerveza, elaborada con agua hervida, debidamente depurada, bebida ésta que en ocasiones era bendecida en el templo y dada a saborear a cuantos asistían a los actos litúrgicos, repitiendo todos enfervorizadamente. La verdad es que nadie opuso resistencia alguna a esta campaña sanitaria, por lo que la peste remitió y la afluencia a la iglesia comenzó a ser mucho mayor. La cosa no es tan rara como parece a primera vista, si tenemos en cuenta que fueron muchos los monjes, algunos de ellos santos, relacionados con la cerveza, considerada en algún momento como elemento básico de nutrición, como el pan, el queso o el aceite; seguramente, debido a esto, en el libro del Ritual Romano del Papa paulo V aparece la “Benedictio Cerevisiae” en estos términos: “Bendice, Señor, esta cerveza criatura, que te has dignado a producir con el mejor grano: que sea un remedio saludable para la raza humana y concede por la invocación de tu Santo Nombre que quien beba de ella pueda obtener la salud del cuerpo y la paz del alma. Por Cristo, nuestro Señor. Amén”
Arnulfo había nacido en Austrasia en el año 580 durante el reinado de los merovingios. Sus padres pertenecían a una distinguidísima familia de los francos que decidieron que el niño fuera educado por los benedictinos; pronto el pequeño Arnulfo dio muestras de un gran talento acompañado de unas dotes encomiables. De aquí pasaría a la corte de Teodeberto II, rey de Austrasia donde, a las órdenes del mayordomo Gondulfo, fue iniciado en el manejo de las armas y las artes del buen gobierno y administración con tal aprovechamiento, que pronto llegó ocupar puestos de relevancia en la corte. Durante este periodo conoció a una dama de linaje noble llamada Doda, con la que se casó y con ella tuvo dos hijos, ello no le hizo olvidar sus sentimientos religiosos y juntamente con su amigo Romarico, oficial de la Corte como él, se dedicaron a visitar monasterios y tratar con los monjes. En esto que la sede episcopal de Metz quedó vacante y todos unánimemente pensaron que era Arnulfo quien debía ocuparla, por lo que en el 611 fue consagrado obispo, desde donde pudo asistir al Concilio de Reimssin; esto sin perder su cargo en la corte, lo que le permitió tomar parte activa en la organización y mando de su pueblo.
En el año 626, cansado de tanto protocolo administrativo, se retiró con su amigo Romarico a vivir en intimidad con Dios, que es lo que siempre había querido, sucediéndole en la sede episcopal de Mettz su hijo Clodulfo. Allí, cerca del monasterio de Remiremont (Francia), olvidado de todos en medio de la soledad y el silencio, inundado de una paz sobrenatural moría Arnulfo de Metz el año 627,
Reflexión desde el contexto actual:
Soy consciente de que no hace falta esforzarse mucho para ensalzar la figura de Arnulfo de Metz, porque ya se encargarán los amantes de la cerveza de ponerlo como ejemplo. No digo yo que la ingeniosa hazaña ideada por el santo cervecero no sea digna de elogio, lo que en mi opinión no deja de ser exagerado es oír decir a alguien por ahí que lo hecho por el patrón de los cerveceros es una de las mejores aportaciones de la iglesia a la sociedad familiar y que las costumbres litúrgicas introducidas por el obispo de Metz no debieron nunca desaparecer. Las circunstancias mandan y a ellas debemos atenernos, por lo cual una costumbre puede ser aconsejable en un momento dado y dejar de serlo en otro momento distinto.