Un santo para cada día: 10 de junio Beato Juan Dominici (Reformador de la Orden de Predicadores en tiempos en que la Iglesia estaba gobernada por tres papas )
| Francisca Abad Martin
Es el gran predicador y reformador de los dominicos siguiendo el camino emprendido por Fray Raimundo de Capua en el año 1343. Entre las noticias que nos han llegado de su vida destaca la biografía escrita por San Antonio, arzobispo de Florencia y por una pintura que de él dejara Fray Angélico en la fachada de la Basílica de San Marcos en Venecia.
Fue el hijo póstumo de Domenico Bianchini, comerciante de seda florentino y de la veneciana Paola Zorzi. Nació en la primera mitad del siglo XIV. A los 17 años recibe el hábito de los dominicos en el priorato de Santa María Novella de Florencia. Tuvo problemas para ser admitido, porque aparte de su escasa educación, tartamudeaba y a pesar de este defecto se convirtió en uno de los mejores predicadores de su época. Con el tiempo ese defecto desapareció, milagro que él lo achacaba a la intercesión de Santa Catalina de Siena.
Va a estudiar a Pisa y a París y durante 12 años se dedica a la enseñanza y a la predicación. Se interesa mucho por la educación cristiana de la juventud. Llegó a ser Prior de Santa María Novella y su mayor preocupación fue restaurar la observancia regular en los conventos de la Orden de Predicadores que, como todas en aquella época, estaba relajada y también se preocupó mucho por los problemas en la fe y en las costumbres, producidos por un humanismo que había derivado en doctrinas precursoras del protestantismo, con las predicaciones del filósofo y teólogo Juan Huss.
En 1388 se traslada a Venecia, donde desarrolló una intensa labor pastoral. Allí se ganó fama de orador brillante y buen conocedor de las Sagradas Escrituras. Allí construyó dos conventos de la Orden, uno para hombres y otro para mujeres. Tuvo problemas a causa de organizar una procesión que estaba prohibida y fue desterrado por 5 años de Venecia. De allí se trasladó a Florencia, dedicándose otra vez a la predicación y la enseñanza.
Tras la muerte de Inocencio VII fue enviado como embajador de Florencia al Cónclave de 1406, donde hizo una defensa de la necesidad de unidad en la Iglesia. En ese Cónclave se eligió a Gregorio XII, quien se llevó consigo a Juan como confesor y consejero y en 1408 le consagró como arzobispo de Ragusa (Sicilia) y después le hizo Cardenal de San Sixto.
Se mostró prudente y fiel, incluso en los tiempos difíciles del Cisma cuando en la Iglesia llegó a haber tres papas simultáneamente. Asistió al Concilio de Constanza, en el que se condenaron las doctrinas heréticas de Juan Huss, que había sido ejecutado 3 años antes y donde se eligió a Martín V que había de profesarle una gran admiración y aprecio. Ante tantas discusiones, el Cardenal Dominici llegó a despojarse de todos los atributos cardenalicios, los puso sobre la mesa y fue a sentarse entre los obispos con lo cual ponía de manifiesto que no tenía ninguna intención de medrar y solo porque le obligaron volvió a aceptarlos de nuevo.
Fue enviado después como legado apostólico a las tierras de Hungría y Bohemia, falleciendo en Buda, humilde y santamente, el 10 de junio de 1420. Sus restos se perdieron en 1451, cuando la iglesia de los eremitas de San Pablo, donde estaban sepultados, fue destruida por un terremoto. Fue beatificado por Gregorio XVI el 9 de abril de 1832.
Reflexiones desde el contexto actual: No deja de resultar paradójico que una persona con problemas de tartamudez llegue a destacar precisamente en una Orden Religiosa dedicada a la predicación. Nada hay que no pueda ser superado con tesón, disciplina y esfuerzo. Cuando pensamos en los genios tenemos la idea de que funcionan de forma diferente a los demás mortales y que sus genialidades son fruto de un golpe de gracia, pero no es del todo así, cuando se les ha preguntado, ellos mismos reconocen que detrás de todo lo que hacen hay un 20 por ciento de inspiración y un 80 por ciento de transpiración.